Editorial

 “Proyecto Puente” en la mira

Ejercer el periodismo crítico es una actividad de riesgo en el amplio sentido de la expresión. Quienes lo ejercen (lo ejercemos) suelen ser víctimas de campañas de estigmatización, de posverdades (mentiras mezcladas con datos ciertos) y, en casos extremos, de amenazas cumplidas o no contra su integridad personal. Son los gajes del oficio y el costo que hay que pagar para decir “no” cuando se debe decir “no”.

El primer valor de quien ejerce profesionalmente la libertad de expresión es su patrimonio moral. Una suerte de espejo de ese concepto es lo que se conoce como credibilidad o confiabilidad en el público objetivo; es decir, que éste percibe como atendible o cierto lo que el comunicador afirma o sostiene. De entrada, siempre hay un conflicto entre quien formula la crítica y quien es objeto de análisis sin concesiones.

En esta ocasión Proyecto Puente, que dirige el periodista Luis Alberto Medina en Sonora, es víctima de una campaña progubernamental para minar su prestigio, restarle credibilidad y, con ello, generar disuasivos al momento de poner en práctica un periodismo independiente, comprometido sólo con los datos y abocado a temas de interés público.

De ello da cuenta el propio medio, que afirma ser “objeto de amenazas, campañas negras en redes sociales y acoso judicial por parte del gobierno de Sonora”. Bajo una presunta denuncia “ciudadana” anónima que, además, no ha sido ratificada, se desató una rapidísima actuación de la Fiscalía del Estado, que después adujo que había sido presentada por Morena. Sin embargo, la dirigencia de ese partido desmintió la afirmación gubernamental. 

Conviene recordar que a mayor exposición pública por ocupar una función pública o realizar actividades de trascendencia social hay un umbral menor en la esfera de los derechos a la vida privada, al honor y a la propia imagen. Ello, sobra decirlo, no significa de ningún modo que un servidor público, un artista o un deportista famoso deban soportar una invasión sistemática a sus derechos de la personalidad. En la ley y en la jurisprudencia se admite una intromisión en esos derechos siempre y cuando haya una razón de interés público que la justifique y que debe ponderarse de forma casuística.

Proyecto Puente y su director han podido respetar esa división entre lo público y lo privado. Esta iniciativa mediática tiene el mérito de haber sido el primer medio sonorense en hacer periodismo televisivo por internet. En una sociedad mínimamente democrática Luis Alberto Medina sería reconocido como un contrapeso informativo al ejercicio del poder. En Sonora, en cambio, con un gobierno que reproduce las formas más deplorables del quehacer político, es un enemigo personal. Ahí, como en gran parte del país, la crítica es vista como una afrenta directa por quienes, en general, son objeto de escrutinio público en razón de su quehacer profesional.

La precarización y la debilidad orgánica de la ética informativa han propiciado que haya medios y periodistas que, gozosos, se han convertido en un vehículo para cercar al verdadero periodismo independiente e impedir que florezca. Vaya paradoja. Y en buena medida esto sucede porque los recursos públicos se usan para fines privados, como hoy pasa en Sonora.

Estoy convencido de que la presente administración federal debe distinguir la paja del trigo al momento de asignar pautas publicitarias. Bienvenida la independencia de la línea editorial, pero no hay que confundir ese valor democrático de pluralidad y diversidad, que enriquece la vida democrática, con el sesgo periodístico como consigna para desinformar con una alergia congénita a observar el mandato de la Constitución y la ley.

Editorial

Revocación de mandato

En los países de régimen parlamentario, el procedimiento de revocación del mandato se produce virtualmente cuando se tienen que adelantar las elecciones. En los países de sistema presidencial, dicho procedimiento se lleva a cabo por solicitud popular o de los órganos del poder.

En la “república” de sistema presidencial donde más se usa la revocación de mandato, California, se vota, al mismo tiempo, por nuevo gobernador, por si acaso el mandatario en funciones es removido por mayoría. Así, se remueve y se elige mediante la misma papeleta, además de votar en consultas varias y elegir asambleístas.

En México nunca ha existido un sistema de revocación de mandato de carácter popular, pero existen normas para remover presidente de la República, gobernadores y alcaldes. Lo que ahora se busca es que la decisión radique en la ciudadanía.

La propuesta de que el presidente de la República pueda ser removido y que la votación se haga hacia la mitad de su periodo, el mismo día de la elección de diputados federales, se debe a que tan importante decisión coincida con el cambio del Poder Legislativo, es decir, que involucre a todo el poder político.

Supongamos que el cargo de presidente es revocado, de seguro que se produciría, al mismo tiempo, una nueva mayoría en la Cámara de Diputados y, con ello, una situación especial en esa asamblea constitucional llamada Colegio Electoral (ambas cámaras del Congreso con un quórum legal de dos tercios), en la que se tendría que elegir al nuevo mandatario, en un plazo de 60 días de interinato, cuando ya hayan llegado a San Lázaro los nuevos diputados. Así se integraría un nuevo gobierno con otro u otros partidos, en función del voto popular. Un cambio político completo a medio sexenio, pero de forma democrática.

Así, la revocación no se limita sólo a remover una persona, el entonces presidente, sino a cambiar de fuerza gobernante.

En conclusión, el procedimiento de revocación del mandato presidencial, cuando se liga a la elección legislativa, es un instrumento democrático mucho más trascendente que aquel que se produce aislado.

Por otro lado, la hipótesis de que un próximo proceso de revocación del mandato de López Obrador, el mismo día de la elección de Cámara de Diputados, llevaría al partido de éste a un gran triunfo electoral, mayor que el de 2018, de seguro se origina en el cálculo de que siempre le irá mejor al actual presidente. El problema consiste, sin embargo, en que tal planteamiento procede de las oposiciones.

Además, ya se ha visto que los candidatos triunfadores, por lo regular, obtienen más votos que los partidos que los postulan. De seguro también ocurriría eso mismo en un procedimiento revocatorio.

Se dice que la revocación sólo sería un sistema democrático si la fecha de su realización fuera diferente al de las elecciones. Con esta idea, la democracia es calificada en dependencia del día de la votación.
Las oposiciones están diciendo que un proceso revocatorio en junio de 2021 sería una especie de reelección del actual presidente, pero dentro del tiempo de su propio sexenio. Este argumento sí que implica un examen más a fondo pero no necesariamente de carácter político.

El último argumento opositor consiste en que la revocación del mandato es un instrumento de participación ciudadana, por lo cual no se debería admitir que el presidente pueda proponerlo al Congreso, además de los legisladores y de un porcentaje de la ciudadanía.

Las oposiciones han escogido el camino de bloquear la adición de nuevos mecanismos del sistema político –consultas y revocaciones—que con mayor urgencia requiere el país para empezar a caminar por la sinuosa vereda de la democracia directa.

Editorial

La austeridad, un ataque frontal a los derechos de las mujeres

Austeridad. De izquierda a derecha, los gobiernos no se sacan esa palabra de la boca. En Argentina, el gobierno lanzó el año pasado un conjunto de recortes presupuestarios, reviviendo recuerdos dolorosos de la crisis económica de 2001-2002, que sumió a millones de personas en la pobreza y causó una grave crisis política. Y es también en nombre de la austeridad y la lucha contra la corrupción que el recién elegido presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, prometió reducir los gastos de su gobierno, con el objetivo de lograr un superávit primario (es decir, antes del pago de intereses) del 1 por ciento del PIB.

La exigencia de recortes presupuestarios, que en la práctica tienen un impacto directo en los servicios públicos, no sólo favorece el populismo y las tensiones sociales, sino que es también un ataque frontal contra los derechos de las mujeres. Y es así porque ellas dependen más de los servicios sociales públicos que alivian la carga del trabajo no remunerado que recae de forma desproporcionada sobre sus hombros. Limpiar, cocinar y cuidar de los miembros dependientes de la familia -niños, ancianos y personas con discapacidad- siguen siendo “asuntos de mujeres”.

