Editorial

Lozoya-Ancira: desde el salinismo, la suma de muchos escándalos

Desde los tempranos noventa, cuando Altos Hornos de México (AHMSA) fue privatizada y quedó en manos de Xavier Autrey Maza y Alonso Ancira Elizondo, el rumor se expandía apuntando a que el entonces presidente, Carlos Salinas de Gortari, en cuyo período ocurrieron esa y muchas otras privatizaciones, había adquirido con prestanombres la mayor acería mexicana.

Nunca hubo pruebas sobre ese supuesto negocio de Salinas de Gortari pues quien afrontó las buenas y sobre todo las malas –además de los miles de trabajadores despedidos con la privatización—fue Alonso Ancira, el magnate acerero y del carbón. Por otra parte, lo mismo se decía de Telmex, Carlos Slim y otros beneficiarios de la desincorporación de paraestatales.

En general, la historia en torno a esas personas y sus negocios se relaciona con los peores episodios de la política mexicana de los últimos 30 años: privatizaciones, fraudes electorales, Fobaproa, deterioro del campo, desempleo y corrupción.

En 1991, Rogelio Montemayor Seguy, un político cercano a Salinas de Gortari –tan cercano que, el expresidente ha dicho, fue Montemayor quien le presentó a Luis Donaldo Colosio—avanzaba su carrera política: se lanzó al Senado y, dos años después, se convirtió en gobernador de Coahuila, mientras que en el intermedio 1992 alcanzaba parte del reparto privatizador al adquirir, en sociedad con sus hermanos, Fertimex, la fábrica de fertilizantes del Estado.

Los Montemayor eran ricos de pueblo. En Sabinas, Coahuila, tenían una agencia automotriz, minas de carbón por toda la región y algún otro negocio… mucho dinero aunque nunca tanto como hasta entonces, como para despuntar en las ligas mayores de aquella privatización.

Su socio era Fabio Covarrubias, un inversionista conocido por sus conexiones políticas asociado al Banco Unión, presidido por Carlos Cabal Peniche, el banquero tabasqueño a quien en 1994 se le detectaron malos manejos. Las operaciones en apoyo a la campaña de Roberto Madrazo, como candidato a gobernador de Tabasco, fueron denunciadas por un derrotado Andrés Manuel López Obrador en 1995 que acusaba, con motivos de sobra, un fraude electoral.

Aquel fue uno de los asuntos que catapultaron al hoy presidente de México a la política nacional y al que le dio seguimiento como presidente nacional del PRD a finales de los noventa. Nota al margen: la protección a Cabal Peniche y el intento de ocultar las cuentas del PRI, en 1998, fue entre otros, a cuenta de Javier Arrigunaga Gómez del Campo, el pariente de Margarita Zavala y por entonces director del Fobaproa.

Para 1992-1993, después de adquirir la planta, los Montemayor y Covarrubias vendieron acciones a AHMSA, cambiaron el nombre de la empresa y se dispusieron a operar como un monopolio de los fertilizantes, pero todo se complicó, la producción se redujo y en sólo seis años, terminaría en la quiebra, con el país —dada la falta de competencia nacional y por lo tanto de producción—importando la mayor parte de los fertilizantes. Así terminó la autosuficiencia que como paraestatal había mantenido Fertimex.

Como muchas de las empresas privatizadas en la década precedente todo terminó en el Fobaproa, el rescate que (me ha sorprendido que muchos jóvenes no sepan de qué va) los mexicanos seguimos pagando desde que se subió el IVA del 10% al 15% (ya con Felipe Calderón se fue al 16%).

Con las plantas paradas desde 2000-2001, la recompra por el Estado se concretó en 2014, cuando Emilio Lozoya Austin era director de Pemex, en la historia conocida por estos días de adquisición de chatarra, a sobreprecio y con presunta corrupción, que dio origen a las órdenes de aprehensión contra Alonso Ancira y Lozoya, hijo del mejor amigo de Carlos Salinas, Emilio Lozoya Thalmann, quien fue titular de la entonces secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal entre 1993 y 1994.

En la edición más reciente de Proceso, otro asunto que implica a Lozoya padre y Lozoya hijo, es el de la empresa de Lubricantes Pemex, objeto de una larga y fraudulenta privatización iniciada con el primero y concluida por el segundo, respecto a la que hasta ahora no se sabe si hay línea de investigación abierta.

En general, el caso de estos días resume en nombres e historias la narrativa de denuncia al salinismo, “neoliberal o neoporfirista”, de López Obrador como opositor y como presidente, pero también revive los escándalos que han ofendido al país en las últimas tres décadas.

Editorial

Desincentivos

La mayoría de la economía se resume en 5 palabras: las personas responden a incentivos. El resto es comentario”, escribe Steven Landsburg en su libro “El economista de sillón: la economía y la vida diaria”.

Los incentivos son quizá la herramienta más poderosa para lograr resultados deseados en una organización… y hasta en el reino animal. Numerosos estudios han demostrado su poder para determinar el comportamiento de diversas especies.

Curiosamente, varios tratan con abejas y abejorros. Por ejemplo, el de los doctores Patricia Couvillon y Jeff Bitterman, de la Universidad de Hawaii.

Sus experimentos con 169 colonias de abejas y abejorros demostraron que los insectos responden mejor con una solución con 50% de azúcar, que a una que sólo tiene un 20%.

Los incentivos funcionan, pues, en los animales y en los humanos.

Pero la clave es alinearlos a objetivos conducentes a progreso, reforzando comportamientos deseados.

Bastante claro, ¿no? Pues habría que explicar este concepto tan simple a Andrés Manuel. Porque él está haciendo las cosas al revés.

Su Gobierno está implementando “desincentivos”, una palabra inventada pero apropiada, pues fomenta conductas incorrectas.

El caso más patético es el de los bloqueos recientes a las vías ferroviarias en Michoacán. Es increíble, bastan 20 personas acampando con hamacas en las vías. Con esto tienen para paralizar industrias enteras. El costo económico es enorme y el impacto ante un inversionista incalculable.

¿La respuesta de AMLO? Abdicar su responsabilidad de liberar las vías federales. “Al pueblo no se le reprime”, “buscaremos diálogo”, etc.

¿Diálogo con la CNTE? Ya sabe qué significa eso, ¿verdad? Lana, prebendas… y más bloqueos en otros lados. Obvio, se responde lógicamente a los desincentivos de AMLO. Si funciona lo que hago, lo seguiré repitiendo. Un comportamiento 100% predecible y totalmente racional.

Y por ahí andan otras acciones de su Gobierno. Los precios de garantía desincentivan la productividad. Su programa improvisado de aprendices terminará promoviendo el paternalismo. Ah, y la última: no capturar a huachicoleros porque son “del pueblo bueno” y pagarles 6-8,000 pesos mensuales es realmente increíble.

Desincentivos todos.

¿Qué tendrían que aprender ya sabes quién sobre los incentivos? Revisemos 6 lecciones del sitio ceoonline sobre cómo crear un sistema exitoso de incentivos:

1. Determinar objetivos a lograr, que busquen el progreso de la organización.

2. Decidir quiénes deben ser incentivados.

3. Establecer metas claras y medibles de desempeño.

4. Especificar los detalles operativos (logística). ¿Cómo se paga, cuándo se paga, cuándo inicia, cuándo termina?, etcétera.

5. Comunicar claramente el sistema a la organización y, sobre todo, a los involucrados.

6. Evaluar, ajustar y repetir. ¿Qué funcionó, qué cambiar?

Por otro lado, un artículo del consultor Roy Saunderson publicado en el sitio especializado incentivemag tiene una lista de las 10 cosas que no hay que hacer al diseñar un sistema de incentivos.

¿Sabe qué error la encabeza? “No recompenses el comportamiento equivocado. Lo que se premia es lo que se obtiene”.

Buenísimas ideas. Apúntelas, seguro le sirven en su empresa.

Lo malo es que parece que AMLO se equivocó de lista. ¡Leyó la de los errores y ésa es la que está implementando!

Este sistema de desincentivos no es privativo del Gobierno federal. ¡Ja! Está presente en todos los ámbitos de la administración pública. Maestros que son premiados por su antigüedad o compadrazgos y no por qué tan bien enseñan, sindicatos que reciben préstamos millonarios, funcionarios que reciben mordidas por otorgar contratos al que cotiza más caro en lugar del más barato, y así hasta el infinito.

Lo más triste de este sistema disfuncional es que provoca en el ciudadano una actitud similar. ¿Por qué tengo que hacer las cosas bien si al burócrata lo premian por ser malo?

Los incentivos son un arma muy poderosa que puede ser utilizada para crear o para destruir. Ojalá que el Gobierno la aprovechara mejor. Tristemente, lo dudo.

Editorial…

AMLO y los bueyes

MONTERREY. Triple contra sencillo a que tras leer el título pensó que le iba a contar sobre la capacidad intelectual de ciertos personajes. Pues no, literalmente hoy hablaremos de vacas, cerdos, pollos… y bueyes.

Andrés Manuel busca la autosuficiencia alimentaria (producir lo que se consume) particularmente en cuatro productos: maíz, frijol, arroz y trigo. Metámosle la lupa al mexicanísimo maíz donde, para empezar, AMLO tiene razón.

México importa poco más del 40% del consumo nacional de maíz. En números redondos, cada año se utilizan alrededor de 38 millones de toneladas (mmT). Como la producción doméstica es de 20-22 mmT, entonces se importan unas 16-18 mmT anuales.

Pero el diablo -y los bueyes- siempre están en los detalles. Resulta que hay dos tipos de maíz con balanzas comerciales y usos muuuy distintos.

El maíz blanco es para uso humano, para hacer masa y obtener harina y sus derivados, por ejemplo tortillas. Y en este tipo México es autosuficiente. Se producen unas 21 mmT anuales y hasta se exporta un poquitito.

El maíz amarillo, en cambio, se utiliza para la producción industrial de almidón, frituras y hojuelas, y también para la alimentación de animales (cerdos, aves y ganado). De hecho, el uso principal -como 60%- es precisamente para alimentar a vacas y bueyes.

