fbpx

DEL ANECDOTARIO POLÍTICO “Y eso que no les da tortas y refrescos como tú”

César Antonio Aguirre Noyola

La presente anécdota fue retomada de una narración que hizo el licenciado Emiliano Corona Solano (q. e. p. d.)  con motivo de una convivencia con alumnos y alumnas de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Guerrero. La contó, palabras más palabras menos, de la siguiente manera:

En el año de 1993  competí por la dirección de la Facultad de Derecho, mi adversaria política fue la licenciada Silvia Ceballos Martínez. La licenciada Silvia era una catedrática dedicada, conocedora de su materia, estricta y gozaba de una gran reputación en el ámbito académico y de un amplio reconocimiento en su integridad moral. Después de contar los votos depositados en las urnas —de estudiantes, docentes, así como de trabajadores administrativos, técnicos y de intendencia— el resultado había sido avasallador a mi favor: casi al dos por uno había ganado la contienda.

Quien escribe confieso que no puedo entrar en pormenores de aquel proceso electivo, en virtud de que yo ingresé a esa institución de educación superior en el año de 1994, es decir, me matriculé un año posterior al referido acontecimiento y, por lo tanto, cuando me inscribí, el licenciado Emiliano ya se desempeñaba como director de la mencionada facultad. Lo que sí puedo agregar es que él era originario de San Luís Acatlán, municipio enclavado en la Región de la Costa Chica del estado de Guerrero; se forjó y se formó en la metrópoli, donde se relacionó con las y los integrantes de la clase política nacional, principalmente con aquellas y aquellos que militaban en el Partido Revolucionario Institucional. Desempeñó innumerables cargos en el ámbito federal, particularmente en el sexenio presidencial del licenciado José López Portillo, por lo que sus vínculos alcanzaban ciertas esferas del poder. Cuando llegó a la capital del Estado para instalarse permanentemente en ella, rápidamente trabó amistad con los principales actores políticos de la entidad, aclaro, de todos los partidos políticos. Fue un tipo hábil, carismático y con respaldo económico suficiente.

Retomo la narrativa: El júbilo de la muchedumbre era incontrolable, se generó de forma improvisada una fiesta, entonces decidí organizar la concentración y emprender una caminata rumbo a la plaza cívica Primer Congreso de Anáhuac, ubicada en pleno corazón de la ciudad de Chilpancingo. El contingente estaba conformado con aproximadamente dos mil estudiantes —recordemos que la Facultad de Derecho es la más nutrida en estudiantes respecto con los demás centros escolares asentados en la capital del Estado y que son dependientes de la alma mater guerrerense.

En esa área céntrica de la ciudad se encontraban el Palacio de Gobierno (lugar oficial donde despachaba la persona titular del Poder Ejecutivo del Estado) y el Palacio Municipal (edificio que albergaba al presidente municipal, síndico y regidores, o sea a los miembros del cabildo, del municipio de Chilpancingo de los Bravo). Fungía como gobernador el licenciado Rubén Figueroa Alcocer, y como presidente municipal capitalino el ciudadano Jorge León Robledo.

La marcha inició por la avenida de las Naciones Unidas (es la arteria de doble sentido que pasa a un costado de ciudad universitaria zona sur), seguimos por la avenida Juan N. Álvarez, doblamos por la calle Pedro Ascencio para incorporarnos a un tramo de la avenida Miguel Alemán, después atravesamos la bocacalle que se forma con la calle Colón, y así arribamos a la explanada del zócalo chilpancinguense. Allí permanecimos un buen rato, arengando frases de alegría, y mi nombre se convirtió en un elemento indispensable de los vítores.

Varios minutos habían transcurrido, cuando salió de la puerta del Palacio de Gobierno un emisario (funcionario público estatal) que me extendió cordialmente la invitación para que una comisión encabezada por un servidor lo acompañara con la finalidad de hablar con el gobernador. En ese sentido, formé una comitiva integrada con aproximadamente 30 personas y fuimos recibidos por el licenciado Rubén Figueroa Alcocer en su oficina, quien me manifestó la felicitación y el reconocimiento por el liderazgo demostrado en esa importante escuela de la UAGro, poniéndose a mi disposición para lo que se me ofreciera.

Me encontraba  en grandes pláticas con el Primer Mandatario estatal, cuando de repente el licenciado Rubén Figueroa Alcocer me dice, “Emiliano, permíteme, le voy a marcar a Jorge” (refiriéndose al presidente municipal de Chilpancingo de los Bravo, Jorge León Robledo), y una vez que el munícipe le contestó, el gobernador mofándose le dijo, “Jorge, asómate a la terraza, y fíjate cuánta gente trae Emiliano, apréndele algo cabrón, ¿ya viste?… y eso que él no les da tortas y refrescos como tú”.

Ese fue un pasaje más de la vida del licenciado Emiliano Corona Solano, donde los papeles protagónicos estuvieron a cargo del licenciado Rubén Figueroa Alcocer y él mismo.

César Antonio Aguirre Noyola

Investigador en materias política y electoral.

About Author

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *