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Editorial

¿Congreso de izquierda?

La LXIV Legislatura inició funciones el 1o. de septiembre pasado y de todas las iniciativas presentadas en ese primer periodo destacan algunas que claramente tienen un espíritu de izquierda. Los senadores Germán Martínez y Malú Micher, apoyados por Martí Batres, presentaron una para dar seguridad social a las parejas del mismo sexo. Olga Sánchez Cordero anunció iniciativas como la de la regulación del mercado de la mariguana, así como la liberalización de la interrupción del embarazo. Las senadoras Hernández, Mercado y Lagunes presentaron una dirigida a prohibir los esfuerzos para corregir la orientación sexual y la identidad de género. Todas esas iniciativas fueron recibidas con entusiasmo por diversos colectivos feministas, LGBT y por los que buscan cambiar el fracasado modelo prohibicionista de la guerra contra las drogas.

Sin embargo, la Guardia Nacional ha sido el sello distintivo del arranque de la legislatura. Ahí Tatiana Clouthier prometió un debate interno fuerte, así como apertura a todas las voces. Y cumplió. En la bancada de Morena, varias legisladoras y sus colegas respaldaron a la vicecoordinadora y apoyaron la Guardia Nacional, pero no con un mando militar y no inscrita a nivel constitucional. Por su lado, Mario Delgado se convirtió en el vigilante de la voluntad del Presidente. El diputado ha repetido los mensajes del presidente López Obrador, incluso un “va porque va”.

La contrastante mancuerna Clouthier-Delgado ha servido para generar un debate, para abrir canales de diálogo con expertas y con la sociedad civil, pero al final todo apunta a que se impondrá la visión de una Guardia Nacional híbrida, una que tendrá como cabeza un civil, pero que en todo lo operativo será militar. Al final, integrantes del colectivo Seguridad sin Guerra advierten ya de un engaño y de la aprobación de una medida que no funcionará, que va en contra de toda la evidencia recopilada sobre la materia y la oportunidad perdida para que un gobierno con mayorías de izquierda hubiese mejor avanzado una agenda para profesionalizar a policías, con una ruta para el retiro de los militares de las calles y la exigencia de que una persona civil esté finalmente al mando de la Secretaría de la Defensa, tal y como ocurre en otras democracias, incluso latinoamericanas, y que en México hemos relegado por décadas.

Algo similar ocurre con el proceso de designación de la persona titular de la Fiscalía General de la República. El principal colectivo de sociedad civil que ha hecho propuestas y vigilado el proceso ya decidió no acompañar la designación, denunciando una simulación y un proceso fast track. Lo mismo ocurrió con la selección del ministro González Alcántara, que fue exprés y sin un estudio a profundidad de su perfil y desechando la oportunidad de poner a una mujer más en la Suprema Corte.

Los congresistas de Morena parecen confiarse de la popularidad del Presidente. Y en parte tienen razón. El apoyo popular a AMLO es innegable, está en las encuestas, pero el Congreso basa su legitimidad en otro lado, en un mandato distinto y quienes votamos por Morena demandamos ver un Congreso de izquierda.

Delgado y Clouthier son el policía malo y la policía buena. Así se han comportado al coordinar a los 256 diputados de Morena. Por su lado, Martí Batres y Ricardo Monreal dirigen a 59 senadores morenistas. Con esos números y sus aliados del PES y del PT, Morena podría haber dejado un sello claro de que este Congreso se enfocará en aprobar leyes para reducir la desigualdad, combatir la impunidad y la discriminación, así como ampliar derechos para las minorías. Leyes de un Congreso de izquierda, las mismas que pasaron a segundo plano porque decidieron apostar primero por avanzar una agenda que parece emanada de una mayoría del PAN calderonista y conservador, en lugar de una de un partido de izquierda progresista y liberal. Mal arranque legislativo de la 4T.

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