Es en este maíz donde tenemos un déficit comercial. Apenas se producen unas 3 mmT para un consumo anual de 16-17 mmT. La diferencia se importa, principalmente de Estados Unidos (EU).

Ya vio para dónde voy, ¿verdad? En el maíz, la autosuficiencia de la 4ª Transformación en todo caso serviría para que nuestras vacas y bueyes tengan el privilegio de no consumir maíz importado.

¿Cómo lo piensan lograr? Con la política setentera de dar precios de garantía. Le cuento que un precio internacional competitivo de una tonelada de maíz ya puesta en México es de unos $4,200 pesos. Bueno, pues AMLO la pagaría a $5,610 pesos a pequeños productores con plantíos menores a 5 hectáreas.

Un subsidio directo para agricultores no muy competitivos que digamos. La productividad media para el maíz en México es de 3.5 toneladas por hectárea. Y la de un ejidatario pequeño de Chiapas puede ser mucho menor, de 1 tonelada o menos.

¿Sabe cuánto es en Iowa o algún estado productor en EU? 10-12 toneladas por hectárea. ¡3 o 4 veces más que en México!

No es casualidad que el agricultor estadounidense tenga esta ventaja: sus plantaciones son mucho más grandes y están más tecnificadas.

Ah, y que no se me olvide: todo el maíz amarillo que importamos de EU es transgénico. Allá sí aprovechan los enormes beneficios en productividad y resistencia a plagas que da esa tecnología a la que aquí AMLO ya le cerró irracionalmente la puerta.

Aun si el límite a pequeños agricultores en los precios de garantía se implementase bien, es fácilmente sujeto a corruptelas. Como me dijo un empresario del ramo: “Dividirán parcelas entre familiares para recibir el subsidio”. Pues sí, es probable.

De una vez lo aclaro: estoy 100% de acuerdo en apoyar a los agricultores pequeños, particularmente los del sur. Pero habría que hacerlo inteligentemente.

¿Y sabe quién sí sabe cómo hacerlo? Poncho Romo. A mi me tocó hace más de 20 años visitar sus coinversiones con ejidatarios en Chiapas y Nayarit para plantar tabaco, cuando tenía Cigarrera la Moderna. Juntaba pequeñas parcelas para lograr escala, las tecnificaba y les compraba a sus socios un cultivo muy rentable. Y no sólo eso, Romo tenía Seminis, empresa líder en transgénicos. Entiende que a la tecnología no se le cierra la puerta, se le aprovecha.

AMLO sólo tiene que preguntarle a su jefe de Gabinete.

Lo más irónico es que en la parte agroalimentaria México no ha hecho tan mal la tarea. Basta decir que desde el 2015 el sector tiene un gran superávit comercial… y creciente. Hay buenas historias de éxito, como el tomate, aguacate, pimiento o los berries.

¿No sería mejor apoyar a agricultores pequeños para que se asocien y produzcan ese tipo de cultivos? Así ganarían muy buena plata. Ah, y sus utilidades no saldrían de su bolsillo o el mío (por los subsidios), sino del de algún consumidor internacional. Mejor que paguen allá, ¿no?

Posdata. Quisiera darle el beneficio de la duda a la nueva estrategia del combate al huachicol. Pero OJO, porque la solución final tiene que ser detener a los delincuentes y no dejar de utilizar el método de transporte más eficiente: los oleoductos. Como ya estamos viendo, esta “solución” es un total espejismo.

Editorial…

México y su desventaja competitiva

El TLC y ahora el AUMEC o USMCA (en inglés), además de tener acrónimos imposibles de pronunciar, tienen su lado oscuro para México. Como País, una cosa es perseguir una ventaja competitiva y la otra es invertirle, a lo que podría llamarse, desventaja competitiva.

México es, en buena medida, un país de subcontratistas, por lo que la maquila debería ser sólo una parte o una fase del plan de desarrollo, pero no su destino. Eso de que nos tuvo en vilo la negociación del tratado con EUA, influido por las ideas y voluntad de una sola persona (el Presidente en turno), es una muestra de la dependencia que tenemos y de que el modelo que hemos seguido ha sido inadecuado y/o insuficiente.

No todas las inversiones extranjeras son “buenas o malas”, el caso es que hay unas mejores que otras, si se consideran bajo la perspectiva del corto y el largo plazo.

La maquiladora genera empleos en el corto plazo, aunque mal pagados, o por lo menos se mantienen lo suficientemente bajos para seguir atrayendo inversiones; pero el costo para el País en el largo plazo es enorme.

Es que el valor ya no está en la maquila ni en la manufactura; el valor migró hacia las marcas, el canal de distribución, el diseño y la propiedad intelectual.

Hemos aceptado, con la ilusión de “progreso”, que otros países desarrollados nos mantengan dependientes y tomados. Mientras nosotros hacemos lo que menos valor tiene, ellos se reservan, o se llevan, los salarios altos, el talento, la propiedad intelectual, el control de la cadena de distribución, las utilidades y así sucesivamente.

