(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Comencemos a revisar el programa de becas para jóvenes que
no estudian ni trabajan, denominado “Jóvenes construyendo el futuro”. Porque si
este programa incumple con su propia mística, entonces al cabo de un año
tendremos el mismo problema de los “ninis”, corregido y aumentado, pues en
lugar de que estos jóvenes estén en las empresas e industrias aprendiendo algo
en lo cual ocuparse al cabo del año que durará su beca, lo que tendremos será
más “ninis” acostumbrados a recibir dinero del gobierno pero sin devengarlo
realmente.
De hecho, estos “ninis” son los mismos que prohijó el
sistema político del pasado, a través de programas como Prospera (antes
Oportunidades y en sus inicios Progresa), que crecieron recibiendo este apoyo
desde su infancia, y el único mérito para recibirlo era ser pobres, o decirse
pobres, porque la verdad muchas familias que recibían esa beca no la
necesitaban, mientras que decenas de mexicanos quedaron al margen del programa,
que era manejado por “vocales” que decidían quién sí y quién no entraba.
En lo personal conozco mujeres sin hijos que recibían la
beca, así como a otras con muchos hijos que ni caso les hacían.
Volviendo al tema, estos niños, ahora que ya son adultos, no
saben lo que es trabajar para ganarse el dinero. Digo “ganarse” el dinero; es
decir, hacer algo para obtenerlo, y no sólo “ganar dinero”, algo que llega sin
esfuerzo.
El programa para levantar a jóvenes que no estudian ni
trabajan es bueno. Aiga sido como aiga sido, porque no se entiende que si
tenían beca de Prospera no fueron a la escuela, si a muchos de ellos les
pagaban por acudir a un centro educativo, la idea de darles a estos jóvenes una
capacitación previa para insertarlos de manera exitosa al mercado laboral, es
genial. Sobre todo porque eso le quitaría a las empresas una carga extra, ya
que para contratar a algún empleado, primero hay que pagarle para enseñarlo, y
luego pagarle para que aplique lo aprendido. En esta fase se desgastan todos
los empleadores, de cualquier nivel.
Pero…el programa no está funcionando así. Si nos diéramos a
la tarea de revisar cuántos empleadores realmente fueron aceptados en las
listas de la Secretaría de Bienestar, nos daríamos cuenta que son pocos, en
relación a la demanda.
Y entonces, ¿a dónde están mandando a los jóvenes becarios?
Esta es la pregunta de los 67 mil, porque basta seguirles la pista para
enterarnos que están en todos lados, menos en lugares donde pueden aprender
algo.
Así como lo lee, estimado lector. Resulta que los
ayuntamientos acapararon a decenas de estos jóvenes becarios, y los están
mandando a las diversas áreas del servicio público, alivianándole el trabajo a
los burócratas, en lugar de que estén en talleres, negocios e industrias
aprendiendo algo real, oficios reales, que les ayudarán a insertarse al mercado
laboral, y dejar de ser una carga para sus familias y, obviamente, para el
Estado.
¿A quién se le ocurrió esto? ¿En qué parte del programa se
dice que los gobiernos pueden ser empleadores? ¿Sirve de algo que los jóvenes
anden barriendo calles y limpiando carreteras? ¿Sirve de algo que los tengan en
las áreas de protección civil? ¿Sirve de algo que los traigan organizando
eventos públicos?
Visto de manera simple, sí, está bien que estén ahí haciendo
“algo”. Pero ese “algo”, no les servirá cuando la beca termine y entonces tenga
que sea transferida a otros que están esperando la oportunidad.
Estos jóvenes debieran estar en talleres de carpintería, en
talleres de herrería, en restaurantes y hoteles, en fondas y cocinas
económicas, en palapas, en cibers, en gasolineras y hasta en estéticas, por
citar algunos de los oficios que podrían ayudarles en una verdadera
capacitación.
Nos comentan, además, que en muchos trabajos los chamacos no
quieren asistir, porque están acostumbrados a cobrar las becas sin esfuerzo. Y
en otros van sólo una o dos veces por semana. Y como el patrón no les paga,
tampoco puede mandarlos. Y si los reporta, no los dan de baja, sino que los
cambian a otro lugar. Por lo tanto, la opinión del empleador en cuanto a la
conducta y disposición del trabajador no importa para nada. Entonces la beca se
les está otorgando prácticamente sin restricciones.
Olvidan los promotores del programa, que si a los jóvenes no
se les enseña primero disciplina, y la cultura del esfuerzo, entonces todo
esfuerzo por rescatarlos será en vano.
De verdad esto es preocupante. Los delegados regionales y el
delegado de Bienestar en el estado, Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, debiera
estar al pendiente de estos desajustes, porque ésta sí es su responsabilidad.
De ellos depende si el programa es exitoso, o se cochinea como todos los demás,
que sólo fueron usados con fines electoreros.