El acceso de las mujeres a la protección social, los servicios públicos de calidad y las infraestructuras es ahora una prioridad de la comunidad internacional. De hecho, es el tema principal de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas 2019, que se celebrará en Nueva York del 11 al 22 de marzo. No se trata de una reunión burocrática más: sus conclusiones definirán las políticas de igualdad de género que los países pretenden aplicar en los próximos años.

Es urgente reformar el sistema tributario internacional global para poner fin a todos los mecanismos de evasión fiscal. Cuando las empresas no pagan los impuestos que les corresponden, hay menos dinero para invertir en servicios públicos, infraestructuras sostenibles y protección social, que son los principales impulsores de la igualdad de género. Sólo los ingresos fiscales anuales que pierden los países en desarrollo debido a las prácticas comerciales fraudulentas de las multinacionales se estiman entre 98 mil y 106 mil millones de dólares, casi 20 mil millones de dólares más que el gasto necesario para lograr la cobertura universal de agua y saneamiento.

En estos tiempos difíciles, en los que muchos líderes políticos sin escrúpulos utilizan la xenofobia, pedimos a los representantes que asuman compromisos con políticas dirigidas a todas las mujeres, incluidas las migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo. Es especialmente preocupante que algunos países europeos estén intentando limitar el acceso de los inmigrantes a las prestaciones sociales.

Sin políticas voluntarias como éstas, la mayoría de los países no podrán cumplir con su renovado compromiso sobre igualdad de género de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Las mujeres seguirán teniendo dificultades para permanecer en el mercado laboral y asegurar sus derechos de protección social a través del empleo. Tampoco encontrarán tiempo para el descanso, el ocio o la participación política. Los servicios públicos de calidad, universales y basados en los derechos son una cuestión feminista.

Editorial

Las “benditas redes”, la prensa fifí y la censura indirecta

La noche del 1 de julio de 2018, apenas había ganado las elecciones presidenciales, Andrés Manuel López Obrador agradeció en el Zócalo de la capital, ante sus miles de seguidores ahí reunidos, a las “benditas redes” que le ayudaron a llegar a Palacio Nacional.

Después de 18 años de intentarlo, fue un reconocimiento de que esta vez pudo llegar con el apoyo de una gran comunidad digital que promovió el voto a su favor. Más que agradecimiento, fue una aceptación tácita del papel central que tuvieron las redes sociales para hacer posible la derrota del binomio PRI-PAN que se había instalado en el país durante 18 años después de los 70 años de la hegemonía priista.

Era la expresión en México del uso social de la Internet a favor de la democracia, como se visualizó a fines del siglo pasado y como se vivió al inicio de esta década en la llamada “primavera árabe”, alentada y financiada desde Occidente a través de las redes sociales.

El uso de las estrategias digitales se ha convertido en una eficaz herramienta para influir en la vida pública, atentando incluso contra la democracia. El caso más evidente es el de la empresa inglesa Cambridge Analytica que utilizó los datos personales de millones de estadunidenses en sus cuentas de Facebook para orientar el voto hacia Donald Trump, en noviembre de 2016. Fue la misma empresa que meses antes había logrado el voto a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, conocido como Brexit.

Trump está gobernando apoyado en una gran estrategia digital. Sus políticas y acciones de gobierno las da a conocer a través de su cuenta de Twitter. Además, ha pretendido imponer lo que describe como “hechos alternativos” a las “noticias falsas”, como llama a la información crítica a su gestión.

En países autoritarios, las estrategias digitales se han convertido en un medio de control contra los medios críticos e independientes. 

En México, el presidente sigue teniendo grandes aliados en “las benditas redes”. Sin que se pueda asegurar que están financiadas por el gobierno, han surgido numerosas cuentas en redes sociales para arremeter contra los periodistas y medios críticos a López Obrador. 

En particular, han coordinado campañas en contra de periodistas que cuestionan al presidente en sus conferencias de prensa matutinas. Signal_Lab, laboratorio interdisciplnario del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, ITESO, ha demostrado la existencia de una operación concertada para atacar y ridiculizar a los periodistas críticos al presidente.