Ya no es la era del productor y menos la del maquilador. Bajo el escenario actual, si a una marca extranjera le va mal, digamos General Motors, Volkswagen o Carrier, nos termina afectando. Los que estamos atrás, invisibles en el back-office, estamos colgados de ellos y sólo nos resta padecer los embates de su mala gestión y/o de la erosión de sus marcas.

Somos de los países más invertidos en la producción de autopartes y ensamble, pero no hemos sido capaces de sacar una marca nacional o no se diga internacional.

A México no le conviene competir como maquilador; la escala subordinada no debe ser nuestra fortaleza. Lo que conviene es crecer en nichos especializados donde se tengan elementos diferenciados y de propiedad intelectual.

Viene al caso recordar lo que dijo el Embajador anterior de Corea en México, Seong Hoa Hong. Cuando le preguntaron: ¿Qué piensa de que los coreanos usan los bajos salarios de México para manufacturar y exportar desde nuestro País llevándose las ganancias?

El Embajador, muy tranquilo, contesta: “Corea fue un país maquilador y nosotros evolucionamos y cambiamos el rumbo. Los mexicanos tienen que hacer lo mismo”. Todos los ahí presentes, guardamos silencio mientras el coreano se servía un vaso de agua.

Además de su gran inversión en educación (un proyecto de casi 30 años), los coreanos seleccionaron cinco industrias detonadoras: astilleros, automóviles, químicos, industria pesada y electrónica, y ahora son líderes en todas. Los mexicanos tendremos que escoger las propias.

Japón, Taiwán y Singapore también fueron maquiladores, pero ya dejaron ese modelo atrás y por el mismo camino andan los chinos.

En símil, la riqueza en reservas petroleras debería ser una fortaleza y una palanca de desarrollo pero en muchos países acaba por ser una maldición. Es que los países petroleros se diseñan y se configuran alrededor de sólo un ángulo competitivo que subsidia y atrapa en un ciclo a la nación.

No debe pasar lo mismo que ya nos pasó con el TLC y ahora con el AUMEC. El tratado comercial ayuda en la medida en que México convierta la maquila en palanca.

La estrategia de país aún está por articularse.

Editorial

Sensibles

El ciclo de negocios se puede resumir en 2 pasos: se detecta una oportunidad, se explota una oportunidad. De ahí que haya empresas/organismos oportunas, que crecen y florecen, e inoportunas, que se contraen y perecen.

Podría concluirse que los directivos y emprendedores más exitosos son aquellos que saben identificar e interpretar las señales apropiadas y hacen síntesis de dónde se encuentran las oportunidades, de cómo cambian a través del tiempo y de cuánto duran. Es como si fueran sensores móviles que se desplazan por el mundo recogiendo estímulos que se convierten potencialmente en señales.

La contraparte de las señales es la sensibilidad para verlas. Y a partir de ahí se pudiera abrir la discusión sobre la sensibilidad individual y sensibilidad organizacional.

Respecto a la sensibilidad individual, se pudiera argumentar que las personas tenemos más de cinco sentidos; de ahí la intuición, las emociones o la sensación de que algo o alguien tiene buena o mala “vibra”. De hecho es este sistema intuitivo y automático que realmente rige nuestra vida y la de una organización.

Los procesos de estrategia tienden a ser más intuitivos que racionales, más de síntesis que de análisis, más caóticos que ordenados. Hay personas que de manera natural parecen interpretar el espíritu de los tiempos y toman decisiones en ese sentido.

Está sobrestimada la dimensión racional y gracias a nuevos avances en neurociencia podemos confirmar que los humanos estamos lejos de ser racionales y somos propensos a sesgos de juicio:

* Nuestro auto-concepto es producto de un proceso inconsciente que amalgama datos con ilusiones, que exagera nuestras fortalezas, minimiza debilidades y crea distorsiones, que engrandece lo que nos gusta y minimiza lo que no nos gusta. (Wilson 2011)

* Nos creemos más generosos y competentes de lo que realmente somos. (Gorski, Rangel)

* Cuando hay carga emocional, no hay objetividad; el cerebro automáticamente incluye nuestros sueños y deseos. (Drew Western, 2004)

* Los directivos de una compañía se auto-congratulan cuando las cosas salen bien, pero insisten en los factores externos cuando las cosas salen mal. (Clapham & Schwenk, 2009)

Respecto a la sensibilidad organizacional, falta mucho para que se institucionalice la sensibilidad hacia el entorno y para que de manera sistemática la empresa se vaya adaptando a los cambios y así no perder vigencia.

Entre los sensores institucionales pudieran estar las experiencias directas de los vendedores, el personal del call center y los que hacen la entrega del producto o servicio. También se encuentran los mecanismos evaluatorios post-transacción que deberían de funcionar como retroalimentación al sistema. Más recientemente, los análisis de datos de las transacciones y nuevas herramientas como big data han demostrado ser de gran valor para detectar patrones y tendencias.

