De mañaneras, cretinos y
algo más
Raymundo Riva Palacio
El presidente Andrés Manuel
López Obrador volvió a uno de sus temas favoritos, insultar periodistas. En
esta ocasión le tocó a quien esto escribe, a quien llamó cretino por haber
publicado una columna “El negocio de las Mañaneras”,
el lunes pasado, en donde se hacía referencia a que empresas estaban
aprovechando el formato caótico que tienen sus conferencias de prensa matutina,
para plantar preguntas, pagando 200 mil pesos a quien la formulara,
para obtener del presidente una respuesta que apoyara sus intereses
particulares. Fue un denuesto gratuito. No le faltaré el respeto a López
Obrador, por la investidura presidencial, ni a Andrés Manuel, como individuo,
porque los vituperios no son lo mío.
La ofensa la hizo el
viernes durante su mañanera en Villahermosa.
En la víspera le habían hecho la pregunta en Palacio Nacional, pero había
eludido una respuesta directa. En esta ocasión no sólo la tomó sino que mostró
su enojo, que es una apreciación subjetiva, y su desinformación, que es una
apreciación objetiva. El rápido intercambio de preguntas y respuestas, fu así:
Presidente: “Nosotros
tenemos que entender que la política es un imperativo ético, no puede haber un
doble discurso, una doble moral. Digo esto también porque leyendo ayer
(jueves), de un columnista de esos famosísimos, que eran muy famosos pero ya
ahora las redes sociales están arrasando, tienen que revisar eso los
columnistas famosos de antes. Decía un columnista que aquí pagábamos,
repartíamos chayo de 200 mil pesos. A ver, a ver, a ver ¿cómo esta eso?”.
Periodista: “¿Riva
Palacio?”.
Presidente: “Sí, Riva
Palacio. Imagínense la falta de respeto, que además qué desfachatez. Eso no es
cinismo, es cretinismo. Pero hay que respetar a todos, ¿no?”.
Curiosa su forma de
respeto. Pero veamos. El presidente acusó: “Decía un columnista que
aquí pagábamos, repartíamos chayo de
200 mil pesos”. El texto dice lo siguiente:
“… es una conferencia sin acotamientos ni
reglas de juego, donde López Obrador se lanza todos los días a la selva, donde
hay interlocutores domesticados que se mezclan con profesionales de la
información. Ahí era donde se encontraron las ventanas de oportunidad. Si el
presidente respondía cualquier pregunta, ¿habría manera de controlar las
preguntas que pudieran afectar a una persona o a una empresa? ¿Podría haber
censura previa de esas preguntas?
“No era posible tener
ese control. La jungla en Palacio Nacional es real. Lo que sí encontraron,
cuando menos en dos casos que han trascendido, es que si no se podía impedir
una pregunta y una respuesta del presidente, sí se podía contratar que
uno de los presentes cotidianos en ‘las mañaneras’ repreguntara para lograr
hacer un control de daños y minimizar la crisis que podría desatar un
comentario negativo de López Obrador en cadena nacional. Por 200 mil pesos hubo
personas que asisten todas las mañanas a la comparecencia del presidente, que
aceptaron la tarea de contra preguntar”.
Entonces, el presidente se equivocó, leyó mal o le
informaron peor. En el texto, para evitar confusión, desinformación o mala fe,
se puntualizó: “El negocio de ‘las mañaneras’, es pertinente saberlo y tenerlo
presente, no es algo diseñado o tolerado
por López Obrador”. (El subrayado es mío).
La diatriba del presidente es difamatoria porque es
mentira. La columna mencionó que era una iniciativa de empresas, no de la
Presidencia, y que López Obrador era ajeno a esos manejos. En todo caso, como
demuestra la manipulación que hizo de él quien le proporcionó combustible para
la calumnia, demuestra que “el formato que él construyó, que diariamente
alimenta y que casi siempre goza, a decir por su lenguaje de cuerpo, favorece
la existencia de estas estrategias que aprovechan las condiciones inéditas en
las que se da la comunicación circular”.
Después de sus insultos, paradójicamente, quien esto
escribe recibió más información sobre el tema: nna contratista de una empresa
paraestatal, ofreció dinero para que le hicieran una pregunta al presidente, y
pudiera conocer la posición de López Obrador sobre un tema específico de su
mayor interés; un gobierno estatal también pagó para plantar otra pregunta para
que al ventilarse públicamente el tema de su interés, pudiera desencadenar una serie
de acciones de gobierno; y en otro caso, la crítica a una empresa la obligó a
pagar desplegados en prensa para denutralizar los ataques.
La columna mostraba la
vulnerabilidad del modelo de comunicación y sus riesgos, para que se pudieran
hacer ajustes. Era un ejercico normal en la prensa, alumbrar en donde se
considera hay algo que debe observarse para corregirse. En los medios no se
espera agradecimiento por lo que es su trabajo, pero tampoco una filípica. En
cualquier caso, este momento no deja de ser parte de la picaresca matutina y
del anecdotario profesional. Sinb embargo, hay una variable preocupante.
Si el presidente decidió
subirse a una locomotora y estrellarse contra un muro, con injurias sin el menor
sustento y totalmente errático, la pregunta y duda es si así es como toma las
decisiones que afectan la vida de 130 millones de mexicanos. Que insulte a un
periodista o a alguna otra persona es, salvo personas relevantes, un pie de
página en la crónica de su sexenio. Pero si resuelve políticas públicas o
acciones estratégicas sin información, manipulado con mentiras por sus
asesores, sí tenemos un problema como país. López Obrador se mostró como un
presidente con la sangre caliente capaz de sacar su retórica más violenta sin
tener la información correcta. No es la forma como se deben tomar las
decisiones, menos aún las de un jefe de Estado. Su responsabilidad requiere de
eso, responsabilidad, que es lo menos que debemos exigirle al presidente.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa