(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Ya hay fecha para el regreso a clases. El 10 de octubre, si las autoridades no indican lo contrario, todos los planteles deberán retornar a clases presenciales, de acuerdo a lo que ayer anunció el gobernador Héctor Astudillo Flores.
Previamente, para el día 4, Guerrero ascenderá al semáforo verde, dado que han bajado drásticamente los casos de contagios y hospitalizaciones por Covid-19, lo cual hace apta a la entidad para autorizar el regreso a clases presenciales.
Sin embargo, ojo, amble lector. Ene este momento, en Tierra Caliente hay por lo menos 3 planteles cerrados por brotes del coronavirus. Y sin ánimo de alarmar, lo informo para que estén conscientes de que no porque se nos diga que estamos en semáforo verde, el peligro de contraer la enfermedad está anulado.
No es así. Lo que indica el semáforo es el nivel de riesgo de ser contagiados. Rojo es máximo riego; naranja, riesgo alto. Amarillo, riesgo medio y verde, riesgo bajo. Por lo tanto, aunque estaremos en riesgo bajo, y seguramente escucharemos de pocos casos de la enfermedad, eso no significa que no vaya a estar el virus rondando entre nosotros, pues una cosa es que no estemos ante una oleada de la pandemia, y otra que ya se haya retirado.
De hecho, los epidemiólogos han aventurado la idea de que el Covid-19 llegó para quedarse entre nosotros, como en su momento sucedió con el dengue, que irrumpió sobre todo en los países tropicales y sigue causando muchos problemas año con año, sobre todo en época de lluvias.
Así también sucedió con la influenza, que aunque no llegó a los niveles del Covid-19, sí alcanzó niveles de pandemia. Hoy por hoy, está entre nosotros y sus síntomas, por cierto, son muy similares a los del Covid.
Las familias tendrán que extremar precauciones con el retorno de sus hijos a clases. ¿Por qué? Porque aunque se nos diga que en las escuelas hay más cuidado que cuando llevamos a nuestros hijos al súpermercado, no es lo mismo tener contacto esporádicamente con alguien, a una convivencia de 6 horas como mínimo no con una persona, sino con decenas de ellas, tanto en las aulas como en los patios de recreo.
De verdad que el tema no es tan simple. Y aunque tampoco es tan complejo como para no entenderlo, todo se reduce a una verdad: El Covid-19 sigue entre nosotros, y estamos obligados a tomar precauciones.
Ahora hay una nueva variedad en México, la “Ñú”, y aunque los epidemiólogos no han dicho si tiene suficiente virulencia para causar una cuarta oleada, tampoco se descarta.
En nuestro caso, recordemos que Guerrero es una entidad muy visitad por turistas. Que aunque no hemos alcanzados los niveles de antes de la pandemia, siguen visitando nuestras playas vecinos de otras entidades y países, y eso nos hace más vulnerables.
Si nos fijamos, la pandemia descendió drásticamente en cuanto los turistas dejaron de llegar y volvieron a sus ciudades. Por lo tanto, ya en octubre se reanudan clases.
En cuanto al turismo, las autoridades consideran que estaremos en condiciones de reactivar la economía, pero también eso es un espejismo, porque la etapa fuerte ya pasó, estamos en los meses bajos y será hasta diciembre cuando tengamos un respiro en materia económica.
La verdad, los guerrerenses ya no sabemos que elegir, si pedir que la economía se reactive, lo cual implica la apertura de todo el proceso turístico, o simplemente quedarnos como estamos. Finalmente, en esta tercera oleada fueron tan altos los contagios, que los únicos que ganaron fueron los revendedores de oxígeno y obviamente los médicos, porque tuvieron muchas consultas que atender.
En cuanto al sector turístico, les salió lo dado por lo servido. Lo que ganaron con la llegada de visitantes, muy seguramente lo perdieron pagando medicinas, oxígeno, hospitalizaciones. O, en el peor de los casos, hayan resentido alguna muerte entre ellos, empleados o familiares.
Me resta decirles algo que decía mi padre. Que si te dan a escoger entre el dinero y la vida, elijas la vida. De hecho, es un mandamiento bíblico. Cada quien tiene la responsabilidad de cuidar su vida, porque es su máximo derecho. Ante la muerte, no hay reparación posible, porque la vida no tiene precio.
Cuidémonos, no bajemos la guardia, que la pandemia no vuelva a tomarnos con la guardia baja.