(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
El PRI a nivel nacional acaba de darle un vuelco a su estrategia de renovación. Mejor dicho, acaba de cancelarla y lo que están promoviendo es la “unidad”, pase lo que pase.
Lo que comenzó como algo justo y necesario, y algo que las bases estaban demandando, ya no es posible. Arriesgarse a una purga en el marco del blanqueo de dinero por robo de combustible desde las entrañas mismas de Pemex, los dejaría tan diezmados, que difícilmente podrían llenar la membresía.
Sin embargo, seguimos pensando que la única opción que le queda al PRI es deslindarse de los ladrones y saqueadores. De los corruptos. De la mafia del poder, como la llamó el presidente Andrés Manuel López Obrador durante su campaña, y que finalmente resultó que era verdad, que esa mafia existía, y que no sólo se amafiaron políticos y empresarios para dividirse el poder en el país, sino para, literalmente, saquearlo, para apoderarse de los recursos nacionales y servir de monigotes a intereses extranjeros.
Para el pueblo, nada, sólo el hambre, la miseria, la muerte y la migración.
Es tan terrible todo esto, que una calificadora internacional que se encarga de catalogar la competitividad de las empresas, redujo al mínimo la posibilidad de Pemex de hacer negocios, justo ahora en que el presidente de la República está limpiando la casa. Por eso AMLO los llamó “hipócritas”, pues a sabiendas de que la reforma energética fue un vil fraude –ninguno de los contratos de inversión solicitados por empresarios extranjeros se ha concretado en el país, y por eso tanta hambre y falta de oportunidades-, y pese a que estaban enterados del vil saqueo de hidrocarburos en México, aun así los organismos internacionales toleraron esas prácticas y mantuvieron a Pemex como empresa solvente para hacer negocios dentro y fuera del país, cuando realmente estaba siendo desmantelada.
En este contexto, el PRI se ha ido plegando a los nuevos tiempos e incluso en el asunto de la Guardia Nacional se tornó aliado de Morena, el partido lópezobradorista.
Pero, por otro lado, el PRI está pasmado ante la exposición de abusos y corrupción. Les descubrieron el pastel y no saben qué hacer. Este problema también lo tiene el PAN. Simplemente jamás podrán justificar el tamaño de la corrupción que fueron capaces de crear y de tolerar, mientras el pueblo se empobrecía, al grado de que si al final del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, en 1994, México sumaba 20 millones de pobres, para 2018, al término del gobierno de Enrique Peña Nieto, esa cifra había crecido 3 veces, hasta 60 millones de personas empobrecidas al máximo, con millones de jóvenes sin opciones de empleo, y con un sector empresarial también empequeñecido por el bajo consumo y la multiplicación de impuestos, así como el encarecimiento de insumos como gasolina, luz, teléfono y gas.
Pero si pensábamos que lo que sucedió en los estados, donde los gobernadores se cebaron sobre el dinero público, era lo más grave, pues nos equivocamos; había algo más, y esto se daba en el seno mismo del gobierno de la República. Por eso nunca se actuó realmente en contra de la corrupción de gobernadores, pese a escándalos tan graves como el de Javier Duarte, gobernador de Veracruz, que llegó al grado de inyectar agua a niños con cáncer, para robarse el recurso destinado a ese programa de Salud. Es decir, que la corrupción llegó a tal nivel, que el gobierno federal y los gobiernos estatales incurrieron en casos graves de violaciones a los derechos humanos, que son también crímenes de lesa humanidad, pues dejar morir a niños enfermos de cáncer no puede catalogarse de otra manera.
Pero en el marco del huachicolazo, el partido ha sido incapaz de expulsar a los sátrapas, como el jefe del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, que se dio el lujo de ampararse en cuanto comenzaron las investigaciones. Sin embargo, nada de lo que sucede en Pemex hubiera sido posible sin el visto bueno de Romero Deschamps, el hombre fuerte de por lo menos 5 sexenios, y quien el PRI siempre aseguró una poltrona sea en el Senado, sea en la Cámara de Diputados.
Ayer, por fin, el ex gobernador René Juárez Cisneros, llamó desde la Cámara de Diputados a la unidad del país, y a evitar que la nación se divida entre buenos y malos. Refrendó que PRI está a favor de la lucha que está dando el presidente de la República contra el robo de combustible. “Nos parece que es una determinación correcta, atacar un mal que nos ha dañado y nos afecta como nación. No importa que no coincidamos en la forma o en el cómo, me parece que la decisión es correcta”, agregó el efímero presidente nacional del PRI. Pero la de René Juárez es una voz aislada. No representa en realidad la postura de su partido. Al contrario, el PRI le está apostando a la amnesia social, y a que el gobierno federal asuma solo las consecuencias de esta guerra que puede resultar fatal, pues el presidente López Obrador no está exento de un atentado, dada la magnitud de los intereses económicos y políticos que está tocando. El PRI puede cambiar su historia ante los electores del país, llevando su discurso a la práctica. La purga es urgente.