Armando Ríos Piter
Se anunció que esta semana, los días 8 y 9 de julio se dará un encuentro entre los presidentes Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador. El motivo de la reunión se ha dicho, es dialogar sobre el nuevo acuerdo comercial en América del Norte. Sin embargo, sobre este evento -primer viaje del mandatario mexicano al extranjero- se han presentado fuertes críticas pues se dice que Trump usará la reunión para impulsar sus intereses electorales con los votantes hispanos.
Históricamente el habitante de la Casa Blanca ha tenido un fuerte rechazo en nuestro territorio, motivado por las constantes críticas que ha hecho a nuestro país, en particular por las agresiones que ha tenido hacia nuestros paisanos que viven en Estados Unidos. Debido al costo que el encuentro podría tener frente a los mexicanos, así como frente al Partido Demócrata que hoy lidera las encuestas estadounidenses, múltiples voces han aconsejado que no se realice la visita.
Alrededor de la reunión sobre el T-MEC, la letra T que a veces se asemeja a un crucifijo, aparece por doquier. Si Trump quiere usar la reunión como un Trampolín, más vale que el Tabasqueño tome con seriedad los Temas y el Tono con el que se debe Tratar el encuentro. De otra forma, si AMLO se maneja con Tibieza, será un Triste “Trancazo” para la 4T y el país entero.
Dado el consabido comportamiento del mandatario estadounidense, es obvio que buscará usar la reunión como un trampolín que le regrese la competitividad que ha perdido en las encuestas. La decisión de asistir tomada por AMLO, es difícil evitar que así lo intente. Seguramente buscará hacer una carambola de doble banda. Por un lado, profundizar el apoyo de su base dura; por el otro, generar empatía con el electorado hispano. Para ello el tema de seguridad puede venirle como “anillo al dedo”.
Es muy probable que el eje rector de la visita no sea el nuevo Tratado comercial, sino el nuevo incremento de la violencia en México. Tras el atentado a Omar García Harfusch en la CDMX, el tema ha vuelto a cobrar relevancia y se ha publicado en medios tan importantes como el Washington Post. Los cárteles mexicanos de la droga, su peligrosidad y la preocupación que estos significan para los 1.5 millones de estadounidenses que viven en suelo mexicano ya habían sido comentados por Senadores americanos y por el propio Donald Trump.
En diciembre pasado, después del asesinato de la familia LeBaron, el propio Trump anunció que designaría a los cárteles mexicanos como “grupos terroristas”. Sin embargo, poco después, aseguró mediante un tuit, que cambió de opinión a petición de un “hombre que me cae bien y que ha trabajado tan bien con nosotros”.
Tiempo después, en febrero de este año, el propio embajador Christopher Ladau -cuya residencia por cierto está a escasas cuadras de donde se dio la balacera en Paseo de la Reforma – fue crítico en el tema de seguridad al resaltar “hay muchas reuniones, pero realmente lo importante es que tengamos resultados…esto no puede seguir así para ambos países”. Por esta razón, es muy probable que el tema de seguridad, de los malos resultados de la estrategia de “abrazos no balazos”, del predominio de los cárteles criminales por encima del Estado mexicano, sean el eje rector de la conversación.