Pero estos sensores institucionales, infelizmente, terminan trastocados, erráticos, y desasociados del mercado. Lejos de descubrir movimientos en el eco-sistema en el que se desenvuelven, acaban siendo utilizados como una forma de validación y justificación de lo que ya se está haciendo o simplemente se subordina este tipo de información. Estas formas “oficiales” de validación acaban desensibilizando a la organización, por lo que acaba ensimismada y desincronizada del entorno.

Una empresa, como cualquier otro organismo, tiene el mandato de desplazarse para crecer, adaptarse y reproducirse. Entre mejor detecte las variables de su entorno y sepa elegir entre la infinidad de posibilidades de gestión, mayor probabilidad tendrá de sobrevivir y desarrollarse.

Editorial

¡Al diablo con su autonomía!

Parece que en la 4ª Transformación aquel famoso “¡al diablo con sus instituciones!” que dijo ya saben quién en el 2006 en el Zócalo se permutaría hoy por un “¡al diablo con su autonomía!”.

Una acción en apariencia menos amenazante, pero igual de peligrosa.

Una sentencia de muerte paulatina de un líder autoritario que también se ha transformado. Destruir las instituciones sería demasiado obvio. Es mejor dinamitar sus cimientos con 3 dosis de explosivos:

1. Criticándolas. Las palabras (aun si son “con respeto”) de un líder tan poderoso como AMLO pesan. Ataques que preparan el camino para acciones que luego comprará “el pueblo sabio”.

2. Ahogándolas. Si son superfluas entonces son gastonas. Por eso se les puede meter tijera grande a sus presupuestos: -30% al Instituto Nacional de Evaluación Educativa (una tragedia, relea “Andrés, te equivocas”), -16% al IFT, -8% a la CNDH, -28% a la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) y -29% para la Comisión Reguladora de Energía (CRE).

3. Acotándolas o interviniéndolas. Tal como sucedió en la CNH, donde renunció su titular en diciembre, o como intentaron fallidamente hacerlo con el titular de la CRE, aunque casualmente sí renunciaron tres comisionados.

Ojo, seguramente se puede mejorar la eficiencia o nivel de gasto de las instituciones. Pero habría que hacerlo inteligentemente.

¿Qué pasa si logra AMLO debilitar a las instituciones? Vamos a responder analizando a una: la CRE. ¿Para qué sirve? ¿Qué pasa si mañana deja de existir?

En términos generales, la CRE es el árbitro de 3 sectores relevantes en la economía: eléctrico, gas (natural y LP) y distribución de combustibles. Fija tarifas (las de la luz, por ejemplo), regula a los actores y asegura que se cumplan las reglas.

Este último punto es clave, porque hoy en estos sectores la inversión privada es muy relevante. Revise estas cifras de inversión privada del sexenio que recién terminó:

a) $9,000 millones de dólares (mmDls) en generación de luz. Y OJO, porque aunque no le gusten a AMLO, la electricidad que producen los productores privados es en promedio 20% más barata que la de la CFE.

b) $22,600 mmDls en el sector del gas, donde, por ejemplo, la capacidad de transportación creció 80%.

c) $20,100 mmDls en petrolíferos, incluyendo inversiones en almacenamiento de gasolina y diesel. Como queda patéticamente claro con la crisis de abasto de gasolina, el inventario en México es de tan sólo 3 días en promedio. Ah, y en la Cd. de México es ¡de un solo día!

Toda esta inversión privada entra porque hay un árbitro que asegura que las reglas se cumplan y no se cambien. Si el regulador se debilita, la inversión no llegará. De ser así, ¿de dónde van a salir los miles de millones de dólares que el Gobierno tendría que invertir?

Entonces, parte de lo que estaría en juego al acotar la autonomía de los reguladores energéticos es la posibilidad real de lograr una competencia que fomente eficiencia en la proveeduría de petróleo, gasolina, diesel, luz y gas.

Esto es clave, pues es imposible que México progrese sin energía competitiva a nivel internacional (contra EU, por ejemplo). La cosa es que Pemex y CFE tradicionalmente han sido obesos y caros.

Si la competencia era clave antes, más lo será ahora que se busca retomar el rol del Estado como productor preponderante. Por ejemplo, el presupuesto de CFE creció 12%, el de Pemex 18.5% y el de la Secretaría de Energía ¡1,002%!

Le apuesto que sin regulación y competencia las tarifas energéticas no van a bajar. Competir es la mejor arma para lograr que la autonomía energética se traduzca en energía barata.

Cierro con una anécdota de un desayuno de febrero del 2018 en el que estuve con AMLO. Al despedirse comentó algo así: “Nuestras elecciones son caras y complicadas. Ésta va a ser la última tan compleja y costosa”.

Me pregunto: ¿acaso seguirá el INE? Cuidado, porque cuando el Gobierno organizaba las elecciones hace algunas décadas teníamos elecciones simples y baratas… pero también totalmente manipuladas.

Habrá, pues, que estar atentos para defender la autonomía de nuestras instituciones. Estoy a favor de buscar su eficiencia basados en análisis detallados, pero estoy totalmente en contra de estrategias tramposas que lo que en realidad buscan es desmantelarlas.

