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El Huracán OTIS deja una Inimaginable Tragedia en Costas de Guerrero

Guillermo Arteaga González

En la madrugada del miércoles 25 de octubre, las costas del estado de Guerrero fueron testigos de un evento sin precedentes en la historia climatológica de México, un huracán categoría 5, con vientos sostenidos de 260 km/h y rachas que sobrepasaron los impresionantes 300 km/h, tocó tierra dejando tras de sí un panorama de desolación y una clara llamada de atención sobre la realidad del cambio climático, este huracán, que ha sido catalogado como el más potente que haya golpeado la costa del Pacífico en nuestro país, ha puesto a la vista la vulnerabilidad de nuestras ciudades y comunidades ante los desastres naturales, las imágenes de destrucción son desgarradoras, hogares arrasados, familias enteras desplazadas, infraestructuras colapsadas y un saldo incalculable de pérdidas humanas y materiales, no se puede dimensionar la magnitud del daño hasta que lo ve con sus propios ojos.

La magnitud de este fenómeno meteorológico ha superado todas las expectativas y preparativos, aunque Guerrero cuenta con un sistema de protección civil y experiencia en el manejo de huracanes, la furia desatada por este ciclón ha rebasado cualquier pronóstico, dejando en evidencia que estamos ante un nuevo nivel de amenaza climatológica, la ciencia lo había anticipado, el cambio climático está propiciando que los huracanes sean más intensos y peligrosos, el calentamiento de los océanos alimenta la fuerza destructiva de estos fenómenos, y lo que hemos vivido en Guerrero es una muestra palpable de esta tendencia, ignorar esta realidad es, sencillamente, inaceptable.

Los daños materiales, aún no cuantificados en su totalidad, se estiman en cientos de millones de pesos, pero más allá de las cifras, lo que realmente duele y preocupa es la pérdida irreparable de vidas humanas y el impacto en las comunidades afectadas, Acapulco, ese emblemático destino turístico conocido en todo el mundo, ha quedado irreconocible. Sus playas, sus calles, sus hoteles, todo ha sido arrasado por la fuerza implacable de Otis, en Coyuca de Benítez, la situación no es menos grave, este municipio costero ha sufrido el impacto del huracán de manera directa, dejando un panorama de desgracia que parece sacado de una película de apocalíptica, pero esto no es ficción, es la cruda realidad que miles de personas están viviendo en carne propia.

Este coloso de categoría cinco que se ha presentado como tragedia cernió sobre las costas del pacífico mexicano, descargó su furia sobre Acapulco, Coyuca de Benítez y sus respectivas comunidades, la destrucción ha sido tan vasta y el impacto tan profundo que, a medida que los días avanzan, la dimensión real de la catástrofe se hace más evidente, y dolorosa, el número de muertos y desaparecidos sigue en aumento, como una cruel cuenta regresiva que parece no tener fin, familias enteras han sido afectadas no solo materialmente si no también mentalmente al perderlo literalmente todo, comunidades enteras han quedado sumidas en el luto y la desesperación, y mientras los equipos de rescate y ayuda humanitaria hacen lo humanamente posible por aliviar el sufrimiento, la realidad es que las heridas causadas por Otis tardarán mucho en sanar.

Es categórico que, como sociedad y gobierno, tomemos medidas inmediatas para mitigar los efectos del cambio climático, esto implica una transición energética hacia fuentes limpias y renovables, la protección de nuestros ecosistemas, la implementación de infraestructuras resilientes y la creación de comunidades sostenibles, conjuntamente es vital reforzar los sistemas de alerta temprana y preparación para desastres, asegurando que nuestras ciudades y poblaciones estén listas para enfrentar fenómenos de esta magnitud, la inversión en prevención y preparación no es un gasto, es una inversión en salvar vidas y proteger a toda una sociedad.

El huracán que ha devastado las costas de Guerrero es una llamada de atención estruendosa, un recordatorio brutal de la fuerza de la naturaleza y de nuestra responsabilidad para con ella, no podemos permitirnos el lujo de ignorar esta realidad, es tiempo de actuar, y es tiempo de hacerlo ya, México tiene la capacidad y los recursos para enfrentar este desafío, pero se requiere voluntad política y compromiso social para hacerlo, la solidaridad y la ayuda son más necesarias que nunca, la empatía debe ser gobernante en estas situaciones, desde aquí hacemos un llamado para emprender acción y ayudar con lo que se pueda, comida enlatada o deshidratada, agua embotellada, sopa, arroz, aceite, cobijas, productos de higiene personal como jabón, champú, papel de baño, toallas sanitarias, cepillos y pasta de dientes, productos de limpieza como cloro, jabón para trastes, detergente el polvo, limpiadores multiusos, comida para gatos y perros, material básico de curación, jabón neutro, alcohol, agua oxigenada, gasas y vendas, cinta adhesiva, algodón, guantes de látex, cubrebocas.

La ayuda humanitaria se convierte en una prioridad inmediata, existen necesidades apremiantes que requieren de la pronta intervención de autoridades, organizaciones y la sociedad en su conjunto, pero más allá de la ayuda de emergencia, es fundamental pensar en el mediano y largo plazo, trabajando en la reconstrucción y resiliencia de estas comunidades, la solidaridad se vuelve la palabra clave en estos momentos críticos, es responsabilidad de todos aportar nuestro grano de arena, ya sea a través de donaciones, voluntariado o difusión de información VERAZ Y ÚTIL, las redes sociales se convierten en una herramienta poderosa para movilizar recursos y crear conciencia sobre la gravedad de la situación.

Pasará mucho tiempo antes de que podamos volver a ver el magnífico Acapulco que todos conocemos y amamos, la reconstrucción será larga y costosa, y requerirá del esfuerzo conjunto de gobierno, sociedad civil y hasta de la comunidad internacional, pero más allá de reconstruir infraestructuras, lo que realmente necesitamos es reconstruir vidas, devolver la esperanza a esas comunidades devastadas, el huracán ha dejado una huella indeleble en el pacífico guerrerense, pero también ha brindado una oportunidad para demostrar la fuerza y solidaridad de nuestro pueblo, ayudar a estas comunidades no es solo un acto de bondad, sino un acto de justicia y humanidad, trabajemos juntos para levantar Acapulco y Coyuca de Benítez, y recordemos que la verdadera medida de una sociedad se ve en cómo trata a sus miembros más vulnerables en momentos de crisis y si algo caracteriza al mexicano es que siempre le tiende la mano a otro mexicano.

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