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Con la danza de El Cortés reviven la lucha entre indígenas y españoles

Jaime Ojendiz Realeño

Año con año el conquistador español Hernán Cortés aparece en las comunidades de Agua de Correa y El Coacoyul durante las festividades de Día de Muertos. Se desplaza montado en su yegua en compañía de La Malinche, pelea contra aborígenes y busca conquistar el territorio de Azueta.

La danza El Cortés es una representación de la matanza que realizaron españoles hace 500 años en tierras mexicanas. En el municipio, pobladores de Agua de Correa y El Coacoyul se adjudican el origen de la danza. Inicia en el centro de la comunidad con visita obligada a los camposantos para desplazarse al centro de Zihuatanejo.

Los que principalmente se movilizan son jóvenes y adolescentes. Unos ambientan el recorrido con tamborazos en botes de latón, otros son una cuadrilla armada con cuchillas de madera que se turnan para bailar El Cortés; y están los que representan a los indios o aborígenes que con machete de madera y gabán sortearán los espadazos del español.

Cortés, con máscara hecha de bule, crines de caballo, boca sangrante, ojos y cejas grandes, va montado en su yegua de carrizo y color rojo: brinca, se agacha, gira y suelta fuertes golpes a los indios, a estos, La Malinche, -representada por un hombre- los seduce y arroja para que se enfrenten con el conquistador.

“Los indios no enfrentan a Cortés, solo se defienden porque cuando llegaron los españoles, creyeron que eran uno solo con el caballo, los creyeron dioses, inmortales y solo se defendían”, refiere el participante Antonio Nogueda.

Es precisamente en la representación de los indios donde hay mayor participación social, hombres, mujeres y niños participan.

Desde el 31 de octubre y hasta el dos de noviembre, la danza El Cortés recorre calles para recordar la conquista española. En el ritual participa todo el pueblo, recorren las calles golpeando con palos los tambores, y se arremolinan en cada encuentro nuevo que sostiene Cortés y un indígena.

Es una representación con más de 70 años de historia en Zihuatanejo, pero que también se celebra en diversas comunidades de Guerrero, y es parte primordial en las festividades de Día de Muertos.

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