Tiempo de zopilotes

Alejandro Páez Varela

Otra vez: la mayoría de los periodistas que fueron satanizados en el video que se transmitió el viernes en la conferencia de prensa matutina de Palacio Nacional estaban simplemente informando. Su fuente: la Auditoría Superior de la Federación, un ente del Estado mexicano que ejerce un presupuesto de 2 mil 726 millones 054 mil 847 pesos autorizados por la Cámara de Diputados. Sin más datos que esa fuente oficial, informaron. Quizás un puñado en el Gobierno federal sabía, el fin de semana en que soltó la bomba de basura, que se habían cometido errores mortales. Pero la mayoría de los informadores, no.

Días después, hasta el exauditor Juan Manuel Portal Martínez se asombró: en dos décadas de existencia del organismo, dijo, nunca se había dado una pifia de esa magnitud. “Es inaudito lo que ha ocurrido y la verdad es que no hay grandes explicaciones, lo que se está viendo es producto de una mala ejecución de los trabajos y, sobre todo, de una falta de supervisión de la presentación de los resultados finales”. Pero los periodistas no necesariamente estaban informados de que citaban una fuente envenenada porque hasta la hora en que se soltó el informe, la Auditoría era una fuente validada (que ahora, por los oficios de David Colmenares Páramo, ha quedado desacreditada).

Otra vez: Palacio Nacional generalizó y cometió un error de primaria: en el video que difundió, unos simplemente informaban; otros opinaban. Dos géneros distintos. El Presidente Andrés Manuel López Obrador no tiene por qué saber de géneros periodísticos pero los que lo acompañan en materia de prensa, sí: es su obligación. Sobre todo porque el Presidente no editó el video donde aparecían de chile y de manteca; los que opinaban y los que informaban. Y a todos, en una muy efectiva (pero equivocada) ensalada, los puso en el paredón.

Muchas preguntas saltan. Dos obligadas: ¿Por qué al Presidente le gusta desacreditar a todos los periodistas? Y dos: ¿Cuál es su estrategia?

***

López Obrador es un viejo lobo de mar. No creo que generalice por error. Creo que su intención es desacreditar el sistema de medios mexicanos como un todo. Pero, ¿para dejar qué? ¿Qué es lo que, en su visión, debería sustituirlo? Un criterio para adivinarlo es considerar la lista de medios a los que inyecta la mayoría de los recursos de publicidad oficial, cuyos directivos tiene sentados junto a él. En el uno-dos-tres de esa lista está La Jornada. Se entiende aunque no se justifique: tiene vínculos personales con ese medio y ya. Pero, ¿y Televisa? ¿Televisión Azteca? ¿Esa es la prensa que el Presidente desea?

Me resulta además casi incomprensible que el Presidente planee un “nuevo ecosistema de medios mexicanos” con esos tres medios: dos televisoras y un impreso. ¿Ese es el futuro que imagina? Digo, se vale que él piense que sí y que ése sea su plan. Allá él. Los impresos –de donde vengo y de donde viene mi padre– van de salida, aunque me duela; las televisoras también. ¿Por qué inyectarles recursos? Por otro lado, siempre habla de los nuevos medios no-convencionales: los youtubers, que él considera un sustituto viable de los periodistas (muchos de ellos ni siquiera se piensan así). Luego se brinca, al hablar de alternativas, a las benditas (y malditas) redes sociales. ¿Qué ecosistema es ese? Porque no creo que piense en los medios públicos para sustituir a la prensa. No sería saludable pensarlo siquiera y además, en los hechos, Notimex está en knock out y los demás están para lo que son y casi no generan opinión pública.

El viernes, al recordar el infame reporte de la Auditoría de la Federación, López Obrador dijo: “A todos los que son defensores del antiguo régimen corrupto les significó un festín, porque son tiempos de zopilotes: todo lo que sea atacar al gobierno es moda”. Luego transmitió el video donde salen periodistas y medios informando lo que dio a conocer la Auditoría, mezclado con las opiniones de los que él considera defensores del régimen corrupto: Carlos Loret y Brozo. Ambos opinaban y sí, le cargan la mano al Gobierno de la 4T. ¿Y los demás? ¿Por qué la barrida? ¿Por qué meterlos a todos en el mismo costal cuando el propio Presidente sabe que hay varios costales y que de allí viene su famosa frase de “no somos iguales”?

Lo que me intriga es el plan. Cuál es el plan de López Obrador con la prensa, a dónde va. Es claro que tiene un enorme menosprecio por la mayoría y, quizás, no sé, saca del costal a un puñado. Y luego su lista de beneficiarios de la publicidad oficial no da señales de cuál es el plan: es rara, difícil de entender más allá de que se trata de una bolsa para premiar a sus amigos o aliados temporales (porque, debe saberlo, Televisa y Azteca lo traicionarán en cuanto no haya dinero).

El asunto aquí es que se van a cumplir tres años de que ganó. Lleva más de un tercio del sexenio consumido. Y ciertamente alguna prensa –sobre todo la adicta al dinero público– está mermada por la campaña de desprestigio, pero no agotada: los portales opositores a López Obrador tienen visitantes, los locutores tienen audiencia, las columnas tienen lectores. ¿Entonces? Así como va, López Obrador le quitará algunas plumas al viejo sistema de medios, pero no habrá impulsado uno mejor o nuevo. Esos medios y periodistas, sin embargo, se envalentonarán cuando él deje Palacio Nacional y se le echarán encima durante años.

Y si López Obrador tiene ahorita la oportunidad de reclamarles, desde una posición de poder, por todo lo que lo atacaron en las décadas pasadas, en el futuro no tendrá más opción que aceptar sin réplica el plato amargo que esa misma prensa y esos mismos periodistas le servirán a diario para el desayuno, la comida y la cena de su retiro en Palenque.

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