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DON DARÍO EMIGDIO GALEANA FARFÁN “EL PRIMER PRESIDENTE MUNICIPAL DE JOSÉ AZUETA

César Antonio Aguirre Noyola

Don Darío Emigdio Galeana Farfán nació en La Puerta de Ixtapa en el año de 1892. Fue hijo de Francisco Galeana y de Agustina Farfán. La prosapia paterna de don Darío estaba íntimamente ligada con Pablo Galeana Nieto y con Hermenegildo Galeana de Vargas, éste último se había distinguido por su participación directa en la Guerra de Independencia de México, combatiendo junto al cura de Cuarácuaro, don José María Morelos y Pavón.

El apellido Galeana es de origen vasco, de la región de Bilbao, España, y la familia radicada en la costa grande estaba identificada por un blanco puro (Ríos Ruiz, Arturo, 2007). El árbol genealógico, hasta donde pude investigar, estructura los siguientes nexos consanguíneos: José Galeana, quien era poseedor de una inmensa fortuna, procreó dentro del matrimonio a Pablo Galeana Nieto y fuera del matrimonio a Sebastián Galeana (Ríos Ruiz, Arturo, 2011); Pablo Galeana Nieto se casó con Marina Valdeolivar y tuvieron a Antonio, Juan José, Fermín, Antonio Abad, María Josefa, Juana Teresa y Albina (Ríos Ruiz, Arturo, 2009), mientras que Sebastián Galeana fue el padre de Hermenegildo, Cándido y Albino; Juan José Galeana fue el progenitor de Francisco Galeana y de Pablo Galeana de los Ríos, siendo estos últimos sobrinos de Hermenegildo Galeana (Ríos Ruiz, Arturo, 2011); Francisco Galeana fue el padre de Darío, Luís, Carmen y Rafaela; Francisco G. Galeana y Fermín Galeana fueron descendientes de Darío Galeana; y Francisco G. Galeana, quien contrajo matrimonio con Agustina Farfán, fue el padre de Darío Emigdio y de Antonia.

Los Galeana, principalmente los opulentos de la hacienda El Zanjón (en esa época pertenecía a la jurisdicción de Técpan), hoy San Jerónimo, en los inicios de la lucha independentista eran los dueños de casi todas las tierras de la costa; los respetaban, admiraban y temían; y de ellos dependía toda la actividad económica de la región (Ríos Ruiz, Arturo, 2011).

La casa de la familia Allec Galeana, formada por don Manuel Allec Assán y doña Adela Galeana Solís, se ubicaba en la esquina que forman actualmente las calles 5 de Mayo y Juan N. Álvarez; frente a esa casa, en los corredores de otra que sirvió como hotel o casa de huéspedes, denominada Casa Eugenia, propiedad de doña Celia Eugenia Galeana, vivía don Darío, quien todas las mañanas salía de su habitación con una vestimenta constituida por ancho sombrero panamá, guayabera y pantalones blancos; su cargo era capitán de Puerto y portaba una pistola 45 que, acorde con su dicho, jamás había utilizado y tampoco pensaba utilizarla; diariamente se esperaba su paso prudente sobre el camino que desembocaba en el Palacio Federal, a la misma hora, fumando un puro que de cierta manera era característico de él y llevando de la mano a uno de sus nietos.

Manuel Allec y Adela Galeana procrearon, en orden cronológico, a Jorge, Eneida, Zaida Edith, Abel Francisco, Gloria, Héctor Manuel y Carlos, de apellidos Allec Galeana.

Algunas precisiones que me parecen necesarias hacer respecto de la persona del primer presidente municipal son las siguientes: la pistola que le acompañaba se trataba de un arma calibre 45; tenía una estatura aproximada de 1.85 m; era de tez morena claro; rollizo; portaba lentes transparentes; acostumbraba fumar en una pipa; y solía traer sombrero sarakof.

El mandato de don Darío como presidente municipal por disposición legal sólo duraría un año, en 1955 lo sustituiría el señor Salvador G. Espino González quien fue electo popularmente.

El señor Darío Galeana conocía perfectamente el carácter de sus conciudadanos, confiaba en unos y desconfiaba de otros; se entregaba a su pueblo sin restricción y atendía con largueza a los visitantes cuya opinión y decisión consideraba importantes; fue muy amigo hasta el final de sus días del padre Manuel Herrera; aunque don Darío era de ideas conservadoras, por el origen y medio en el que vivía, balanceaba sus conceptos con los del gran liberal que fue el presbítero, de quien se decía, y no de forma irreverente, que siendo cura de Petatlán llamaba la atención por llevar suspendido al cuello un enorme crucifijo y una pistola 45 fajada en el cinto; cuando alguien le preguntaba al cura respecto de la paradoja, éste sinceramente contestaba: “Sí, los uso ambos, el que llevo en el pecho es para los hijos de Dios, y el de la cintura es para los otros hijos”.

Existe una versión que establece que las actividades económicas y políticas de la región estaban concentradas en las manos de cuatro caciques: 1.- El capitán del puerto, Darío Galeana Farfán, que comerciaba mariscos, sal y otros productos; 2.- El terrateniente de San Jerónimo, Luís Rodríguez; 3.-El sub recaudador de rentas de Petatlán, Alberto Castro; y 4.- El reverendo de Petatlán, Manuel Herrera Murguía, animador del consorcio. Los cuatro disponen de un pequeño ejército formado por ex cristeros que, huyendo de los Altos de Jalisco, en 1929, se internaron con sus armas en la sierra de Petatlán, donde se establecieron…

Sabia virtud de conocer el tiempo.

César Antonio Aguirre Noyola

Investigador en materias política y electoral.

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