Atrapados entre dos fronteras
Los últimos días han sido de extrema complejidad para las relaciones exteriores de México. Las presiones contradictorias ejercidas desde la frontera norte y la frontrea sur colocan al gobierno de López Obrador en una situación complicada. Atrapado entre dos fronteras contrastantes, en las que se juegan intereses imposibles de conciliar, el momento que se vive obliga al gobierno a tomar conciencia del margen tan estrecho de maniobra que se tiene cuando circunstancias internas en nuestros países vecinos ameritan tomar decisiones que, muy probablemente, serán erráticas y poco dignas, a más de dejar abierta una situación de alto riesgo en la frontera sur.
El ultimátum que presenta Trump en relación con la contención de los migrantes centroamericanos que atraviesan el territorio mexicano para llegar a los Estados Unidos tiene sus raíces en la campaña electoral para el 2020 que ya se ha iniciado. Parte de dicha campaña es el empeño de Trump en consolidar el apoyo de las bases que le dieron el triunfo en 2016. A ellas va dirigida la insistencia en la construcción del muro que los separe de México y las alertas sobre une emergencia nacional imaginaria que, según él, provoca la llegada de cientos de miles de refugiados centroamericanos al territorio de su país.
Las armas para presionar a México a fin de contener a los centroamericanos, o recibirlos cuando se les niega asilo, son muchas. Pueden ser cerrar la frontera, detener la ratificación del T-MEC o, por qué no, denunciar el TLCAN. Tales amenazas producen, con razón, enorme inquietud en México. Es evidente que su efecto sobre la economía puede ser devastador. No se necesita el cierre total de la frontera; la demora para cruzar la aduana en Ciudad Juárez-El Paso produce ya pérdidas de millones de pesos.
El reto para el gobierno de López Obrador es grande; las posibilidades de enfrentarlo, limitadas. Nueve meses después de su elección, AMLO sigue en campaña. Al preguntar a los asistentes a un mitin que respondan a mano alzada si debe tener una política prudente ante las provocaciones de Trump, recibe apoyo y genera simpatías. Pero con ello no avanza un ápice en la construcción de una política que, por una parte, debe mantener buenas relaciones con quien puede ahogar a la economía mexicana y, por la otra, impedir que la frontera sur se convierta en zona de hostilidad y enfrentamientos.
Para lograr lo anterior se requiere de una gran habilidad diplomática, de un equipo profesional conocedor de las situaciones prevalecientes tanto en Estados Unidos como en Centroamérica; asimismo con experiencia en el diseño de estrategias para manejar situaciones de crisis y alcanzar objetivos de largo plazo. Ese equipo no existe. Los instrumentos para conducir la política exterior no están afinados; por el contrario, desentonan y hacen evidente que no hay quién lleve la batuta. Podrían contribuir a una estrategia de política exterior las opiniones de “expertos y think tanks” que, por lo visto, AMLO tiene en muy baja estima.