“ EL GOBIERNO DECIDIÓ CAMBIAR PESOS POR CENTAVOS”
Se anunciaba a finales del mes de diciembre de 2019 la aparición en la ciudad china de Wuhan una rara enfermedad que hacía estragos en la salud de las personas portadoras, llevándolas en poco tiempo a la muerte.
Dos versiones de su origen son las que predominan: la primera se desdobla en que se trata de un padecimiento donde la cadena de transmisión fue de animal a humano a partir de que algunas personas consumieron alguna fauna contaminada —murciélagos o pangolines— en los mercados del país asiático, y la otra sostiene que se trata de un virus elaborado en un laboratorio de esa nación oriental y que por descuido en su manejo fue transmitido a la población. Muchos meses después la Organización Mundial de la Salud (OMS) concluyó toda una “investigación minuciosa” in situ donde se generó el brote, por cierto poco convincente, polémica y con magros argumentos.
El agente patógeno se detectó y se le identificó como una especie de coronavirus, el SARS-CoV-2, que causa la enfermedad Covid-19. Cabe precisar que los coronavirus abundan en el ambiente, existiendo coronavirus de los resfriados comunes, de las neumonías, etcétera.
Por la globalización que existe principalmente en los órdenes comercial y turístico era de advertirse que pronto la nueva enfermedad se desplazaría a otros países, a otras regiones, a otros continentes, hasta invadir el orbe. Y efectivamente así sucedió: primero fue un brote, después se convirtió en epidemia, hasta llegar a una pandemia. De un tiempo a la fecha, ya transformada en pandemia, se enfrentan las variantes del mal.
El contagio masivo por el bicho invisible a simple vista trajo consigo crisis en los aspectos de salud, económico, laboral, político y social. Los avatares del agente microscópico han sido nominados con algunas letras del alfabeto griego; en este orden de ideas, han surgido la beta, la gamma, la delta, la lambda y actualmente la ómicron (que equivale a la letra “o“ minúscula en nuestro abecedario español).
La decisión del Gobierno federal de ubicar las 32 entidades federativas en el color verde dentro del contexto del Semáforo de Riesgo Epidemiológico con fines netamente económicos, pues se buscaba una recuperación económica principalmente con motivo de las fiestas y período vacacional decembrinos, generó que se relajaran por completo los protocolos que el Consejo de Salubridad General ha establecido para evitar los contagios. En este orden de ideas se llevaron a cabo eventos multitudinarios, amén de que los restaurantes, bares, playas, plazas comerciales y muchos sitios donde concurren muchas personas a la vez se veían atestados, ignorando la sana distancia, carentes de tapetes sanitizantes, sin la existencia de gel antibacterial, la mayoría de ellas sin el cubre boca, es decir, un comportamiento como si estuviéramos en una situación normal de salud.
No conforme con lo anterior, el Subsecretario de Promoción de la Salud de la Secretaria de Salud federal, en una de esas sesiones realizadas a finales del mes pasado donde aparece como merolico haciendo gala de una verborrea decía, en resumen, que todo estaba bien en el país, que el comportamiento de los contagios y de las muertes se mantenían en un nivel bajo y, en algunos lugares, con tendencia a descender. Por si fuera poco el presidente de la República convocó a los estudiantes del país a retornar el día lunes tres de enero a las aulas para tomar las clases presenciales, ello sin tener un diagnóstico del impacto de delta y de la nueva variante ómicron, pues él mismo manifestó en una conferencia mañanera que en esta semana se reuniría con el gabinete de salud para evaluar la situación: después del niño ahogado hay que tapar el pozo.
Desde hace semanas se informaba cómo la cepa ómicron permeaba vertiginosamente en países de Europa, en Estados Unidos de América, en ciertos países sudamericanos, y sólo en México las cosas estaban controladas al respecto. Nuestro país, inscrito en el concierto global, con fronteras abiertas y sin reforzar los protocolos sanitarios para el ingreso de personas a nuestro territorio, era previsible que tarde o temprano —aunque pronto confirmaremos que será más temprano que tarde— la tragedia nos alcanzará lamentablemente de nueva cuenta.
Todo lo que se pudiese haber adquirido desde el punto de vista monetario —en lo individual o por el lado del Gobierno— en este escenario caótico e irresponsable, seguramente en los días venideros no alcanzará para atender la enfermedad y en el peor de los casos, para evitar la muerte de varias personas.
Por las malas decisiones tomadas, por la falta de vigor en la vigilancia del cumplimiento de los protocolos de salud en la población y por el desinterés en general que muestra sobre la pandemia (aclaro que en menor porcentaje, pero también la sociedad civil tiene su grado de responsabilidad) el Gobierno ha decidido cambiar pesos por centavos.
Sabia virtud de conocer el tiempo.
César Antonio Aguirre Noyola
Investigador en materias política y electoral.