(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Los partidos del Frente por México: PAN, PRD y MC, votaron el pasado miércoles en contra del proyecto de reforma constitucional para crear la Guardia Nacional, con el argumento de que, aunque se le antepuso un mando civil, dependerá en estricto sentido de una junta mayor integrada por mandos militares.
Consideran los diputados de lo que fue el Frente por México en la pasada elección presidencial, que la seguridad pública no debe ser “militarizada”.
Fue el diputado panista Jorge Romero, quien dio el posicionamiento de su grupo parlamentario: “Se nos quiere vender aquí que (la Guardia Nacional) va a tener un mando civil. Ajá. Todos los demás artículos de su dictamen señalan, sin duda, la naturaleza militar, castrense, de esa guardia.
“Ejemplo: su máximo órgano deliberativo habrá de ser una Junta de Estado Mayor con mandos militares. Ustedes dicen que (la SSP) se encargará de lo administrativo, lo estratégico, de la planeación”.
Bueno, los argumentos son válidos viniendo de alguien que no tuviera cola que le pisen, que no es el caso de estos partidos. Que nos expliquen estos señores –que además firmaron orondos el Pacto por México para despojar al país de su soberanía energética-, cómo es que el modelo calderonista, basado en la militarización del país, no fue refutado. Y por qué el modelo de Enrique Peña Nieto tampoco fue observado, aunque éste eliminó la Secretaría de Seguridad Pública (obviamente por la podredumbre en que la dejó Genaro García Luna, el súper policía del calderonato), y concentró todo en la Secretaría de Gobernación, haciendo de ésta una “Súpersecretaría de Estado”, pero inútil, porque en estricto sentido, el modelo de Peña Nieto fue también un esquema militar disfrazado.
Recordemos que EPN dividió al país por regiones, y en cada entidad impuso a los secretarios de seguridad pública, todos mandos militares de alto rango, que operan por encima de los gobernadores, y quienes han venido haciendo de las entidades federativas su coto de poder. Guerrero es un claro ejemplo de ello, pues hasta la fecha, desde que se fue el General Pedro Almazán, impuesto desde la defenestración de Ángel Aguirre Rivero, todavía no se nombra al titular de Seguridad Pública, sino que se tiene a un encargado de despacho.
En resumen, el gobernador Héctor Astudillo no ha tenido la facultad de nombrar a su secretario de seguridad pública, y por lo tanto tampoco ha tenido la opción de tener un plan de seguridad propio, sino que le fue impuesto desde la Federación, a través de un General del Ejército Mexicano.
Sabido es que Pedro Almazán dio órdenes a los mandos de la Policía Estatal para que no hicieran detenciones en ciertos cuadrantes de la entidad. De ahí muchas noticias en donde sabemos del hallazgo de droga y armas, pero ningún detenido.
Y valdría la pena preguntarse si Pedro Almazán, siendo un General en activo de la Sedena, a quién le rendía cuentas; si a su General, Salvador Cienfuegos, o al gobernador del estado de Guerrero. Bueno, con eso de que dicen que un soldado nunca deja de serlo, aunque esté en retiro…y mucho menos si está de comisión.
Por si fuera poco, además de imponer a los titulares de Seguridad, el gobierno de EPN diseñó lo que se conoce como los Grupos de Coordinación estatales, todos dirigidos por mandos militares, quienes ni siquiera dan la cara al pueblo, pues tienen un vocero que sale a explicar lo que está sucediendo en la entidad, pero que no es otra cosa que un recuento absurdo de daños. Nada de prevención, nada de nada.
En Guerrero todo ha empeorado y el mismo gobernador ha lanzado varios SOS a la Federación, obviamente sin dar detalles del problema, pero es evidente que lo tienen atado, en medio de un hormiguero.
Se necesita ser ciego, sordo y mudo para no enterarnos de la trama que urdieron para apoderarse de los estados, algo que Felipe Calderón no hizo porque si de algo se quejó el ex presidente panista, es que los gobernadores no se alinearon con su política de seguridad y de ahí el fracaso, en lo cual tenía harta razón.
Quizás por ello Peña Nieto cambió de estrategia y en lugar de estar peleando con los gobernadores, o dejando que estos tomaran decisiones en los asuntos de seguridad, les amarró las manos y tomó el control prácticamente de todo el país, a través de Cienfuegos. Bueno, hasta una ley a modo les iba a dar a los militares, para que México entrara de lleno en un estado de excepción.
Lo peor que nos puede suceder como país es continuar por la misma ruta. Algo se tiene que hacer para recuperar los territorios perdidos, y quienes ya tuvieron la oportunidad de trabajar por México, pero fracasaron, sería bueno que optaran por el silencio en lugar de exhibirse.
Porque resulta abrumador que se hayan aliado para enterrar a este país en el más ignominioso de los destinos, pero que ahora que se está tratando de sacarlo a flote se resistan, revestidos de un hipócrita manto democrático.
México ya no tiene remedio, señores. Ya se lo tragaron, o dejaron que se lo tragaran los más terribles devoradores. La militarización ya no es una opción para nosotros, sino que es el único camino posible, pues todo en la vida pública de este país está contaminado. Y como ejemplo tenemos Pemex.