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SOS COSTA GRANDE

(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Terrible tragedia se registró ayer cerca de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, cuando un camión de caja que venía repleto de migrantes centroamericanos, volcó.

El saldo hasta anoche era de 53 muertos y otro medio centenar de heridos, muchos de ellos de gravedad.

Lo triste es que la gente dijo que había más heridos, pero se estaban escondiendo para no ser deportados.

Si ya de por sí las marabuntas de migrantes centro y sudamericanos, junto con los caribeños que están tomando el territorio de México como zona de paso para llegar a Estados Unidos era lamentable, esta tragedia que enluta a medio centenar de familias sobre todo en Honduras, de donde dice que provenían los migrantes que abordaron  ese camión en Tapachula, pone en su justa dimensión la crisis migratoria que afecta a todo América Latina y el Caribe.

La reactivación del programa “Quédate en México”, que se inventó Donald Trump para dejarle a nuestro país la carga de la contención de las hordas de migrantes, como también nos han dejado la carga del combate al narcotráfico de este lado del Río Bravo, dejándonos a nosotros la guerra y los muertos, mientras ellos disfrutan de las ganancias de esta actividad ilícita, así como también ganan millones por la fabricación de armas; esta estrategia, decíamos, es quizás el mejor reflejo de la incapacidad de los Estados Unidos y Canadá para resolver de la mejor manera esta emergencia.

Por lo demás, ¿cómo llegamos a este punto? México y todos los países latinoamericanos siempre han sido expulsores de migrantes, pero no en el nivel que ahora vemos. Esto es el resultado, dicen, de por lo menos 4 décadas de políticas neoliberales que han concentrado la riqueza en manos de unos cuantos, mientras la inmensa mayoría de la gente vive con poco.

Veía esta semana un comparativo en el periódico El Economista, que revela que en México hay un puñado de ricos, unos poquitos solventes, y la inmensa mayoría de los mexicanos que vivimos con salarios de 6 mil pesos por mes. Algo así como 300 dólares.

Y si se pensaba que la pandemia afectó a los mega empresarios, pues no. Al contrario, sus capitales crecieron descomunalmente en medio de la más grande e histórica plaga que ha sufrido la tierra, y de la que aún no salimos.

Si este le sucede a México, país que cuentan todavía con cuantiosos recursos naturales, no podemos imaginar qué sucede en los pequeños países centroamericanos. No en balde esta región, junto con el Caribe, han tomado por asalto nuestro país con el fin de llegar a Estados Unidos, huyendo de la pobreza y la violencia.

La tragedia de migrantes en Chiapas, decíamos, urge a que el gobierno de México medidas al respecto. Lo ideal es que ellos se queden en la frontera sur, mientras hacen los trámites de asilo político en Estados Unidos.

Al contrario, ellos quieren estar en la frontera y seguramente tratar de pasar del otro lado, con la ayuda de “polleros”, como lo hacen nuestros connacionales.

Ahora mal, si de todos modos México no está deportándolos, sino que incluso les va a dar una visa humanitaria para que estén en territorio nacional en tanto se resuelve su situación, ¿por qué no se les facilita su tránsito hacia la frontera norte, que es donde quieren estar? Esto debe hacerse de una manera organizada y segura, para evitar que los “polleros” los metan en jaulas como animales, con las consecuencias que ayer conocimos.

La historia de la migración en todo el mundo está teñida de sangre de los viajeros. Gente que deja su tierra para buscar mejores condiciones de vida, sea por pobreza, por guerras, por inseguridad, por conflictos familiares y, lo que es más grave, por la persecución del Estado mismo.

En Brasil, por ejemplo, pese a ser un país con cuantiosos recursos naturales, la mayoría de su gente vive en extrema pobreza. Y esa nación ha transitado desde la izquierda de Lula Da Silva, hacia lo que hoy es con Bolsonaro.

Los centroamericanos, a decir verdad, no tienen mucho de donde elegir. Sus países son harto pequeños, con clima eminentemente tropical, y han sido laboratorios políticos, como Guatemala, El Salvador, Nicaragua, países que sufrieron guerrillas prolongadas y que los dejó diezmados.

Aunque los conflictos concluyeron hacia los años 90, dando paso a regímenes democráticos, eso no ha mitigado sus penurias.

Como AMLO lo advirtió en la cumbre trilateral en Washington, la vigencia de Estados Unidos como cabeza de América y del mundo pasa por sembrar un mínimo de bienestar en el resto del continente. De lo contrario, para 2030 China se habrá comido estos mercados.

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