Editorial

Amor al odio

En un caso extremo de frustración personal y un sentido de vacío, resulta sencillo convertirse en fanático. El fanático parte de la premisa que al odiar a lo mismo, demuestra su solidaridad y pertenencia hacia el grupo.

Son tres los elementos que se complementan para que el odio colectivo se manifieste.

El primero es la motivación hacia el odio. Entre las ganancias secundarias de la persona está el que al ser parte de un movimiento, el individuo descansa de su propia lucha existencial. La persona se diluye en el grupo, renuncia a su ser para dejarse de cargar a él mismo y ser cargado en el grupo.

La segunda es es la proyección como fenómeno psíquico. La sombra, bajo el enfoque Jungiano, es aquella parte del psique que guarda todo lo que al ego no le gusta o le genera ansiedad, como envidia, sentimientos de inferioridad, impulsos violentos, sexuales, etcétera; al igual que las partes que no se desarrollan y se reprimen.           

Lo interesante es que esta energía guardada en el subconsciente no se estanca, sino que emerge en diferentes situaciones, siendo la más común la proyección. Nietzsche decía que la locura es más común en grupos que en individuos, en función de que se activa un “chip borreguista” que afecta a la lucidez individual.

La tercera es el objeto del odio, es decir, el chivo expiatorio. Las cosas y personas objeto de la proyección, en realidad son como un espejo de resonancia que muestra partes de uno mismo a las que no se les quiere enfrentar y son reprimidas. Se necesita alguien o algo que sea la proyección de la sombra y que pueda ser sacrificado para purgar y limpiar nuestras culpas y defectos.

El chivo entonces se convierte en objeto de ataque constante que previene que los individuos, o la organización, se hagan responsables de ellos mismos.

Hasta las empresas necesitan de un chivo expiatorio y, metafóricamente, esta posición podría ser considerada dentro del organigrama. Lo mismo ocurre en las familias, los grupos de amigos, los equipos de trabajo.

Abundan empresas que se niegan a verse a ellos mismos: culpan a la competencia, al mercado, a los vendedores, a la situación, a los proveedores y, me ha tocado, hasta culpan a los clientes. Entra entonces el mecanismo del chivo expiatorio y se la pasan linchando a uno tras otro, como si cada linchamiento fuera una solución. Con el tiempo, inevitablemente el líder se queda solo y ya no tiene a qué o quién culpar. Pero persiste, se aferra al puesto y a su proceso, hasta que la empresa quiebra.

En una relación concomitante, para los fanáticos existe un líder que usualmente los explota y los manipula, de manera consciente o inconsciente. Resulta sencillo venderle a un fanático que desespera por un líder.

Fieles a esto, en nuestros días tenemos a Orban (Hungría), Trump (USA) y Giuseppe Conte (Italia) contra los inmigrantes; al tiempo que Maduro (Venezuela) agarra de diablo a los norteamericanos que, según esto, lo quieren derrotar.

Cuando a Hitler, que conocía de la fuerza unificadora del odio, le propusieron exterminar de golpe a todos los judíos contestó: “no, porque tendríamos que inventar a otros que suplan su lugar”. También decía: “no hay que confundir a las masas presentándole demasiados demonios. Es mejor concentrarse en un sólo adversario”.

Los movimientos masivos podrán nacer sin creer en Dios, pero no pueden hacerlo sin creer en el diablo. Usualmente la fuerza de un movimiento masivo es proporcional a la viveza y lo tangible de su demonio (Hoffer).

El fanático no piensa. Quiere secretamente morir por su causa y fundirse en un movimiento. Incluso, una causa buena se convierte en mala si impera el fanatismo.

Peace and love.

Editorial

La victoria de Morena

Con desaseo, un margen menor de lo que podría suponerse en sus victorias y un resultado que, siendo bueno, dista aun de convertirse en ruta hacia la consolidación, el partido Morena, fundado por Andrés Manuel López Obrador, transitó este 2 de junio por el primer proceso electoral posterior al presidencial de 2018.

A 11 meses de obtener una ventaja indiscutible y reducir la representación de sus opositores, Morena se adjudicó este fin de semana los dos cargos más importantes del proceso electoral como lo son las gubernaturas de Baja California y Puebla.

El resultado tiene una significación histórica, pues Baja California fue el primer estado que ganó el PAN en 1989, retuvo la posición por 30 años y, finalmente, fue derrotado de manera aplastante.

Puebla, en su elección extraordinaria organizada tras la muerte de la gobernadora panista Martha Erika Alonso y de su esposo, el exgobernador y senador, Rafael Moreno Valle, rompió con el enclave del panismo morenovallista, el cacicazgo más representativo de lo que suele designarse como el Prian.

Las dos gubernaturas obtenidas, convierten a Morena en el partido que gobierna más de la cuarta parte de la población pues, las seis entidades donde tiene o tendrá gobernador, concentran cerca de 37 millones de habitantes. Con eso, el Congreso de la Unión y la Presidencia de la República, su primerísima posición respecto a los demás partidos, es innegable.

Sin embargo, el avance electoral es limitado. Primero, por la abstención que, en el caso de Puebla, invirtió los porcentajes en 11 meses: en 2018, participó el 67.64% del electorado mientras que este 2 de junio, la abstención fue en torno al 65%. En tanto, en Baja California, la participación según el cálculo preliminar fue en torno al 30%.

