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SOS COSTA GRANDE

(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

La Brecha de Guerrero sigue dando de qué hablar. El diario El País publicó, con base en una entrevista con Víctor Manuel Cruz-Atienza, investigador de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que esta porción de la costa guerrerense, que tiene más de 100 años sin liberar energía geofísica, no se rompió con el sismo del martes. Si hubiera sido de esa manera, dijo Cruz-Atienza, habríamos tenido un terremoto de mayor magnitud y obviamente de consecuencias catrastróficas.

Eso es cierto. La brecha no se rompió, pero ya se activó. El sismo del 7 de septiembre fue precisamente en la parte sur de la brecha, considerada también el punto más cercano a la Ciudad de México desde las costas de Guerrero. 

Aún ignoramos qué consecuencias esto puede traer en una de las zonas de mayor riesgo sísmico en el mundo, que no libera energía desde 2011. Un terremoto mayor a 8 grados en esa región llegaría en segundos a la megalópolis, con consecuencias severas, y obviamente impactaría de manera impredecible al estado de Guerrero, tanto desde el punto de vista humano como económico, sobre todo en sus dos principales centros turísticos, como Acapulco e Ixtapa Zihuatanejo.

En lo general, la Brecha de Guerrero corre a lo largo de el litoral del Pacífico, abarcando desde Jalisco hasta Chiapas, que es la zona donde interactúan las placas de Cocos y la Norteamericana. Si nos vamos mar adentro en el Océano, la placa de Cocos es impulsada o influenciada también por la Placa del Pacífico, que a su vez se interconecta con otras placas mayores y menores rumbo a Asia, hasta Japón, China y sus islas. Hacia el sur, la placa de Cocos interactúa con la Placa de Nazca,que corre por Centro América y Sudámerica.

Pero en un concepto más focalizado, la brecha guerrerense se concentra en 200 kilómetros de Acapulco a Zihuatanejo y concretamente de las afueras del puerto acapulqueño a Papanoa. Por efecto dominó, se interconecta con otras fallas, sobre todo hacia la Costa Chica.

Esta gran brecha es realmente una zona de subducción entre las placas de Coco (marítima) y la Norteamericana (continental), en la que la primera subduce o se mete bajo la segunda.

Es en ese proceso de subducción que el roce o choque de placas puede ocurrir y provocar terremotos.

Aunque Guerrero está constantemente registrando movimientos telúricos, para los sismólogos del mundo preocupa que esa franja específicamente no ha liberado suficiente energía a lo largo de 110 años. Temen, por lo tanto que las placas estén atoradas en algún punto, de modo que al destrabarse desaten un megaterremoto. O, por el contrario, que se esté preparando un choque de tal magnitud, que incluso quiebre alguna de las placas, sobre todo la marítima.

Por eso se considera que la Brecha de Guerrero es la región de mayor riesgo en todo México, porque por la energía acumulada por más de 100 años, podría desatar un terremoto magnitud 8 o mayor. Incluso un “Meruto”, esto es un mega terremoto de ruptura total, lo que implica que la placa de Cocos se fisure en toda su longitud, que abarca cinco estados de la República, proceso que duraría varios minutos y desataría un tsunami colosal, pues el agua del Oceáno entraría a la nueva grieta para luego rebotar hacia la superficie marítima, provocando las gigantescas, como sucedió con el terremoto de Indonesia, donde el tsunami mató más gente que el propio sismo.

A menor escala, algo así sucedió en el terremoto de Chiapas, del 7 de septiembre de 2017. Los científicos detallaron que en ese punto del Istmo de Tehuantepec, la placa de Cocos se rompió al chocar con la Norteamericana, lo cual no debió suceder porque la placa estaba lo suficientemente caliente como para deslizarse, dicen.

Debido a ello, el sismo fue mayor a magnitud 8, y por eso también fue el precursor del sismo del 19 de septiembre de ese año, conocido como el terremoto de Puebla. Este sismo ya es de los conocidos como “intra placas”.

Las descripciones de los científicos son bastante técnicas, en este sentido, pero en palabras llanas, la placa continental por debajo de Puebla se quebró a determinado nivel de profundidad por efecto del sismo de Chiapas. Y es como si estuviera lanzando al abismo marítimo pedazos de ella. Obviamente, las consecuencias a largo plazo son impredecibles, sobre todo en esa zona donde se ubica el volcán Popocatépetl.

En cuanto a los daños de un terremoto de ruptura, en caso de que se origine en la Brecha de Guerrero, el mayor impacto será para la Ciudad de México, zona densamente poblada, y donde el suelo es poco firme porque se trata en realidad del lecho del lago de Texcoco y sus afluentes.

Para entender esto, recordemos que el terremoto de Chiapas hizo menos daño en la Ciudad de México, que el que sucedió 12 días después, en Puebla. Eso se debió a la cercanía del epicentro, a la velocidad con que viajó la onda expansiva del choque, entre otros aspectos que los científicos conocen.

En resumen, la Brecha de Guerrero no ha reventado. Sigue la preocupación de los simólogos por esa franja y recordemos que incluso han venido desde Japón a realizar monitoreos de la zona de subducción en Costa Grande.

De nuestra parte, estemos conscientes de esto, y atentos. Nuestras deben ser reforzadas. Los edificios de hospedaje, mucho más, y eso es tarea del gobierno del estado, por cierto, pues la ley especifica que las supervisiones en hoteles se hagan cada 4 años.

A ver si con este último terremoto que se registró, ya nos ponemos las pilas.

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