(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
El PRD está en pleno proceso de renovación. Antes debe pasar
por una dirección colegiada, que viene a sustituir a la actual dirigencia
estatal, que opera bajo el modelo de un Comité Ejecutivo, rodeado de un
secretariado y como órgano legislativo el Consejo Político Estatal.
Recordaremos que el año pasado, en su consejo nacional, el
PRD determinó, entre otras cosas, modificar sus estatutos para comenzar su
proceso de renovación y modernización, anulando de entrada a las tribus que
desde su nacimiento en 1990 han venido dándole vida al partido, pero que en los
últimos tiempos resultan ser inoperantes, pues al contrario, en lugar de
permitir el crecimiento del partido lo han cooptado, arrebatándose unos con
otros los cargos de elección popular, traicionándose y pactando con partidos
enemigos cuando así conviene a sus intereses.
El PRD de Guerrero, por cierto, parece que no está dispuesto
a seguir al ritmo que está marcando el partido a nivel nacional. Por ejemplo,
la dirección colegiada debe ser integrada por 5 personas, pero en Guerrero
quieren ampliar esa membresía para dar cabida a todos los liderazgos que en
este momento, obviamente, son cabezas de tribus o corrientes.
Nadie quiere quedar fuera del órgano de dirección porque
será la única manera de mantenerse vigentes. Los líderes saben que en este
proceso se juegan el todo por el todo, y que el que tenga más saliva, comerá
más pinole.
La verdad es que no sabemos qué sucederá con este partido.
Al no estar capacitados para operar fuera de los grupos de poder –algo que
también le sucede al PRI y al PAN-, y luego de tantos años de manejarse a
través de grupos políticos, que en esencia representan grupos de poder, los
perredistas parecen ahora chivos en cristalería.
Ellos siempre presumieron de ser un partido democrático,
donde las tribus podían discrepar y pelear en público, al grado de que parecían
enemigos acérrimos, pero siempre terminaban reconciliándose en aras de la
unidad del partido, decían.
Sin embargo, algo se rompió en la elección de 2018 que no
sólo los confrontó, sino que terminó por fraccionarlos al grado de que los
liderazgos más visibles del perredismo tradicional están fuera. Unos, como
Sebastián de la Rosa Peláez, se quedó huérfano, y aunque dijo que haría de su
organización un partido político nuevo, la eliminación de las prerrogativas
para organizaciones sociales en el presupuesto federal los dejó encuerados, de
modo que ahora trasciende que se sumarán al Panal.
Es el caso también de David Jiménez Rumbo, líder del otrora
poderoso Grupo Guerrero, herencia del finado Armando Chavarría Barrera, quien
no pudo superar la intromisión del ex gobernador Ángel Aguirre Rivero, el cual
terminó pactando la candidatura de Acapulco para un externo. David entonces se
fue a apoyar al candidato del PRI, y hoy lo más probable es que se sume a este
partido.
Otro gran sector del PRD se sumó a Morena, algunos
directamente, pero otros a través del Grupo ProAMLO, que dirigió Félix Salgado
Macedonio.
Para no dejar, a muchos otros los absorbió el Partido del
Trabajo (PT), y para lo cual fue necesario que este partido reventara su
alianza con Morena, alegando que no le estaban dando espacios. Lo cierto es que
el líder petista, Victoriano Wences Real, jugó chueco en la pasada elección, a
cambio de una curul para su mujer en el Congreso local y de la candidatura a la
presidencia municipal de Tlapa para él, espacio que por cierto perdió.
El PT fue refugio para muchos perredistas que pretendían
candidaturas en municipios y distritos, pero que no pudieron alcanzar por
diferentes factores, sobre todo por la equidad de género a que están obligados
los partidos, pues tienen que postular al mismo número de mujeres que de
hombres.
Volviendo al tema del PRD en Guerrero, su dilema no será
fácil de resolver, pues a menos que busquen a los que migraron, no vemos por
dónde puedan recomponer sus debilitadas fuerzas.
Ciertamente consiguieron muchas presidencias municipales,
pero salvo la de Chilpancingo, ninguna otra es de nivel, y más bien perdieron
la perla de su corona, que era Acapulco.
El juego que jugaron en la pasada elección, además fue
perverso. A nivel nacional se aliaron con el PAN y el MC, en un proyecto
político suicida. Y a nivel local, pese al clamor de las bases para que se
aliaran a Morena, decidieron mantenerse en alianza con panistas y emecistas
–incluyendo la jugada maestra del PT. Parecía que estaban dando el paso de la
muerte, pero obviamente siguieron la lógica de perder para ganar. ¿Cómo? Sí.
Era necesario purgar al partido. Y en esa apuesta alguien ganó y mucho.
Hoy buscan una dirección colegiada. Y entre las propuestas a
integrarlo se encuentra el exalcalde de Zumpango y excoordinador de los ediles
del PRD en la entidad, Pablo Higuera Fuentes; la excandidata al Senado, Beatriz
Mojica Morga; el exsecretario de Salud en el gobierno de Ángel Aguirre Rivero,
Lázaro Mazón Alonzo, así como el exdiputado local en la 60 Legislatura, Amador
Campos Aburto. Veremos de qué cuero sale más correa, y qué grupos logran sobrevivir
a esta era de cambios.