Identificó las etiquetas la #RedAMLOVE”, #PrensaFifí, #Chayoteros, #NoSoyRobotSoyReal y #ReformaTodoLoDeforma como los orquestadores de miles de cuentas para agredir y descalificar a los periodistas que no son afines a López Obrador. 

Son legiones de atacantes digitales que en no pocas ocasiones han logrado silenciar a los periodistas; es decir, censurar la crítica. Otro efecto negativo es que muchas personas con cuentas reales reproducen esas campañas.

No hay nada hasta ahora que demuestre que los bots y trolls sean pagados por el gobierno, pero es innegable que el presidente ha contribuido al ambiente hostil en contra de la prensa, descalificando su trabajo y ridiculizándolos con motes que luego se replican en sus redes sociales de apoyo.

Un jefe de Estado democrático promueve la libertad de expresión, no se pelea con la prensa o con un sector de ella. El presidente tendría que llamar a sus “benditas redes” a no prolongar la oscura noche que vive la prensa en México.

Editorial

100 días de política exterior

AMLO ha cambiado sustancialmente la manera de conducir el país. Es pronto para juzgar sobre los resultados que se lograrán en los asuntos prioritarios de su gobierno: pacificación, combate a la corrupción, disminución de la desigualdad y la pobreza. Se requieren bastante más de 100 días para opinar sobre el particular. Sin embargo, en el campo de la política exterior hay acciones u omisiones cuyos resultados ya están a la vista. Es un ámbito donde el presidente no coloca la agenda. Ésta la imponen circunstancias que se encuentran más allá de nuestras fronteras.

Es ampliamente conocido que a López Obrador no le interesa la política exterior. Las metas sobre las que tiene claridad y persigue con pasión se refieren a cuestiones internas. Pero la realidad se impone. Lo que acontece en el mundo afecta a México y a la percepción de su gobierno. Tratándose de un país con la posición geopolítica de México, lo que proviene de Estados Unidos no se puede dejar a un lado sin tener consecuencias. De allí que antes de tomar posesión, a pocas horas de su arrollador triunfo electoral, ya tenía una conversación telefónica con Donald Trump y, a las pocas semanas, una visita de alto nivel del canciller Mike Pompeo. Se intercambiaron cartas y se fijó entonces una primera agenda.

¿Qué ha ocurrido con ella? El tema central de sus primeros intercambios con Trump se refería a una manera distinta de acercarse al problema de las migraciones centroamericanas. AMLO ponía sobre la mesa una propuesta de colaboración internacional para contribuir al desarrollo de Centroamérica. El 70% del financiaminto que se lograra iría para alentar el crecimiento económico y el empleo, 30% para atender problemas de seguridad fronteriza.

Los resultados han sido desalentadores. No se ha materializado la contribución financiera de Estados Unidos y todo hace pensar que no ocurrirá, y lo poco que llegue será en términos muy distintos a los que se tenían en mente. En contrapartida, el problema de las migraciones centroamericanas que atraviesan el territorio mexicano con la esperanza de llegar a Estados Unidos ha crecido exponencialmente desde finales del año pasado. La manera de enfrentarlo está resultando muy onerosa para México.

Las percepciones en el exterior del actual gobierno no son favorables. En ello ha desempeñado un papel negativo la posición ante los problemas de Venezuela. La impresión generalizada es que México se encuentra aislado. Por lo pronto es cierto, pero no devastador. Dado el cariz que toman los acontecimientos en ese país, habrá momentos en los que una voz de mayor neutralidad, como la de México, puede ser de enorme utilidad. Sumarse a la avalancha de apoyos a Guaidó cierra la puerta a un papel más constructivo en la ineludible negociación para definir los tiempos y cómos del acuerdo con el ejército y la salida de Maduro. Hace falta, sin embargo, una explicación más cuidadosa por parte de la cancillería del porqué del camino que ha seguido. Es evidente que la invocación del principio de no intervención está agotada como manera de justificar una política.

A 100 días del nuevo gobierno, la coordinación interna para el diálogo con el exterior, las reacciones que conviene tomar y la formulación de estrategias para el posicionamiento de México ante situaciones que exigen respuesta siguen siendo una asignatura pendiente. Es necesario que se cumpla. El respeto y la confianza hacia México están de por medio.

