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Reflexiones sobre el Populismo

Armando Ríos Piter

La jornada electoral concluyó y con ella, uno de los episodios políticos más complejos de los últimos años. No solo termina la elección más violenta de la historia reciente -89 candidatos asesinados- sino que estuvo plagada de crispación social, donde los distintos bandos participantes echaron mano de cuanta herramienta estuvo a su alcance, para desprestigiar a sus competidores. Más allá de los resultados, por encima de quién gane y quién pierda, será importante hacer una revisión profunda sobre el momento político que vivimos y los desafíos que tenemos por delante.

Una vez terminado el proceso electoral, ha quedado claro que un creciente segmento de la sociedad está ansioso y preocupado por el crecimiento de la sombra populista. Muchos millones de mexicanos se movilizaron para votar, contra lo que consideran la amenaza de que un solo hombre y una sola visión se adueñen del país. Por ello, independientemente de los resultados electorales, es indispensable descifrar, entender y arreglar ciertos patrones de comportamiento político que podrían poner en riesgo nuestra aún frágil democracia.

Tras revisar el texto de Jan-Werner Müller, “What is Populism” (¿Qué es el populismo?), surgen algunas consideraciones que es importante tener en cuenta. El autor afirma que “el populismo no es una patología ocasionada por ciudadanos irracionales, sino que es en realidad la sombra permanente que resulta de las fallas de la “democracia representativa”. Debido a las deficiencias en la representación popular, el líder que encarna el fenómeno, se asume como el único que puede hablar en nombre del “pueblo”. Asumir esta voz lo lleva a confrontar directamente a las élites políticas, económicas y sociales, precisamente para defender a ese pueblo que sólo él representa.

Uno de los principios fundamentales sobre los que actúan estos personajes es que para ellos “cualquier otro competidor político es esencialmente ilegítimo” y afirman que cualquiera que no esta de su lado, “básicamente no es parte del pueblo”. Cuando los populistas se encuentran en la oposición, continuamente atacan a las élites, a las cuales califican de “inmorales” y contraponen esta imagen con la de sus representados que son los verdaderamente “morales”. Cabe recordar que para los populistas, el pueblo es un ente homogéneo que no comete error alguno (¿pueblo bueno?).

El argumento esencial del texto es que “el populismo busca gobernar a partir de la idea de que solo existe un único personaje que verdaderamente representa a la gente”. De manera concreta, estos personajes enfocan sus acciones en “confrontar al Estado imperante, la corrupción y enfrentarse a cualquier tipo de sociedad civil crítica que exista”.

Con base en estos argumentos, una vez que han terminado las elecciones, es indispensable recordar que el populismo surge como respuesta a los excesos, vicios e insuficiencias que caracterizan a la democracia representativa. De alguna forma, el populismo “acerca la política a la gente” y aprovecha los huecos de representación -de intereses e identidad – que sufren importantes segmentos de la población. Cabe recordar que si estas graves limitaciones en la representación popular no se subsanan, la raíz que genera el populismo siempre se mantendrá presente.

Los defensores de la democracia liberal -que tanto han elevado la voz en las últimas semanas- deberían tomar conciencia sobre cuales son las fallas profundas que prevalecen en la representación popular en nuestro país. Hoy mas que nunca es fundamental responderle a la ciudadanía, ¿cómo atenderemos las preocupaciones de aquellos que apoyan y votan por el populismo, haciendo a un lado el prejuicio de que éstos solo lo hacen por frustración, enojo o resentimiento? ¿Cómo ponernos en los zapatos de los demás y atender desde su propia perspectiva la problemática que viven?

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