De las otras cuatro entidades que celebraron elecciones sólo en Quintana Roo puede notarse el avance de Morena en 11 de los 15 distritos. Ahí la participación fue en torno al 22%, una cifra baja aun tratándose de una elección intermedia local.

Es posible que la falta de entusiasmo electoral sea indicativo de un desencanto ciudadano respecto a las alternativas partidistas y de que éste –en sólo seis meses de ejercicio presidencial–, alcanzó a Morena que, como partido, quedó a deber en los procesos de selección de candidatos.

Y es que, el común denominador en Baja California y Puebla fue el desaseo de sus procesos internos, donde prevalece la falta de transparencia y por lo tanto, de certeza dentro y fuera de sus filas, dejando el mal sabor de la imposición centralista favorable a candidatos cuestionados.

De hecho, la litigiosidad de Baja California se advierte para el período poselectoral, toda vez que el PRD ya anunció la impugnación por inelegibilidad  dada la presunta ciudadanía estadunidense y participación en el Partido Republicano, del morenista Jaime Bonilla; en Puebla, la conflictividad interna se patentó desde la designación de Miguel Barbosa, hombre clave en el Pacto por México, impuesto por la dirigencia nacional que ganó.

En los dos casos, un mismo origen de conflicto: la imposición agravió aspirantes que terminaron como opositores. En Baja California, el candidato perredista Jaime Martínez Veloz pidió democracia interna en Morena y Yeidckol Polevnsky lo insultó públicamente; en Puebla, Enrique Cárdenas acusó en 2017 que fue invitado candidato a gobernador y luego desechado en Morena sin más.

Además, lo ocurrido en Aguascalientes, Durango y Tamaulipas, donde Morena perdió, deja en evidencia que el respaldo a sus siglas –en buena medida posicionadas bajo la marca López Obrador—no es generalizada y, si partimos de que las elecciones intermedias son de base partidista, se puede concluir que Morena sigue sin trascender el hecho de haber sido creado como comité de campaña del hoy presidente.

Morena obtuvo dos victorias importantes, pero su posicionamiento en los comicios del 2 de junio,  no fue contundente.

Editorial

Le falta ambición a AMLO

A veces cuesta trabajo concebir a políticos que buscan el poder por el poder mismo, no como medio para enriquecerse. Parece ser el caso de López Obrador. En su estupendo texto en la revista Nexos, María Amparo Casar hace un elocuente y detallado recuento de cómo y dónde avanza rápidamente en este proyecto.

AMLO entiende la ventana de oportunidad que proviene de su incuestionable mandato electoral y evidente popularidad. Sin ambages, ha pasado encima de la ley, debilitado contrapesos y atacado con la fuerza del Estado a quienes lo cuestionan. Llena vacantes en la administración pública con funcionarios sin capacidades mínimas, en su mayoría, pero más obedientes, leales e ideológicos.

Nadie se le pone enfrente pues la oposición está mutilada y arrasada. Me parece injusto esperar que en cien días estén listos para reaccionar, dada la magnitud del choque recibido. Pero más les vale apresurarse.

AMLO no ve que su falta de pragmatismo es su peor enemigo. Esto es positivo. Si estuviera ejecutando el mismo arrasador proyecto para monopolizar poder con más inteligencia, visión táctica y pragmatismo, sería imparable. Si, por ejemplo, hubiera frenado la cancelación del aeropuerto, habría comprado tiempo invaluable, muchos le seguirían dando el beneficio de la duda. Si no hubiera detenido las nuevas rondas para explotación petrolera, hubiera liberado cuantiosos recursos que el Estado podría utilizar para fines que le rendirían frutos políticos infinitamente más jugosos que su despistado intento de salvar a Pemex. Ese error sellará su destino. Si no hubiera, innecesariamente, presentado un ambiente tan hostil a la inversión extranjera e incierto para inversionistas nacionales, la inversión tendría una inercia capaz de acelerarse, generando crecimiento que le daría muchos más recursos fiscales de los que tendrá. Si fuera más pragmático e inteligente, no estaría peleándose con las calificadoras y con los mercados, cuando en su Presidencia apenas amanece.

Lejos de lo que parecería a primera vista, el mayor problema de AMLO es su falta de ambición, no su exceso. Él imagina un México en el que nuestra población subsiste, donde todos los niños reciben alguna educación, aunque sea mala, y donde Morena pasa de ser un movimiento a un partido hegemónico en un país donde la separación de poderes es mera ceremonia. Un partido cuya permanencia proviene de un sistema clientelar nacional bien arraigado.

En su visión, México ve hacia adentro. No se mete con nadie, esperando que los demás hagan lo mismo. Su afición a la historia lo encandila y le hace pensar que su Presidencia es rehén de un pasado cuya realidad está más lejos de la actualidad que la distancia cronológica. Lo está porque en decenas de miles de años de humanidad nunca ha habido un entorno cambiando más rápido que éste. El avance de las ciencias, de la tecnología, de la medicina presentan retos y oportunidades grandiosas de las que no podemos ni debemos abstraernos. Quiere aislarnos en medio de un mundo que nunca ha estado más conectado y que, por lo mismo, nunca ha sido más co-dependiente.