Editorial

Protección social: Fundamental en la Agenda 2030

La Agenda 2030 es un plan de acción a favor de las personas, el planeta, la prosperidad, la paz universal, el acceso a la justicia, y la igualdad de género, este último es un requisito indispensable para lograr el cumplimiento de  los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

No obstante, se requieren soluciones creativas, innovadoras y transformadoras para acelerar los avances y garantizar que todas las mujeres y niñas en México y el mundo tengan acceso a sistemas de protección social y a servicios e infraestructura sostenibles.

Como señala el Informe Global de ONU Mujeres “Hacer las Promesas Realidad. La igualdad de Género en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, el potencial transformador de la Agenda solo puede aprovecharse mediante la adopción de un enfoque universal en su implementación, basado en los derechos humanos y en el compromiso de no dejar a nadie atrás, que justamente significa que toda persona pueda disfrutar de los beneficios del desarrollo sostenible.

En este sentido, se requiere redoblar los esfuerzos ya que sabemos que las mujeres y las niñas experimentan múltiples e interrelacionadas formas de discriminación que tienen que ver con la pobreza, la ubicación y el origen étnico, entre otras, que se combinan para crear profundos focos de privaciones en prácticamente todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), desde el acceso a la educación y a la salud, hasta al agua potable y al trabajo.

En México, algunas estadísticas disponibles arrojan información contundente: en 2017, 24.6% de los hogares con jefatura femenina no disponían de agua dentro de la vivienda. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (2014), las mujeres dedican tres veces más tiempo que los hombres a realizar trabajo doméstico y de cuidados no remunerado.

En las zonas rurales, las mujeres invierten en promedio 11.5 horas semanales para encender el fogón y con ello preparar o calentar alimentos. Este tiempo que dedican a cubrir los servicios de los que carecen, va en detrimento de su autonomía económica, ya que les impide participar en el mercado laboral en igualdad de condiciones que los hombres y a tener acceso a la seguridad social y a otros derechos.

En comparación con otros países, México se distingue por tener una tasa de participación económica femenina muy baja:  43.7% de las mujeres de 15 a 49 años están en el mercado laboral frente a 77.5% de los hombres, lo cual representa una brecha de 33.8 por ciento. En el caso de las mujeres más pobres que residen en localidades rurales, sean indígenas o no, cuatro de cada cinco no tienen un trabajo remunerado.

Considerando lo anterior, priorizar la inversión en los sistemas de protección social, los servicios públicos y la infraestructura sostenible es esencial para mitigar los riesgos, crear resiliencia a los cambios políticos, económicos, sociales, ambientales y demográficos, además de construir un mundo más incluyente, justo e igualitario.

Se deben reconocer claramente las dimensiones de género en la pobreza, el hambre, la salud, la educación, el empleo, las ciudades seguras y las sociedades pacíficas e inclusivas y poner a la igualdad sustantiva como un eje transversal y rector de las estrategias nacionales de implementación de todos los ODS, incluyendo una adecuada inversión. El cumplimiento de la Agenda 2030, dependerá de la movilización y asignación de recursos suficientes y adecuados, con perspectiva de género, para las políticas y los programas públicos, de la voluntad política y de la capacidad para hacer alianzas y tomar decisiones inclusivas.

Editorial

La bancarrota del sistema educativo

La profesión de maestro en la educación básica ha sido ubicada en el escalón más bajo del trabajo intelectual. Los educadores no son considerados como tales, sino que han sido sometidos a unas burocracias sindical y gubernamental desde donde se organiza la función educativa con una muy escasa participación del magisterio.

Las condiciones materiales de los planteles educativos se encuentran por lo regular también en la ruina. Los hay pobres y los demás son paupérrimos.

Los niveles en el aprendizaje de los educandos son bajos en comparación con los observados en otros países con desarrollo semejante al nuestro.

Para completar este deteriorado cuadro, la escuela mexicana es autoritaria y, en consecuencia, no prepara a la juventud para la democracia mediante el método de la conjunción de la teoría y la práctica.

