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Acapulco: El precio del Progreso

Nayeli Rubí Pérez Ochoa

El hermoso Puerto de Acapulco, reconocido mundialmente por sus hermosas playas y destinos turísticos, el cual alcanzó su mayor esplendor entre los años de 1940 y 1950, visitado múltiples veces por artistas de talla internacional que entre un sinfín de opciones lo elegían por la innovación de la hotelería que brindaba paisajes inigualables y suma diversión.

Pero este esplendor no era para todos, se limitaba a los dueños de los hoteles así como a los propietarios de negocios atendían exclusivamente a la población extranjera que disfrutaba sus días de asueto en ese lugar.

Lo que para muchos guerrerenses significó una época privilegiada por la enorme suma de dinero que ingresaba a la Ciudad y Puerto de Acapulco, para otros fueron tiempos trágicos resultado de un desplazamiento previo, así como del desempeño de jornadas extenuantes y pagos raquíticos que alcanzaban solo para seguir sobreviviendo para mantenerse el mayor tiempo posible en un círculo vicioso imposible de dejar.

Para que ese añorado acapulco fuese posible en 1928, los funcionarios con desvergüenza, entregaron pequeños presentes por la distinción de ciertas personas, estos detalles minúsculos consistían en extensiones de tierra que a la postre se convertirían en bares y/u hoteles, únicamente para la explotación de los beneficiados, así también, en 1938 dieron el visto bueno a una irrisoria compra en las que el precio por metro cuadrado fue de 3 pesos, extensión de tierra en la que se construyó el Hotel Papagayo.

En el año 1940 siguieron los compadrazgos, de los que resultó la expropiación de 76 hectáreas, que supuestamente se destinarían al Departamento de Educación Física de la SEP, por tales se realizó a los ejidatarios despojados, el pago consistente en maquinaria, construcciones y cercamientos de alambre, los que seguramente llevaban un precio inflado, como es costumbre de los bandidos que ejercen un cargo público. Al final no se destinó al fin primigenio, se fraccionó y vendió, previa autorización del gobierno a cambió de algunos lotes para personalidades importantes.

Tales acciones ocasionaron el descontento de la población, para frenar las injusticias de que eran objeto, se organizaron múltiples veces, en algunas lograron sólo la dilación de lo inevitable, en otras un mayor pago, y en no pocas, la represión policiaca o traición interna que los entregaba a un régimen sanguinario que pasaría por encima de quien fuere por la riqueza material.

Sin duda, en estos traspasos ilegales de propiedades, los más afectados fueron los campesinos, a quienes sin tentarse el corazón, dejaban en la calle junto a sus familias y sus pocos enseres, un precio razonable a pagar por el esplendor de Acapulco.

La preferencia turística internacional fue disminuyendo por la falta de innovación en la infraestructura que ya se encontraba en el puerto, creando una decadencia visible que ocasionó que la población antes marginada, fuera abriéndose paso al acceso a la diversión antes negada, hoy en día, es visible que la mayoría de los turistas que lo visitan pertenecen a la clase media y media baja, quienes no generan los mismos ingresos al destino turístico.

En las últimas administraciones se han realizado esfuerzos notables para la recuperación de los turistas extranjeros, que son quienes más derrama económica dejan a su paso, pero ahora el gobierno se enfrenta a un problema difícil de resolver: la inseguridad, que han colocado a Acapulco en un lugar poco favorecido como atractivo turístico.

Sin embargo, a pesar de los tropiezos y dificultades, Acapulco ha logrado sobresalir en lo que en materia turística se equipara a un Oscar, en los premios World Travel Awards en su edición 29, se coronó como ganador de las categorías “Destino de Escapada Urbana Líder en México y América Central” y “Destino Ciudad Líder de México y Centroamérica 2022”.

Es de reconocer el resurgimiento de un destino turístico con tanta importancia en este estado, pero lo que ahora se busca, ya no es sólo derrama económica, es el aumento en la calidad de vida de la población acapulqueña, es el respeto a sus derechos laborales, que en la época de oro de este Puerto fueron ignorados con aras a un progreso que beneficiaba a unos pocos y excluía a tantos más, de quienes se aprovechaba en exceso para acrecentar una fortuna ya de por sí grande.

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