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LA FUNDACIÓN DEL MUNICIPIO DE ZIHUATANEJO DE AZUETA

César Antonio Aguirre Noyola

“UN MARAVILLOSO RINCONCITO DEL PACÍFICO GUERRERENSE”

CAPÍTULO PRIMERO

E) ÁMBITO LOCAL.

Aquella mañana del 16 de diciembre de 1953, don Fernando Bravo recibió la noticia procedente de Chilpancingo, la capital del Estado, en la que el secretario General de Gobierno comunicaba a uno de los ciudadanos más respetados de la población, don Máximo Jacinto Merel, una noticia por muchos esperada. Fue también para don Fernando Bravo una verdadera sorpresa, y consideró que había llegado el momento de iniciar, con el apoyo oficial, la ruta prometida que por años se había acariciado en este rincón olvidado de la Costa Grande; Zihuatanejo se convertiría en cabecera del municipio de José Azueta, el número 75 en que se dividía el estado de Guerrero.

Don Fernando se apresuró a enviar a su destinatario aquel telegrama, a don Máximo Jacinto Merel, un ciudadano cuya capacidad intelectual y virtudes cívicas auxiliaron a los miembros de aquella modesta comunidad en muchísimas ocasiones, en razón de que gozaba de ciertas peculiaridades: hablaba el idioma inglés, fotógrafo profesional, intelectual autodidacta, viajero ya inactivo, con una forma modesta de vivir y de una enorme riqueza humana. Don Máximo abrió con reserva el sobre del telegrama y se enteró de la gran novedad: el gobernador decretaba, con la publicación del Periódico Oficial del Gobierno del Estado de fecha 23 de diciembre de ese mismo año, la erección del municipio de José Azueta, asignándole como cabecera a Zihuatanejo.

La estación radiotelegráfica, que comunicaba a este sitio con toda la República y con el extranjero, fue instalada por el Gobierno federal precisamente donde se construyó el primer edificio del palacio municipal de José Azueta; en aquel tiempo era una modesta casa con techo de teja y muros de bajareque, cuyas funciones eran las de oficina de telégrafo, estación telegráfica y alojamiento familiar de don Fernando.

Frente al telégrafo estaba la tienda de don Salvador G. Espino; ahí había un soportal donde, adosada a la pared, por años hubo una banca de madera de aproximadamente tres metros de longitud que utilizaban los clientes del expendio, aunque por la noche servía para los notables de aquella época —los señores Darío Emigdio Galeana, Salvador G. Espino, Máximo Jacinto Merel, Germán Bracamontes, Fernando Bravo y a veces Alberto Castro y su hermano Tacho— para discutir los problemas locales: muchos se resolvían, se tramitaban y gestionaban, lo cierto es que mantenían el equilibrio social; las mayores sesiones en dicha banca las formaban algunos invitados especiales o casuales, tales como los ciudadanos Rodolfo Campos, Juan Ayvar, Pablo Reséndiz, pero nunca se presentó una dama en esas tertulias; alguien la denominó “La Banca de don Salvador” y fue como el ágora de Zihuatanejo, y en efecto era una tribuna, popular pero moderada, donde se procuraba evitar cualquier manifestación de violencia, ya fuera política, social o familiar.

En 1953 estuvo en estas tierras un joven pasante de medicina, Jorge Alegre Dávalos, quien hizo su servicio social entre los habitantes de Zihuatanejo y otras comisarías cercanas; se alojaba en el domicilio de don Fernando Jiménez, “Puntarenas”, cuyo oficio de patrón de lanchas le brindaba la oportunidad de tratar a los antiguos marineros locales, entre los que impartió algunas enseñanzas sobre la profesión. El cuasi galeno pasó un buen tiempo en Zihuatanejo, lo que le provocó su afición al mar y le permitió hacer muchos amigos; después de varios años, Jorge Alegre se convirtió en médico cirujano egresado de la UNAM, se especializó como urólogo en Estados Unidos de América y alcanzó grados importantes en la Armada de México, no obstante regresaría para instalarse a radicar en Ixtapa, víctima del sortilegio de este lugar.

El veracruzano Armando Morales Vallejo, médico egresado de la UNAM, se estableció desde 1953 en este puerto al quedar prendado de su bahía; después de residir algunos años en cierto sitio de la Costa Grande, decidió sentar su real aquí y para siempre, instalando la primer farmacia de este lugar, y algunas veces se decía que daba consulta médica; además fue un reconocido promotor del deporte, principalmente del futbol y, algunas veces, del beisbol…

Sabia virtud de conocer el tiempo.

César Antonio Aguirre Noyola

Investigador en materias política y electoral.

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