La renuncia de Romo (2ª. Parte)
Raymundo Riva Palacio
Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la
Presidencia, realizó una operación de control de daños urgente en medios
electrónicos. Le urgía, después de que terminó la conferencia de prensa
matutina del presidente López Obrador, desmentir que había presentado su
renuncia al cargo -que no le aceptaron-, como se apuntóen esta
columna. Inició la operación mediáticaen el programa de Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula, donde dijo además
que el presidente no lo ha maltratado, que está trabajando mucho y que de haber
presentado la renuncia el pasado 2 de mayo, la habría sostenido. Su equipo fue
pidiendo espacio en los programas de radio matinales y en los vespertinos para
repetir el argumento e impedir que la especie sobre su renuncia creciera.
Romo hizo lo que políticamente debía hacer para evitar, precisamente,
infligir el daño al presidente que habría causado su renuncia. Si no fue
irrevocable y aceptó la negativa del presidente a aceptarla, también tuvo que
asumir el costo de dar la cara y decir cosas que, fuera del escrutinio público es
totalmente contrario a lo declarado, su inconformidad por el poco espacio que
tiene para incidir e influir en Palacio Nacional. Romo, incluso, no cuenta con
una oficina cercana al presidente, sino despacha en el edificio inteligente que
se construyó en Los Pinos durante el gobierno de Felipe Calderón, a nueve
kilómetros en línea recta de Palacio Nacional, lo que lo hace el primer jefe de
Oficina de la Presidencia que despacha lejos del presidente, y el primero cuyo
peso político dentro del gabinete y el gobierno es prácticamente nulo. Como
anécdota de fondo y forma, está tan alejado del imaginario del entorno
presidencial, que en la Feria Aeroespacial en Santa Lucía en abril, se les olvidó reservarle una silla en el
presidium.
Los motivos de la renuncia de Romo y su deseo de dejar el gobierno, están
directamente relacionados con el maltrato del presidente que optó por respaldar
al secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, por encima de él, con quien se ha
enfrentado desde los meses de la transición, en una lucha por espacios y poder
donde ha fracasado. Romo quiso poner al secretario de Hacienda, pero el
presidente nombró a Urzúa. También buscó a uno de los suyos en la cartera de
Economía, pero López Obrador le aplicó la misma receta.
Logró colocar a leales en organismos descentralizados, pero Urzúa los fue
anulando, como sucedió con Eugenio Nájera, vinculado al sector empresarial
regiomontano, que trabajó con Romo en la coordinación del gabinete propuesto
por López Obrador durante la campaña, y a quien llevó a la dirección de
Nacional Financiera. En su primer Consejo de Administración, Urzúa lo anuló y
le hizo ver que ese organismo dependía de él, no de Romo.
Los choques entre los dos comenzaron de manera abierta temprano en la
transición. El primer roce fue en septiembre, cuando Urzúa reforzó una
declaración de López Obrador sobre el costo de las gasolinas, y dijo que sólo
subirían la tasa de inflación, y que no habría gasolinazos. Romo declaró, sin
embargo, que no habría control en los precios de gasolina, que no iba a haber
subsidios y que no se haría nada que no fuera regido por el mercado; es decir,
dejó abierta la puerta a gasolinazos.
Un segundo choque fue durante la discusión sobre el Nuevo Aeropuerto
Internacional de México en Texcoco. Aunque los dos favorecían su construcción,
Romo afirmó a los inversionistas que el aeropuerto que la construcción seguiría
y que no había de qué preocuparse por la consulta ciudadana que se iba a
organizar. Urzúa siguió las instrucciones del entonces presidente electo, y a
diferencia del jefe de la Oficina presidencial, no perdió credibilidad ni
interlocución ante los inversionistas. Romo no ha dejado de entrometerse en el
terreno de Urzúa, como cuando adelantó en público que se realizarían nuevos
recortes en la Administración Pública, que tuvo que ser desmentido por el
secretario de Hacienda. En todos los casos, López Obrador ha respaldado a
Urzúa, en perjuicio de Romo.
Romo está muy disminuido dentro del gobierno, sin equipo ni recursos. El
presidente le prohibió utilizar su avión privado para viajar los fines de
semana a Monterrey, donde está su familia, y su equipo no dispone de viáticos
para hacer lo mismo, teniendo que subsidiar al gobierno por trabajar en él para
poder regresar a Monterrey los días de descanso. En sus diferentes apariciones
en los medios este martes, dijo que estaba organizando grupos empresariales en
todo el país. En realidad, de acuerdo con miembros de las cúpulas del sector
privado, no tiene nada concretado, y quiere colgarse y arroparse en las nuevas
organizaciones que se están construyendo dentro del Consejo Coordinador
Empresarial.
El espacio de maniobra de Romo es muy reducido y está acotado. El choque
con Urzúa lo ha ido desgastando aún más que al secretario de Hacienda, a quien
el presidente le ha encargado el rescate económico del país, ignorando por
completo lo que pueda hacer su jefe de Oficina. Esa realidad ha hecho de Romo
un token, un anglicismo que se
utiliza para describir a quienes sólo son utilizados como símbolo, sin ningún
peso para quien los emplea de esa manera, y él está consciente de que perdió la
batalla con Urzúa y que el presidente no ha tenido dudas en quién apoyarse.
La salida de Romo del equipo presidencial se contuvo por ahora, pero salvo
que todo lo que ha sucedido en los últimos siete meses se modifique, será
inevitable. ¿Cuándo? Para el presidente es un asunto de tiempos y oportunidades,
de lo cual se hablará en un siguiente texto.
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