El superyó de Andrés Manuel
Raymundo Riva Palacio
Las conferencias de prensa mañaneras
se han convertido en muchas cosas. Una de ellas, de suma importancia, es que ha
permitido ver qué piensa, cómo piensa y qué sabe el presidente Andrés Manuel
López Obrador. Al ser un político con una incontinencia declarativa, sin miedo
o prurito a ningún tema que se le pregunte porque para todo tiene una respuesta
o una evasiva, el ping-pong que sostiene diariamente, manipulado, improvisado o
espontáneo, abre una ventana a su pensamiento, a sus niveles de conocimiento, sus
percepciones y sus prejuicios. El lunes fue una de esas mañaneras altamente enriquecedoras sobre el superyó del presidente, que
permitió la introspección de lo que cree debe ser el papel de los medios de
comunicación, sus alcances y sus límites.
En su conferencia del lunes, el presidente se
refirió a cuatro medios de comunicación, de diferente historia y línea
editorial, a los que agrupó en una misma bolsa, la de la descalificación. Se
quejó del portal sin embargo.com,
porque dio a conocer un video donde aparece su hijo menor en un campamento de
verano que cuesta 40 mil pesos semanales. Fustigó a Reforma porque publicó que al mudarse a Palacio Nacional, ocuparía
uno de los 12 espacios donde no hay acceso al público. Se volvió a meter con el
diario británico Financial Times, por
haber apoyado las reformas estructurales del presidente Enrique Peña Nieto, y lo
más ilustrativo se dio durante un diálogo con Arturo Rodríguez, de Proceso.
“Estamos buscando la transformación y todos los buenos periodistas de la
historia siempre han apostado a las transformaciones”, dijo López Obrador
cuando lanzó una crítica a Proceso,
porque no es pusilánime con su gobierno. Rodríguez reviró: “Los periodistas
militantes sí”. Le replicó: “Es una visión distinta, sí, pero Zarco estuvo en
las filas del movimiento liberal y los Flores Magón también”.
Su visión es distinta porque no entiende la diferencia entre prensa
independiente y militante. La militante, como la de Francisco Zarco y los hermanos
Flores Magón, cumple un papel distinto al de la prensa independiente. Zarco y
los Flores Magón utilizaban el periodismo como plataforma política, y eran más políticos
que periodistas. Incluso, su vida periodística inició después de haber entrado
a la política. No obstante, sus aportaciones periodísticas fueron contra la
dictadura, por la libertad y la independencia, que es similar a lo que han
hecho por décadas -sí, décadas-, los periodistas de Proceso, Reforma y sinembargo.com. Cualquier acusación de
lo contrario, como hizo el presidente, es una calumnia.
López Obrador añadió en su visión de los medios: “Los mejores periodistas
que ha habido en la Historia de México, los de la República Restaurada, todos,
tomaron partido”. Sin embargo, una de las característica de la prensa en ese
periodo, reconocida por todos los historiadores, fue que era “libre”, más que
militante, y de amplia crítica al poder centralizado de Benito Juárez y su
evolución hacia el autoritarismo, un proceso interrumpido por su muerte. Existía
una opinión pública “libre y alerta”, recordó Daniel Cosío Villegas, que tenía
una “amplia libertad de expresión”. López Obrador piensa diferente y
peyorativamente sobre los medios libres.
“Es muy cómodo decir ‘yo soy independiente o el periodismo no tiene porqué
tomar partido o apostar a la transformación’,” dijo en la mañanera. “Entonces, es nada más analizar la realidad, criticar la
realidad, pero no transformarla”. Es vasta su confusión. A los cuatro medios
les recriminó por informaciones, no opiniones ni editoriales. Mezcló géneros
periodísticos sin darse cuenta los géneros. El presidente no tiene que saber de
ellos, pero cuando acusa a medios o periodistas, debería ubicar correctamente
el espacio de su interpelación. Quiere juzgar y replicar, bienvenido, pero que
lo haga con conocimiento de causa.
López Obrador acusó maniqueamente a todos los medios que no militan por su anunciada
transformación, de estar contra el cambio que anuncia. No quiere medios libres,
sino dóciles y serviles. Ni siquiera su prensa militante se ajusta a esos
imperativos caprichosos. Es difícil encuadrar su pensamiento porque no tiene
referentes claros, al confundir el papel de los medios de comunicación. Nunca
han sido agentes de cambio, como él cree, sino que son el vehículo para que los
agentes de cambio -el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial- se movilicen.
El mejor ejemplo es el Caso Watergate, que terminó con la renuncia del
presidente Richard Nixon en 1975. La investigación la inició el The Washington Post en 1972, que batalló
aislado durante largos meses sin que el resto de la prensa se interesara en el
tema. Creció hasta que las investigaciones sobre el financiamiento de campaña de Nixon se
publicaron un año después en The New York
Times. El trabajo de los medios hizo que el Congreso iniciara su propia investigación
y cuando encontró violaciones constitucionales de Nixon, se movilizó la Suprema
Corte de Justicia. Ningún periódico tiró
al presidente, pero sin la prensa, los agentes de cambio no hubieran actuado
contra la ilegalidad presidencial.
Los referentes históricos del presidente no son de prensa, sino de
políticos, que buscaban un cambio de gobierno mediante la crítica al
autoritarismo despótico del gobernante en turno. En su época de periodistas,
Zarco y Flores Magón se asemejaban en sus análisis -no noticias, que no
producían-, a lo que han sido los medios de comunicación en este país, no desde
hace seis meses, sino desde hace casi 50 años, cuando la lucha por la libertad
de expresión y el derecho a informar y ser informado comenzó. López Obrador,
cuando se inició esa lucha donde participaron varios de los que hoy calumnia,
vivía en la cosmogonía de Macuspana, dicho esto, con todo respeto.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa