El presidente se enojó
Raymundo Riva Palacio
El presidente Andrés Manuel
López Obrador está enojado. Lo hizo explícito en su comparecencia pública en
Palacio Nacional, al realizar el alegato en contra del pasado más profundo,
vehemente y desafiante que ha hecho en su naciente administración. López
Obrador fustigó a gobiernos y ex funcionarios, a quienes acusó de corrupción,
escalando sus imputaciones a órganos autónomos y organizaciones no
gubernamentales. El mensaje es que todo el pasado apesta y hay que erradicarlo.
Hay verdades en sus razonamientos, pero su belicosidad generalizada preocupa e
intriga. ¿Qué tanto esa retórica es pura y qué tanto es distractor? El dilema
no podrá resolverse en el corto plazo, pero la ruptura con todo el pasado
comenzó.
López Obrador se presentó en
Palacio Nacional ante la expectativa de con qué iba a salir y contra quién se
iba a ir. Pese a ello, sorprendió con su narrativa del presente y el futuro que
representa él, como símbolo de honestidad, y todo lo que no es él ni responde a
él, como íconos de lo oscuro y la corrupción. Reaccionó así a las réplicas que
le hicieron ex funcionarios y empresas a las acusó de corrupción y conflicto de
interés. Esta comparecencia marca un antes y un después, al haber cambiado López
Obrador la rutina de presentar un programa o una idea de lo que quiere hacer su
gobierno. En su intervención mañanera, atacó todos los frentes en 360 grados.
Como botones de muestra:
1) “Muchas de estas cosas de abusos, de falta de moralidad,
se presentaron por la mescolanza entre poder público y poder privado, o sea no
había frontera, no había separación, el gobierno estaba convertido en un comité
al servicio de los hombres de negocios, mujeres y hombres de negocios, mas
hombres que mujeres, entonces ya hay esta separación que es sana para todos”.
López Obrador
volvió a condenar esa puerta giratoria, donde hay circulación recurrente entre
el gobierno y el sector privado y viceversa, tomando como medida a Estados
Unidos para enfatizar lo que considera corrupción en México. Su analogía fue incorrecta,
y esa puerta giratoria es una práctica normal en el mundo donde, que apunta precisamente
lo contrario, la honestidad del servidor público que tiene que seguir
trabajando para vivir. Lo que es extraño es cuando un servidor público no tiene
que trabajar al dejar el cargo, o vivir sin ingresos registrados. Pero no está
del todo mal lo que sostiene el presidente. Lo que necesita es apuntar
quirúrgicamente.
2) “Hubo mucha
simulación, se crearon diversos organismos supuestamente autónomos,
independientes, toda una constelación de organismos independientes, autónomos,
otro gobierno, para operar el saqueo, para facilitar el robo, para entregar
contratos, permisos a empresas particulares y en todos esos organismos la
mayoría de los consejeros representaban a los grupos de intereses creados y nos
vendieron la idea de que esto era la independencia, la autonomía, la llamada
sociedad civil, que eran gente decente porque los del gobierno eran unos
corruptos”.
Su ataque busca regresar
a principios de los 90’s, cuando empezó el cambio del diseño institucional del
gobierno y se crearon órganos constitucionales autónomos que sirvieran de
contrapeso a los poderes del Estado. Así surgió la autonomía del Banco de
México, el Insttuto Naconal Electoral, la Comisión de los Derechos Humanos en
aquella década, y en la siguiente logró su autonomía el INEGI y se fortaleció
lo que hoy es el Instituto Nacional de Acceso a la Información. En la segunda
década de este siglo nacieron la Comisión Federal de Competencia Económica, el
Instituto Federal de Telecomunicaciones, el Consejo Nacional de Evaluación de
la Política de Desarrollo Social y el Instituto Nacional de Evaluación de la
Educación. Descalificar con generalizaciones no lleva a ningún lado salvo a la
polarización. No son las instituciones, sino las personas. Si lo enfoca de esa
manera, encontrará a través de lo que descubra, el apoyo de los incrédulos de
sus intenciones.
3) “No le hace que se enojen,
que no estén a gusto, pero tenemos que acabar con el cáncer de la corrupción y
con la simulación, con el hecho de que las leyes se respetan en la forma pero
se violan en el fondo, que se está hablando de derecho cuando es un estado de
chueco”.
Toda la narrativa concluye en
esto, que justifica su denuncia permanente de corrupción. Si no le gustan las
leyes al presidente, dice que se violan porque no se aplican. Cuando las que
existen no le benefician, las cambia. El conflicto de interés no existe en su entorno,
sino en el de los otros. El
determinismo que emplea produce confusión y confrontación. Es tan fuerte y tan
expansiva su crítica a todos por todo, que queda la duda si no es un distractor
para el problema económico que se le avecina.
En las páginas de El Financiero, su director editorial y
uno de los mejores analistas económicos del país, Enrique Quintana, ha ido detallando esta semana la
desaceleración económica a partir de los indicadores. “El gobierno federal debe
preparar muy pronto una nueva narrativa para explicar un conjunto de datos que
van a ser muy desfavorables”, anticipó Quintana. ¿Es acaso esa nueva narrativa
lanzarse contra todo el pasado y responsabilizarlo de todo? Sólo López Obrador
sabe el fondo de sus motivaciones. De cualquier forma, cualquier camino, en
estos momentos que necesita cohesión, es de muy alto riesgo. Si hay delitos que
perseguir que actúe; si no existen, que no estigmatice. La desunión nacional
que tanto promueve no lleva a ningún lado, y puede acabar con él mismo,
incluso, tarde o temprano.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa