Golpe en Venezuela
Raymundo Riva Palacio
El lunes pasado apareció en la portada de la edición mexicana
de la revista GQ la fotografía de
Juan Guaidó, el autoproclamado presidente interino de Venezuela con una
propuesta clara para lograr la caída del presidente Nicolás Maduro: quebrar la
base de apoyos que mantiene en las estructuras de poder, pero en particular con
los militares. En la madrugada del martes apareció un video en donde Guaidó llama a
un golpe de Estado. La entrevista -calendarizada quizás unilateralmente por los
asesores del venezolano- coincidió con lo que llamó la “fase final” de la Operación Libertad, para lograr el “cese
definitivo” de la “usurpación” del poder por parte de Maduro, que dio el
banderazo para que miles de personas tomaran las calles para desafiar a las
fuerzas de seguridad, elevando la presión al Ejército para darle la espalda al
presidente.
La intentona del golpe de Estado, en tiempo real. Caos, violencia, gases
lacrimógenos y enfrentamientos dominaron la jornada, donde no está claro qué
hay detrás de lo que no se ve. Lo que se vio, por la parte de Guaidó, es que en
el video aparece en una toma cerrada donde cuando panea la cámara, pueden
contarse máximo 35 soldados o, cuando menos, vestidos como soldados, con un
vehículo en la parte posterior que no es militar, pero abulta. Visto de esta
manera, el “intento de golpe de Estado de una magnitud mediocre”, como definió
el ministro de Defensa y hombre fuerte de Maduro, Vladimir Padrino, parece
tener sentido.
Sin embargo, hay algunos síntomas de que las cosas estaban fuera de
control. Desde temprana hora, la Comisión Nacional de Telecomunicaciones,
ordenó el cierre de la señal abierta en los medios electrónicos privados, por
lo que las cadenas de televisión y Radio Caracas comenzaron a transmitir
programas de tarot o se enlazaron a la señal de la televisión estatal. Poco
después, sacó del aire las transmisiones de las cadenas estadounidenses CNN y
CNBC, y de la inglesa BBC. Poco antes, según el observatorio de Internet en Europa, NetBlocks, la empresa
paraestatal de telecomunicaciones, Compañía Anónima Nacional Teléfonos de
Venezuela, limitó el acceso a Tweeter, Facebook, YouTube y otros servicios de
Google, aunque pudieron salir datos a través de servicios VPN.
Sobre la experiencia de sublevaciones en otras naciones, se puede
argumentar que lo que sucedió en Venezuela este martes, mostró que ninguna de
las dos partes tenía la suficiente fuerza para imponerse rápidamente, y al
mismo tiempo, ninguna estaba tan débil para ser doblegada. Este tipo de intentonas
tienen otro tipo de velocidad. Cuando se sublevó el coronel Leónidas Macías,
jefe de la Policía Antidisturbios en Panamá -con el apoyo también de Estados
Unidos- en 1988 en contra del general Manuel Antonio Noriega, la gente salió a
las calles y se arremolinó en torno al cuartel de la Policía Nacional en el
barrio de La Chorrera, a media mañana, pero las turbas norieguistas se enfrentaron
a la gente en las calles, y los militares leales al general sofocaron el
levantamiento.
Noriega salió airoso en ese momento, pero sería marcado como el principio
del final, que terminó al año siguiente con la invasión estadounidense en
Panamá. En Argentina, cuando el pueblo argentino se dio finalmente cuenta que
el gobierno militar los había estado engañando con propaganda y que habían
perdido la guerra de las Malvinas contra el Reino Unido, en abril de 1982,
cientos fueron a la Casa Rosada a protestar, para ser dispersados con balas de
goma y gases lacrimógenos. Aunque aparentemente salió intacto el régimen, días después
el presidente, el general Fortunato Galtieri, presentó su renuncia y comenzó el
camino de la democratización en aquella nación. La moraleja de esos dos eventos
es que si alcanza la sublevación la fuerza necesaria para fracturar a un
régimen, su caída será inminente.
En Venezuela, a diferencia de Argentina y Panamá, el consenso internacional
está volcado mayoritariamente hacia Guaidó y la sublevación. Sin embargo, hubo
posiciones ponderadas. Frente a la abierta posición golpista de Estados Unidos,
los gobiernos de Francia y España reiteraron su apoyo a un proceso pacífico
democrático, pero expresaron su preocupación para que, como dijo el Palacio de
la Moncloa, “no se produzca un derramamiento de sangre”. En México, el
presidente Andrés Manuel López Obrador estuvo en esa línea, al pedir una
solución pacífica negociada, en contraposición con la mayoría de las naciones
latinoamericanas.
México está del lado correcto de la historia, aunque a muchos mexicanos,
por razones objetivas, prefieran ver este episodio de manera coyuntural. Es
cierto que Maduro ha destruido instituciones democráticas, atacado todo el
régimen de libertades, violado derechos humanos y llevado a los venezolanos a
vivir en la precariedad, produciendo un éxodo masivo. Pero aceptar que por esas
razones un gobierno pueda colocarse, moralmente, al lado de un golpe de Estado,
es perder de vista los principios de autodeterminación. ¿Estarían de acuerdo
los mexicanos que apoyan el golpe de Estado en Venezuela en respaldar una
acción de esa naturaleza en México por el hecho de discrepar con las acciones
de López Obrador, que mina las instituciones, provoca regresión a las libertades
y toma decisiones que pueden llevar a la precariedad?
Los venezolanos llegaron a la situación en la que se encuentran porque sus
élites fueron incapaces de organizarse y enfrentar el régimen. Hoy necesitan el
apoyo de Washington para derrocar a Maduro. Venezuela nos regala una lección.
La pasividad y la cobardía, no ayudan. La defensa de los valores democráticos y
sus instituciones es el camino, para no jugar el papel de títeres de un poder
para que les ayude contra el poder que no quisieron ni supieron enfrentar.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa