(Misael Tamayo Hernández, in
memóriam)
El “Guachicolazo”, pese
a ser un problema demasiado complejo y a los errores de logística cometidos por
el gobierno federal, le está sirviendo al presidente de la República, Andrés
Manuel López Obrador, como nueva catapulta política.
Según el diario El
Financiero, prácticamente 90 de cada 100 mexicanos está a favor de esta cruzada
anticorrupción en Pemex, contra 11 en contra. La empresa encuestadora de María
de las Heras da un 72 por ciento a favor, contra 18 en contra. Mientras que
Mitofsky registra 57 contra 36 por ciento.
Y en general, 76 de cada
100 mexicanos aprueban su gestión, a mes y medio de que comenzó, lo cual es la
calificación más alta de cualquier mandatario en la historia.
Esto contrasta
diametralmente con la imagen que se está tratando de afianzar en redes
sociales, en el sentido de que el pueblo repudia la medida de control de AMLO,
para frenar el robo de combustible, no en los ductos, sino lo que se roba desde
dentro de la paraestatal y que es 80 por ciento del total, y que el presidente
estaba perdiendo sus bonos políticos. Nada más alejado de la realidad, pues los
números son fríos y no mienten.
Los números que día a
día, en sus conferencias matutinas, ha ido presentando, son escalofriantes. Y
aunque ya medios nacionales habían incursionado en ese espinoso tema –incluso
hay libros que hablan de cómo Pemex estaba cooptado por una mafia de cuello
blanco-, faltaba una estrategia con el rigor que está siendo llevada, para que
todas las ratas salieran de la ratonera, literalmente.
Y queremos pensar que
todavía no sabemos todo. Ayer, el presidente dijo que el robo de combustible,
popularmente conocido como “guachicoleo” (aunque en realidad este término habla
de un proceso de adulteración y no de robo de un producto como tal) comenzaba
desde las plataformas petroleras. Estamos hablando entonces de una cadena de
saqueo que dista mucho de ser el ya tan conocido “robo hormiga” que sucede en
todas las dependencias públicas, e incluso en las empresas privadas.
Este es un caso
apocalíptico, que forzosamente derivó en un obligado aumento al precio de la
gasolina, y un incremento en las importaciones, para robarlo y para ir compensando
el desfalco -que si nos atenemos a los listados de Forbes, mismos que revelan
solamente lo robado por los guachicoleros de a pie, pero no de la mafia de
cuello blanco-, fue durante el sexenio de Enrique Peña Nieto cuando todo se
salió de control, al pasar de 189 tomas clandestinas en el año 2000, en el
inicio del gobierno del presidente Vicente Fox Quesada, a 12 mil 581 en 2018,
con el regreso del PRI al poder.
Pero aún durante
Calderón el problema estuvo de algún modo controlado, pues en 2007, su primer
año de gobierno, se detectaron 323 tomas en los ductos de Pemex, contra 1,635
en 2012.
Fue con Peña Nieto
cuando todo se volvió un saqueo descarado, tanto dentro como fuera de Pemex. El
sexenio comenzó en 2013 con 2,781 tomas clandestinas, hasta alcanzar las 12 mil
581 en 2018, y el guachicoleo se generalizó en el país, con la intervención de
grupos delincuenciales, sobre todo en el triángulo rojo de Puebla, donde se
aprovecha la pendiente de las cumbres de Maltrata en Veracruz, para chupar los
ductos de Pemex, pues en ese punto, aunque los ductos sean cerrados, el combustible
sigue fluyendo hasta por dos horas, por la sola atracción de la gravedad.
En ese triángulo, por lo
menos 5 municipios poblanos tienen una economía basada en el robo de
combustible, y es en ese punto donde continúan los boquetes en los ductos, de ahí
la importancia de que permanezcan cerrados.
Pero lo peor está
sucediendo dentro de la paraestatal, y la madeja apenas comienza a
desenredarse. Un funcionario de Hacienda dijo antier que en el esquema de robo
están metidos hasta ex alcaldes, diputados, empresarios y un largo etcétera.
¿Cómo no va a respaldar
la gente de México esta cruzada? ¿No era lo que queríamos, que se combatiera la
corrupción? Pues bien, ahí tenemos la repuesta. Sabíamos que era un cáncer
masivo, y en este combate habrá muchos daños, incluidos los inconvenientes de
ir a una gasolinera y que te digan que no hay combustible.