Agencia Reforma
CIUDAD DE MÉXICO. El Presidente Andrés Manuel López
Obrador repitió este primero de septiembre el ritual de los informes de
Gobierno, pero en esta ocasión no hubo despliegue de fuerzas federales ni
vallas de metal en el exterior, tampoco cadena nacional, papelitos de colores o
el clásico besamanos.
El político
tabasqueño convocó a unos 600 invitados a escuchar un mensaje de poco más de 90
minutos, más corto que una conferencia “mañanera”.
Imponiendo su
estilo, habló desde Palacio Nacional donde se colocó una mampara con la leyenda
“Tercer Informe de Gobierno al Pueblo de México”.
Sin importar que
esta fecha está contemplada en la Constitución para presentar el Primer
Informe, el tabasqueño “bautizó” el acto tomando en cuenta el acto
realizado a los 100 días del arranque de Gobierno y también la celebración en
el Zócalo del 1 de julio pasado.
El Jefe del
Ejecutivo “madrugó” al Congreso, y dio cuenta del estado que guarda
la Nación seis horas antes de que inicien los trabajos legislativos, momento en
que se debe entregar el documento.
En punto de las
11:00 horas, se presentó en el Patio de Honor con un ejemplar en las manos, y
comenzó con un chiste.
“No crean que
lo voy a leer todo”, soltó mientras mostraba el libro forrado del mismo
color utilizado por Morena, el partido político que lo llevó a la Presidencia.
Frente al
Mandatario, en la primera fila, estuvieron su esposa y sus hijos así como las
cabezas de los Poderes Legislativo y Judicial.
A su izquierda,
los Gobernadores y, a su derecha, los titulares de los criticados órganos
autónomos como el INAI, el INE y la CNDH.
En el público,
empresarios afines y críticos. Lo mismo se vio a Carlos Slim, de Grupo Carso,
que a Germán Larrea, de Grupo México, y desde luego al compadre presidencial
que se quedó sin licitación para los libros de texto, Miguel Rincón.
“Agradezco la
colaboración de Carlos Slim, Carlos Salazar y Antonio del Valle”, expresó
el Mandatario, al reconocer la labor de la Iniciativa Privada en la
renegociación para la construcción de gasoductos.
“Agradezco a
Carlos Bremer (por comprar la casa de Zhenli Ye Gon)… no sé si lo
invitamos… ni siquiera lo invitamos… bueno, ya se va a enterar”, dijo
al agradecer la compra que permitió entregar apoyos a los atletas.
Los empresarios se
dejaron ver en el histórico recinto, junto con las cabezas de las cúpulas
empresariales: el CCE, la Concamin, Concanaco y el Consejo Mexicano de
Negocios.
Sin embargo, como
ocurrió en actos anteriores, no asistió la Coparmex.
Mezclados entre el
público estuvieron los legisladores y dirigentes de Morena que se han
confrontado públicamente por los cargos en el Congreso y las posiciones en el
partido: Martí Batres, Ricardo Monreal, Yeidckol Polevnsky.
Todos los
invitados, incluido el Gabinete y cientos de militares y marinos, escucharon el
informe y aplaudieron al Presidente en más de 20 ocasiones.
Llegó el recuento
de los logros en lo social y los anuncios para avanzar en proyectos
estratégicos, pero también las justificaciones sobre lo no conseguido en estos
nueve meses.
Con el crecimiento
en cero, el Presidente negó que exista recesión; sí aumento en los empleos,
presumió los contratados por sus programas sociales, y al hablar de
inseguridad, culpó a las fallidas estrategias de las pasadas administraciones.
López Obrador
reivindicó su política de austeridad sin mencionar a los damnificados de los
recortes.
Para defender la
decisión, recurrió de nuevo a las citas del Presidente Benito Juárez.
Y al hacerlo, el
mismo Mandatario que consideró más importante la justicia que la ley, recordó
la frase: “no pueden gobernar a impulsos de su voluntad caprichosa, sino
con sujeción a las leyes”.
Para el cierre de
su discurso, el Presidente eligió un nuevo ataque contra sus adversarios, a
quienes minimizó por su incapacidad para organizarse y hacerle frente.
“Los
conservadores están nerviosos o incluso fuera de quicio. Sin embargo, no han
podido construir, toco madera, crear un grupo o una facción con la fuerza de
los reaccionarios de otros tiempos”, advirtió.
“Lo digo con respeto, no quiero que se
entienda como un acto de prepotencia o de burla: están moralmente
derrotados”.