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SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Morena comenzó desde el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, en 2018, su camino hacia su verdadera consolidación como partido, con todo y los riesgos que ello implica, pasando, desde luego, por la creación de grupos de poder de todos tamaños, tanto de dentro como de fuera, propios e impropios, amigos y enemigos, porque al final de cuentas Morena se fundó así, de la sangría de otros partidos ya existentes, sobre todo del PRD, pero sin limitarse a ello, sino que también vemos ex priístas, ex panistas y ex todo dentro de lo que comenzó como un movimiento nacional para la regeneración de la vida pública del país.

De no ser por la figura del presidente de la República, Morena fuera hoy un batidillo de intereses creados, porque como reconoció la secretaria general del partido, Citlalli Hernández Mora: “Hay quienes se suman a Morena con un oportunismo político, porque derivado del éxito del partido muchos quieren ser candidatos no para servir, sino para ganar espacios o tener poder”.

Pero eso no es nada nuevo bajo el sol. Recuerdo que en el año 2000, tras el triunfo de Vicente Fox Quesada, todos se sentían panistas, miembros de la clase empresarial de país, con tal de que hasta a los campesinos les vendieron el cuento de que serían “empresarios del campo”. Y si bien en ese periodo hubo muchos apoyos a la agroindustria, fue para los amigos y compadres, y a uno que otro afortunado que logró apoyos para fierros e instalaciones que le ayudaron a darle valor agregado a su producción, pero no hubo recursos precisamente para incentivar la producción.

Al campesino pobre, lo que se le reconoció fue solamente el Procampo, y párale de contar.

Pero la realidad es que hasta los campesinos votaron por Fox, dejando al PRD -que en ese tiempo nominó por tercera ocasión a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano- como novia de rancho, vestido y alborotado.

Se hablaba entonces del “voto útil”, y la meta que se propusieron los panistas era “quitarle el poder al PRI”, cuando la realidad que imperaba era que no eran distintos, sino iguales y parte de un mismo proyecto de nación, que para entonces ya estaba muy avanzado pues venía desde Carlos Salinas de Gortari, y que implicaba poner al gobierno de rodillas frente a los empresarios, privilegiando a los monopolios, la banca usurera que primero fue nacional luego extranjera, pasando por la mezcla de recursos para obras públicas con la iniciativa privada, poniendo dinero del pueblo para obras que se manejarían como si fuesen privadas. El más vivo ejemplo son los Centros Federales de Readaptación Social (Ceferesos), como el de Puente Grande y Almoloya, que ahora sabemos los renta el gobierno federal como si fueran cuartos de hotel para los presos, y con base en onerosos contratos.

Así fue como México enteró cayó en un grave engaño en el año 2000, creyendo que con la visión “panucha” nos iría mejor, pues nos pintaban una nación idílica.

Lo que resultó fue lo peor que nos haya sucedido, y la pesadilla aún no concluye.

Desafortunadamente, la Cuarta Transformación que prometió Andrés Manuel López Obrador camina lento, o no camina, y se ha convertido en una trampa en la que han caído hasta sus más leales soldados, pues el lema de “no robar, no mentir y no traicionar” les quedó grande.

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