Armando Ríos Piter
El día de mañana, 3 de noviembre del 2020, se celebrarán elecciones en los Estados Unidos. Además de la Presidencia, los votantes habrán de elegir la totalidad de los escaños en la Cámara de Representantes (435) y 35 de los 100 escaños en el Senado. Las condiciones “sui generis” de la votación, donde el confinamiento ha provocado que muchos electores lo hagan anticipadamente por correo, aunado a declaraciones de Trump de que podría haber fraude por esta vía, principalmente en los estados gobernados por los demócratas, han provocado una amplia participación. Hoy se prevé una cifra record con alrededor de 150 millones de votantes.
La administración de la pandemia del Covid-19 en materia sanitaria -con alrededor de 228 mil muertos en aquel país- ha marcado significativamente la contienda. Mientras que Trump rechaza las cuarentenas estrictas y no es partidario del uso obligatorio del cubrebocas, Biden promueve la implementación masiva de pruebas y amplias inversiones para hacer rastreo de personas que den positivo al virus.
La crítica por “relativizar” la pandemia, ha sido el corazón de las críticas por parte de los demócratas hacia el presidente republicano. Según la encuesta de Gallup (14-28 sep) en el ámbito nacional, la aprobación presidencial es positiva en el ámbito de la economía (54%) y menor en cuestiones raciales (38%).
Dado que el presidente de los Estados Unidos no es elegido por voto popular, sino a través de los 538 delegados que conforman el Colegio Electoral, las percepciones pueden estar equivocadas y las encuestas pueden ser engañosas. Dos casos ilustrativos son el de Al Gore y Hillary Clinton quienes aún cuando ganaron la mayoría del voto popular, perdieron la presidencia. Por esta razón, aún cuando muchos analistas dan por hecho que Biden ganará, aún puede haber sorpresas.
El número mínimo de delegados que se requiere para ganar la Presidencia son 270. En estados en los que Trump fue superior a Hillary Clinton, tales como Georgia, Iowa y Ohio, hoy los resultados están prácticamente empatados. El candidato que gane el voto popular en cada estado, gana la totalidad de los delegados electorales correspondientes a esa entidad. Por esta razón, hoy la disputa se concentra en estados específicos donde aún no hay una definición contundente. Los estados más relevantes son: Arizona, Florida, Michigan, Pennsylvania, Wisconsin y Carolina del Norte, los cuales suman un total de 101 votos electorales. En 2016 Trump ganó en todos ellos pero hoy las encuestas marcan un desenlace incierto.
Ante lo cerrado de la elección en estados decisivos, existe el escenario de que no haya claro ganador la noche de mañana. Ya existen disputas en curso y algunos estados -Pennsylvania y Michigan- han anunciado que esperan terminar con el conteo de votos tres días después de la elección es muy probable. Por otro lado, ante la insinuación de Trump sobre “no aceptar los resultados”, hay que tener presente que la 12ª Enmienda establece los mecanismos para que el Poder Legislativo resuelva de manera definitiva cualquier diferendo.
Por lo pronto en México, hay quienes piensan que el triunfo de Trump beneficiaría a AMLO “por la buena relación personal que tienen”, mientras que los detractores de este último apuestan por el triunfo de Biden, al pensar que con eso se debilitaría el mandatario mexicano. Habría que recordarles la reciente carta enviada por legisladores tanto republicanos como demócratas, en la que denuncian un patrón de obstrucción hacia las compañías estadounidenses en el sector energético, amenazando la inversión y el espíritu del T-MEC. Esto nos recuerda que por encima de los “símbolos” e independientemente del partido en turno, la relación bilateral está fuertemente marcada por intereses, mas que por relaciones personales.