(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
El asesinato de una familia en una colonia periférica de Acapulco, incluida una niña de 9 años, a quien estrangularon junto a su padre, y quien incluso portaba el uniforme de su escuela, es terrible. Creo que es una de las escenas más impactantes que me ha tocado ver en medios y redes sociales, por todo lo que encierra.
Las escenas hacen volar la imaginación: Un departamento de interés social tipo Infonavit. Un hombre vestido para salir a trabajar recostado en su cama, muerto a balazos, y a su lado su pequeña hija, como lista para ir al colegio.
En otra parte de la casa, su madre, quien seguramente estaba ocupada en los quehaceres cuando todo eso sucedió.
Y uno se imagina que estaban listos para salir de su hogar a buscar la vida, como cada día, sin imaginar que la muerte les tocaría la puerta, en un populoso multifamiliar.
¿Estaba dentro el enemigo, o llegó de fuera? Habría que revisar la escena del crimen, para determinar si hubo algún grado de violencia en el ingreso hasta la recámara.
¿Era conocido de la familia? Tal vez sí, por eso los homicidas mataron también a la niña, para que no los delatara.
Y mientras los diputados se pelean y hacen de un ilegal paro laboral un botín de guerra, la violencia de género y la violencia infantil rebotan hasta niveles insospechados.
De un lado, veo la foto de una niña asesinada. Del otro lado, la fotografía de un diputado del PRI, el líder de la bancada Héctor Apreza Patrón, solidarizándose con empleados sindicalizados que ganan entre 13 mil y 25 mil pesos al mes, tomando en brazos a un bebé de una de las trabajadoras, haciendo política abiertamente de un caso que debiera darles vergüenza, sobre todo luego de que abandonaron la sesión cuando se les encaró y se les conminó a renunciar a sus prerrogativas para que la administración del Congreso pueda desembolsar los más de 10 millones de pesos que se sumarían a la nómina de aquí al mes de diciembre, sin contar los aguinaldos correspondientes.
Por si no se han dado cuenta, señores diputados, estamos en un país en recesión, y nos resistimos a que la burocracia engorde más de lo que debe.
Y si son tan buenas hermanas de la caridad, volteen a ver a los ayuntamientos, donde han empleados que ganan 1,500 por quincena, o menos. Donde los sueldos de los policías están para llorar y sus condiciones laborales son desventajosas.
Terrible es ver tanta hipocresía política, sobre todo de gente que ya estuvo en el Congreso. Apreza Patrón ya ha sido el líder del Congreso y sabe de qué lado mastica la iguana. Por lo tanto, es inadmisible que nos quieran vender gato por liebre, afirmando que, en primer lugar, el paro de empleados es legal. No lo es, como tampoco es que estén cobrando sus sueldos si no están trabajando. No lo es porque se levantaron de una mesa de negociación para ir a tomar el Palacio Legislativo, interrumpiendo el curso de las actividades de diputados y diputadas, quienes ahora andan a salto de mata rentando hoteles para sesionar. Los empleados, ensoberbecidos por el apoyo de los diputados de oposición, están por el todo o nada, aunque ya se les aceptaron 6 por ciento de incremento a sus prestaciones, que son de lujo, entre éstas los bonos por el día de las madres, becas escolares para los hijos, etcétera. ¡Wow! Ingresos que ella los quisiera cualquier empleado de a pie y que no gozan de los buenos oficios de los señores diputados, a quienes les debe preocupar y ocupar los problemas de la entidad, en lugar de ir a meterse en pleitos de comadres, porque eso que están haciendo es estar comadreando.
Los empleados tienen la oferta de un 6 por ciento de incremento directo a su sueldo, que como ya expuse es alto, pero ellos quieren 13 por ciento, más 6 por ciento en prestaciones. ¿Qué tal?
Entre tanto el Congreso es un lavadero público, el drama y el horror hacen de Guerrero su principal escenario, y ahora también se ceban sobre niños y niñas.
¿Y nuestros diputados? Comadreando.