Su miope liderazgo y absoluta falta de entendimiento de lo que viene condena a México a un futuro de inferioridad, de sumisión y de atraso. O decidimos cómo nos incorporamos a un mañana lleno de esperanza, o ese mañana nos llevará tirándonos del pelo, sin oportunidad alguna para decidir dónde y cómo desarrollamos nuestras fortalezas relativas para insertarnos en forma estratégica e inteligente; para pasar de ser espectadores a protagonistas, de ser clientes a proveedores, de regatear migajas a crear riqueza verdadera.

AMLO no imagina a millones de niños mexicanos capaces no sólo de incorporarse al futuro sino de contribuir e influir en él. No imagina un México abierto y sin miedos, capaz de ser mundialmente competitivo. Cree en regalarle títulos sin valor a nuestros jóvenes, porque no los cree capaces de sudar y competir para obtenerlos. No los cree capaces de emprender y sólo alcanza a concebirlos como clientes. Cree en un país de dependencia, no en uno creativo y pujante.

A AMLO lo que le falta es ambición.

Editorial…

La fisura

La civilidad se deteriora. La fisura entre aliados naturales se profundiza, mientras el enemigo común se aprovecha del absurdo para asesinar y saquear.

Cuando critiqué las tentaciones autoritarias del Presidente y su ofensiva contra el periódico Reforma, recibí apoyos y condenas en redes sociales. Un partidario de Andrés Manuel López Obrador lanzó el lamento: “¡ya lo perdimos!”. Imposible perder lo que nunca se tuvo. En las últimas décadas he apoyado en varias ocasiones a AMLO pero nunca he sido incondicional; venimos de diferentes corrientes de izquierda.

Un historiador de El Colegio de México, Ariel Rodríguez Kuri, escribe una historia sobre la izquierda y, en una conversación reciente, enumeramos las ramas de ese frondoso árbol: anarco-sindicalista, comunista, lombardista, cristiana, oficialista, intelectual, zapatista y social. Entre ellas hay similitudes y diferencias.

López Obrador viene de la izquierda creada por los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana y, al igual que los comunistas, considera al partido como el protagonista de la historia, porque representa las aspiraciones del pueblo y porque es la bisagra entre el Presidente -líder y árbitro de la vida nacional- y el México organizado o disperso. El PRI colonizó a sus opositores con esta tesis y los partidos se conjuraron para crear una “partidocracia” privilegiada que pone trancas y candados que dificultan o impiden la participación social en los asuntos públicos.

Si uno los compara durante el último medio siglo, los partidos han dado prioridad a la disputa por cargos, a las alianzas entre ellos y a cerrarle las puertas a la sociedad. Los periodistas, activistas y académicos comprometidos -en esta corriente también hay farsantes- se han dedicado a reinterpretar la historia y renovar la agenda de la discusión pública con la temática del siglo XXI: derechos de género, diversidad sexual, medio ambiente, etcétera.

El Presidente tiene muchos atributos personales y son encomiables sus recorridos por el país (“Presidente caminante”, lo llama Rodríguez Kuri) y la convicción con la cual está combatiendo la corrupción, la inseguridad y la desigualdad. Sin embargo, llama la atención su rechazo visceral a la sociedad civil y a los medios de comunicación críticos pero respetuosos de la pluralidad; ha olvidado que estos sectores pavimentaron el camino a Palacio. Es como si el Presidente quisiera borrarlos porque le echan sombras al protagonismo de Morena y los partidos.

La semana pasada 437 diputados votaron por unanimidad la eliminación de la Constitución de la partida secreta del Presidente. Fue un voto unánime con el cual sepultaban simbólicamente los abusos presidenciales. La versión estenográfica emana el olor a mirra e incienso de los elogios a los partidos y al actual Presidente. Quienes hablaron por el PAN y Morena también reconocieron justificadamente el papel jugado por el diputado Pablo Gómez (Morena) quien, en su turno, rindió homenaje a “los periodistas valientes […] que se la rifaron”.

Lástima que Pablo Gómez se olvidara de los verdaderos protagonistas de esa lucha. Reforma hizo suyo el tema y publicó, como noticia principal, las investigaciones que hicimos Helena Hofbauer y yo sobre los 850 millones de dólares que se gastó Carlos Salinas de esa partida. También pesó que Alianza Cívica demandara jurídicamente al presidente Ernesto Zedillo, para que informara sobre la manera como había usado esa partida; Zedillo respondió dejándola en ceros.

Reconocer al otro es requisito indispensable para el consenso. El Presidente y los partidos se equivocan cuando regatean, niegan o excluyen a la sociedad organizada. Obstaculizan los entendimientos indispensables para enfrentar con más posibilidades de éxito la violencia criminal, la corrupción y el antimexicanismo de Donald Trump y sus seguidores. Crean una fisura absurda.

Salir de la versión móvil