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SOS COSTA GRANDE

(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

El PRI sí sabe cómo hacerlo, podríamos decir a propósito del caos en Morena y, en contra parte, el orden y ¿paz? en el tricolor. En esta ocasión, hasta el PRD dio una gran muestra de civilidad, cuando allá por el verano de 2020 se tomó el acuerdo de elegir a su precandidato por encuesta; nadie creyó en que esta decisión sería acatada pero afortunadamente Carlos Reyes Torres, el contrincante de Evodio Velázquez Aguirre, firmó el acuerdo y aceptó el resultado, replegándose para darle pantalla única a Evodio, quien con su proyecto “Evoluciona”, recorrió el estado en el marco de su precampaña, culminando el 8 de enero en Chilpancingo con una marcha masiva. Y así quedaría en espera de que este fin de semana el tricolor definiera a su precandidato, con el cual ha de medir fuerzas.

Y, pues bueno, aunque en un cónclave cerrado, que encabezó Alejandro Moreno, mejor conocido como Alito, líder nacional del PRI, y con la presencia del diputado federal y ex gobernador René Juárez Cisneros, los tres precandidatos tricolores se carearon.

En la encerrona, que se desarrolló en conocido hotel de la Zona Diamante de Acapulco, el resultado fue a la inversa que en Morena y en el PRD, pues el partido eligió no al más conocido, sino al más aceptado.

¿Pero, es que no es lo mismo? No. Yo siempre pongo como ejemplo de que la actriz Niurka Marcos es muy muy conocida por la mayoría de los mexicanos; peo de ahí a que sea aceptada, hay un largo trecho, y menos para encomendarle asuntos tan importantes como lo es un gobierno estatal.

Y así sucede precisamente con la clase política. Una cosa es que seas harto conocido, y otra que seas bien aceptado, porque el conocimiento hacia la persona puede provenir de cosas negativas, no necesariamente positivas. De hecho, ese es el debate ahora en Morena, que esgrimen en contra de su candidato. Todavía anda Luis Walton Aburto en campaña, pidiendo que cambien a Félix Salgado Macedonio, lo mismo que Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros.

Por eso iniciamos esta entrega con el consabido: “El PRI sí sabe cómo hacerlo”. Tomaron una decisión “cupular”, sin atenerse a una sola lectura en las encuestas, y optaron por nominar como precandidato a uno nuevo, no a alguien que compitió por el mismo cargo hace 10 años.

Y es que consideran que es más factible construir sobre un nuevo terreno, que construir sobre cimientos viejos.

Con la pena, pero Añorve no tuvo la suerte de Astudillo, quien perdió contra Zeferino Torreblanca en 2005, y 10 años después la suerte le daba otra oportunidad, cuando tenía el modesto cargo de diputado local, y habiendo pasado una vez más por la alcaldía de Chilpancingo.

Añorve, en cambio, pese a que en esta ocasión el destino lo colocó en alianza con su primo Ángel Aguirre Rivero, con quien compitió sin suerte hace 10 años, no pudo traspasar la línea que el PRI siempre ha marcado, y que es la de ir con caras nuevas.

Recordemos que esto mismo sucedió con Aguirre en 2010, cuando forzosamente quiso repetir como candidato a gobernador, habiendo sido ya gobernador interino. El PRI, en ese tiempo bajo la dirección de Beatriz Paredes Rangel, se decidió por uno de su mismo grupo político, y éste era su primo Manuel Añorve.

Cuando Aguirre salió de aquel cónclave en la Ciudad de México, y pese a que dijo que aceptaría el acuerdo, escuchó el canto de las sirenas de Marcelo Ebrard y se dejó chamaquear. Pudo ser gobernador de Guerrero, pero al precio de desarticular al PRI, con el cual hoy se están aliando. Tan fácil como haberse quedado en el tricolor.

Hoy lo volvieron a hacer, y sólo falta que Añorve haga lo que hizo su primo Aguirre en 2010, porque definitivamente no está de acuerdo con que la candidatura se le haya dado a Mario Moreno Arcos, quien -dicho sea de paso- cuenta con la simpatía del propio Aguirre, pues recordemos que al chilpancingueño siempre se le achacó que aunque se mantuvo en el PRI, junto con su hermano Ricardo apoyaron a Aguirre siendo ya candidato a gobernador por el PRD.

Eso le valió que en 2015 no pudiera ser el candidato, porque Añorve se opuso, y prefirió a Astudillo, echándole a Mario Moreno Arcos en cara su traición.

Hoy, sin embargo, Mario tenía todo para ser el candidato, y no es que sea muy amado, sino que está siendo usado para contener a Añorve. Y curiosamente fue el ex gobernador Aguirre el fiel de la balanza, ya que en este caso también contó la opinión del PRD, partido con el que van en alianza. Obviamente, los perredistas no apoyarían a cualquiera, sino que pondrían condiciones. Añorve es el que más ampollas levanta entre el perredismo, y fue así que el PRI les dio a sus aliados al candidato menos cuestionado, porque de lo contrario la alianza estaría en riesgo de romperse. Con Mario, entonces, mataron dos pájaros de un tiro.

Es así como la rueda de la fortuna ha ido dando muchas vueltas a lo largo de estos primeros 20 años del siglo 21. No ha sido fácil para la clase política adaptarse a las nuevas circunstancias, pero tendrán que hacerlo, o perecen. Sólo aquel político que logre entender los nuevos tiempos, podrá prevalecer sobre esta dura ley de selección natural.

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