¿Ya Chole?

Armando Ríos Piter

Estamos a catorce días de que se cumpla un año del #ParoNacionalDeMujeres. El 9 de marzo del 2020, una “colectiva feminista” de Veracruz llamada “Las Brujas del Mar”, impulsó la idea de un día sin mujeres,  “ni en las calles, ni en los trabajos, ni en las escuelas, ni en las universidades, ni cocinando, ni encargando comida, ni en las redes sociales…”

La chispa que en aquel momento encendió el movimiento, la inició una ola de feminicidios que sacudió las entrañas del país. Hechos terribles donde a mujeres y niñas les fueron arrebatadas sus vidas, se sumaron a condiciones históricas de desigualdad de salarios y oportunidades. El Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, en la CDMX publicó un tweet que sintetizaba la problemática que hoy y entonces viven las mujeres en México: “Paramos para hacer visibles las desigualdades. Porque las mujeres ganamos en promedio 34 % menos que los hombres. Porque en México ocurren 10 feminicidios al día. Porque las mujeres emplean 25 horas a la semana en trabajo doméstico, mientras los hombres solo 9 horas”.

El paro nacional fue todo un éxito, convocó y evidenció la problemática que sufren las mujeres en México. No obstante,  en lo que respecta a violencia letal contra las mujeres, datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) precisan que a lo largo del 2020 las cifras mantuvieron su desgarrador incremento. Los feminicidios aumentaron alrededor de un 1.7 por ciento. Adicionalmente, la cuarentena implicó que el año pasado se registraron más de 250 mil llamadas a los sistemas de emergencias relacionadas con violencia a la mujer, aproximadamente un 36.7 por ciento por encima del año pasado.

La Organización de las Naciones Unidas ha calificado al feminicidio en México como una “pandemia”. De acuerdo con el informe “Del compromiso a la acción” publicado por ONU Mujeres y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la violencia contra la mujer se caracteriza por tres rasgos: 1) Invisibilidad, 2) Normalización, 3) Impunidad.

Invisibilidad. Es muy probable que las cifras oficiales no reflejen con exactitud la readidad nacional -con toda su crudeza- debido a que el 88.4% de las mujeres que fueron agredidas en México no presentaron denuncia alguna. Por falta de confianza en las autoridades, prevalece un profundo temor ante acusar a los agresores, por las consecuencias físicas y psicológicas que una víctima pudiera tener en caso de presentar una denuncia. A esto habría que sumarle la exclusión social, las burlas e incluso el desgaste emocional consecuencia del proceso de denuncia ante las autoridades.

Normalización. La violencia hacia las mujeres es percibida como una conducta “normal” o “esperada” en amplios contextos sociales. Existe una especie de cultura que la avala y permite que la violencia hacia la mujer se mantenga arraigada, se realize en forma continua y sistemática desde hace cientos de años.

Impunidad.  Según el Índice de Impunidad en México, el 99% de los casos de asesinato no son resueltos. Las autoridades mexicanas se caracterizan por el alto nivel de corrupción que existe dentro de ellas. Dicho entorno permite que la violencia de género y sus consecuentes denuncias no sean atendidas ni resueltas en perjuicio grave de las víctimas. Adicionalmente, el colapso institucional que evidencia la impunidad, es abono fértil para que los delitos contra las mujeres se perpetúen e incrementen.

En este contexto, frente a las manifestaciónes de mujeres en las redes sociales, en las cuales exigen que retire su apoyo a Félix Salgado debido a denuncias por violaciones sexuales a través del hashtag #PresidenteRompaelPacto, el presidente López Obrador se enfocó a decir: “Como dicen, ya chole”, recordando que “en estos tiempos electorales existen todo tipo de señalamientos para descalificar a los rivales políticos”.

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