Las y los educadores sólo intervienen mediante consejos técnicos escolares, sin tomar parte en las decisiones generales. Al carecer de parámetros educativos, maestros y maestras no cuentan con instrumentos para comparar a su propia escuela con otras y evaluar al sistema educativo en conjunto. No pueden, por tanto, hacer firmes propuestas de modificación del proceso educativo. No existen consejos académicos propiamente dichos.

Durante muchos años, la ausencia de instancias de participación académica y técnica del profesorado contribuyó al gremialismo estrecho, sectario y corrupto, hostil a la democracia y, en consecuencia, orilló a la clausura de la intervención del magisterio en la forja de la materia de su propia profesión.

Muchas autoridades educativas no han sido profesores sino burócratas. El Estado no es quien debe educar sino ser educado. El Congreso debe proveer, el gobierno debe administrar.

Tampoco se integraron suficientes contenidos regionales a los programas de estudio ni se analizaron las problemáticas de los pueblos indígenas y sus derechos políticos y culturales.

El reconocimiento de que los educadores son aquellos integrantes activos del magisterio no debería ser indispensable, pero lo es, aquí y ahora, porque se niega en los hechos el carácter profesional de las maestras y maestros.

El acceso de las y los educadores a la formación académica debería ser un derecho garantizado por el Estado mediante todo un entramado institucional: la escuela de la escuela como proceso de continuo cambio e innovación.

Como trabajadores, las maestras y maestros fueron sometidos por el charrismo sindical, lo cual generó un desgastante proceso de resistencias en muchos lugares del país. Esto, como se sabe, se agudizó a partir de la reforma educativa del sexenio pasado. En lugar de construir las bases de la nueva escuela mexicana, se abrieron exámenes punitivos y promocionales a las y los educadores. La escuela, como tal, no fue evaluada y mucho menos reformada. Así ha llegado a la bancarrota.

Se precisa, por tanto, un acuerdo político nacional para acometer una transformación que abarque la reforma de la escuela y las garantías del derecho a la educación, otorgadas de manera siempre creciente por el Estado: abrir la educación, mejorar la escuela y garantizar la permanencia y éxito de los alumnos.

El magisterio y el alumnado deben ser los dos grandes protagonistas de la nueva escuela mexicana en un marco democrático y participativo.

Editorial

En tu primera conmemoración 8M

Que crezcas libre, sin carencias, sin estereotipos, sin fanatismos, sin miedos. Que crezcas auténtica, bondadosa, curiosa, rebelde, solidaria, soñadora, valiente. Que tengas un mundo en el cual crecer, un mundo no más de un grado y medio más cálido, con agua, con aire limpio, con alimentos, con muchos caminos y cada vez menos fronteras, del que te sientas parte y no centro, en armonía con todo lo vivo.

Que crezcas en paz, con seguridad, que no tengas que abandonar tu hogar a la mala, que no te arrebaten el paisaje, que no te desplacen a la fuerza, que no te ignoren, que no soportes ni sufras los privilegios de unas cuantas personas. Que contigo crezcan la democracia e igualdad que no tenemos hoy, que llegue el día en que sumes tu grano de arena, que hagas una diferencia para mejorar este país.

Mientras tanto, que puedas crecer con el nombre que con gran orgullo, del bueno, elegimos para ti. El nombre que lleva los apellidos de tus abuelas, nuestros apellidos maternos. ¿Por qué razones? Porque queremos, sin más explicaciones. Pero también porque nuestras madres que nos cargaron consigo, nos cuidaron, educaron, nos trajeron hasta aquí, sin cuestionarlo siquiera, no tenían esa opción.

Queremos que abras caminos y como lo mejor que podemos intentar darte es un buen ejemplo, esperamos que no te moleste que tu primer exigencia por el respeto a tus derechos, la hagamos en tu nombre, tan temprano en tu vida. Tienes el derecho a llevar nuestros apellidos y es nuestro derecho elegir para ti, nuestros apellidos maternos. Pero es México y toca defender estos derechos en tribunales.

No te preocupes, te enseñaremos que no hay que conformarse, que no hay que entristecer. Te haremos ver que la vida es un presente y que si algo no está bien, contamos con la libertad y la fuerza para buscar corregirlo. Si eliges ese camino, te darás cuenta que no estás sola, que somos más, que jalamos bien parejo y que no hay necesidad de aguantar tanto… Desde la sociedad civil organizada o la desorganizada a la que pertenecemos, sabrás defender lo propio y hasta lo ajeno.

Por lo pronto, la batalla legal por tu nombre ha iniciado. No es algo nuevo. Nuestra Suprema Corte de Justicia hace años que reconoció el derecho al nombre. Pero qué te podemos decir, las autoridades del Registro Civil de la Ciudad de México andan distraídas o no se toman en serio las obligaciones que les impone nuestro orden constitucional. En lugar de prevenir violaciones a derechos humanos, optan por complicar las cosas. Ya aceptaron registrar a las personas primero con el apellido de sus madres y luego el de sus padres, pero no con apellidos maternos.

Aprenderán. En tu nombre y si es que tenemos la suerte de encontrar un juzgado, un tribunal, una Corte en México, garantes de derechos humanos, ya aprenderán. Al final, llevarás tu nombre con orgullo. Y claro, si no te gusta, llegará el día en que tengas edad suficiente para cambiarlo, porque es tu derecho. Más importante todavía, recuerda siempre que Tú, eres tuya, y de nadie más. Así que ya sabrás si dentro de unos años te manifiestas el ocho de marzo, o semanalmente en contra del calentamiento global, o lo que decidas hacer en libertad, consciente, muy feliz.

Editorial

La independencia de los ministros

“No hagas cosas buenas que parezcan malas”. Este mantra, que debería guiar la conducta de todo servidor público, adquiere máxima relevancia cuando un presidente elige a sus candidatos a ministros de la Suprema Corte.

Porque como lo establecieron la ONU, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, no basta con que la justicia sea independiente, también debe parecerlo.

Es decir, la legitimidad de la próxima ministra, pero también de la institución entera a la que va a llegar, depende de su apariencia de libertad y autonomía. Sin esta legitimidad de origen, es probable que cualquier decisión que tome en el futuro sea interpretada como señal de sumisión al Ejecutivo o su partido, incluso si se apega estrictamente a derecho.

Desafortunadamente, tales señales ya están aquí: la polarización y los cuestionamientos han caracterizado al actual proceso de designación de un nuevo ministro de la Corte en sustitución de Margarita Luna Ramos, como también fue el caso del que tuvo lugar en diciembre pasado y culminó con el nombramiento de Juan Luis González, quien reemplazó a José Ramón Cossío. Esta “falla de origen” tiene raíces profundas, pues algunos de los procesos de designación de ministros propuestos por Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto enfrentaron críticas similares.

Hoy se ha señalado que las tres candidatas propuestas por el titular del Ejecutivo tienen cercanía con él, sus consejeros y/o su facción política, condición que no garantiza la independencia judicial y representa un elevado riesgo de conflictos de intereses al momento de impartir justicia.

Cuando lo interrogaron sobre el tema, Andrés Manuel López Obrador defendió a su terna y, con toda razón, argumentó que no existe impedimento legal para que un miembro de un partido político pueda ocupar el cargo de ministro de la Corte.

Sin embargo, es importante recordar que Loretta Ortiz, quien forma parte de la actual terna, también había integrado la que propuso el presidente en diciembre. Y en aquella primera ocasión decidió renunciar a su militancia en Morena horas antes de comparecer ante la Comisión de Justicia del Senado, con el fin de “disipar cualquier duda” sobre la idoneidad de su candidatura. Esto demuestra que la candidata tenía conciencia plena de que pertenecer al partido político mayoritario no la hacía lucir bien.

En todo caso, la nominación de estas ternas ha sido posible porque los requisitos contemplados en la Constitución son relativamente sencillos de cumplir y las prohibiciones muy laxas.

Hoy el artículo 95 de nuestra Constitución dispone que, para ser elegido como ministro de la Corte, se necesita ser ciudadano mexicano, tener al menos 35 años, haber residido en el país durante los dos años anteriores al día de la designación, poseer título de licenciado en Derecho con antigüedad mínima de 10 años, gozar de buena reputación y no haber sido condenado a ciertos delitos ni haber ocupado ciertos puestos públicos durante el año previo al día del nombramiento.

Además, la ley identifica ciertos criterios de preferencia en la selección de los ministros: haber servido con eficiencia, capacidad y probidad en el caso de los candidatos que han trabajado en la impartición de justicia, y distinguirse por su honorabilidad, competencia y buenos antecedentes profesionales para los que provienen de otras áreas de la profesión jurídica.

Indudablemente, el universo de mexicanos que cumplen con estos requisitos es bastante amplio. No obstante, es importante recordar que dichos criterios no son más que un piso mínimo para un cargo que, dada su importancia, debería ser ocupado por los juristas más destacados del país.

Editorial

Jueces del Ejecutivo

Los jueces federales han sido desplazados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Viven su peor momento de representación desde que se definió el actual modelo de integración del máximo tribunal, hace casi un cuarto de siglo.

En la mayoría de los países, las designaciones de los jueces del máximo tribunal son nombramientos políticos. Pero en México, los gobiernos de Enrique Peña Nieto y de Andrés Manuel López Obrador han condenado al Poder Judicial de la Federación a un problema de representación, por lo menos en el mediano plazo.

La llegada de Arturo Zaldívar como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y del Consejo de la Judicatura Federal (CJF), el órgano de control de los jueces federales, representa el desplazamiento formal de los jueces de carrera del control del Tercer Poder.

Cuando el presidente Ernesto Zedillo aprovechó el receso judicial de diciembre de 1994 para reformar la Constitución, reconfiguró el PJF para que cumpliera con su función de equilibrio de los tres poderes. Clave para esta tarea han sido las controversias constitucionales y las acciones de inconstitucionalidad, creadas también entonces.

La reforma redujo de 26 a 11 los ministros de la SCJN y estableció retiros escalonados para que sus sustitutos fueran designados por periodos de 15 años. La reforma también creó el CJF, que dejó en manos de quien ocupara la presidencia de la Corte y con una composición de siete integrantes; tres de los cuales deben ser del Poder Judicial, dos del Senado y dos de la Presidencia de la República.

Zedillo y el Senado designaron entonces a nueve ministros de carrera en la justicia federal y dos externos: a un notario y exdiputado del PAN, Salvador Aguirre Anguiano, y a una notaria y magistrada del Tribunal del Tribunal Superior de Justicia del entonces Distrito Federal, Olga Sánchez Cordero, ahora secretaria de Gobernación del gobierno de López Obrador.

Con la renovación en la Corte, los distintos gobiernos han interferido en la justicia constitucional y, de plano, han propiciado una contrarreforma por vía de los hechos, por lo que hace a la integración de la Corte y ahora del CJF.

La proporción ahora es contraria a la carrera judicial. De los 10 ministros que tiene ahora el pleno, seis son externos, lo que facilitó la llegada del ministro Zaldívar a la máxima representación del PJF, adonde arribó desde la práctica de abogado corporativo, aunque con credenciales académicas como constitucionalista.

La próxima ministra, que saldrá de la terna propuesta por López Obrador, con el aval de un Senado obsequioso, también será externa a la carrera judicial federal, pero con nula práctica del derecho constitucional.

No será la primera. Varios de los actuales ministros, como los propuestos por Peña Nieto -Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Eduardo Media Mora y Jaime Laynez Potiseck- no tenían ni siquiera experiencia como jueces.

En el CJF ahora cuatro de los siete consejeros no pertenecen a la carrera judicial federal, a pesar de ser el organismo que decide sobre el gobierno de los juzgados y tribunales federales.

Los gobiernos del PAN, del PRI y ahora de Morena han ido conformando una Corte cada vez más a modo del Ejecutivo. Todos cortados con la misma tijera para obstaculizar el equilibrio de poderes.

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