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SOS COSTA GRANDE

(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

A partir de este lunes, Guerrero retrocede al semáforo naranja, que implica en términos de salud un alto riesgo de contagio para la población, y en términos económicos un retroceso que nadie esperaba ni quería, pero como dice el dicho: uno pone y Dios dispone.

Se nos había dicho que estaríamos en semáforo amarillo hasta el 1 de agosto, es decir, durante dos semanas. Luego de esto se evaluaría la situación para ver si nos manteníamos o retrocedíamos.

Lamentablemente el aceleramiento de la pandemia, contada a partir de los nuevos contagios, es mayor a la previsión de las autoridades y  estuvimos en semáforo amarillo apenas una semana.

Hoy comienzan nuevas reglas para tratar de controlar la pandemia, dictadas por las autoridades, pero que se contraponen con la actitud de la gente, que a diferencia del año pasado esta vez ya no está en actitud de obedecer, pues las playas están abarrotadas con gente sin cubrebocas y en los pueblos las fiestas patronales a todo lo que dan, con la participación incluso de autoridades vigentes y electas.

Todo es un maremágnum en la base social, mientras que el gobierno que ya se va, apenas atina a anunciar nuevas reglas, pero es como una voz en el desierto.

Los municipios de plano ya doblaron las manos, con honrosas excepciones, como los alcaldes de Acapulco, Zihuatanejo y Chilpancingo, que están haciendo algunas actividades.

Obviamente, eso es insuficiente para frenar la pandemia y la experiencia que nos dejaron las dos oleadas anteriores es que el pico máximo se alcanzará en agosto, y será hasta septiembre cuando comience a despejarse.

¿Qué se puede hacer? Sólo prevenir el contagio. Y una vez contagiado, curarse. Acudir al médico, no esperar a que sea demasiado tarde. A los 7 días de los primeros síntomas, comienza a gestarse la neumonía. Es hora de suministrar anti inflamatorios. Si el oxígeno está bajo, decidir si se necesita terapia de oxigenación.

Este camino ya lo conocemos, lo hemos vivido y sólo nos queda seguir las indicaciones.

El problema es que si toca contagiarse en la etapa del pico de la pandemia, en la que seguramente habrá un 100 por ciento de ocupación hospitalaria y escasez de oxígeno, como sucedió en enero, cuando después de las vacaciones decembrinas se desató la segunda oleada.

Aunque, sin ánimo de asustarlos, algunos médicos están señalando que esta tercera oleada viene mucho más agresiva, pues se está involucrando una nueva cepa del virus original del Covid, que es mucho más contagiosa, y que está enfermando a jóvenes y niños. Si la cepa original era muy benévola con la población juvenil e infantil,  pues la Delta no los está perdonando, y ya hay casos de niños hospitalizados, sin contar que por sí mismo el Covid en infantes con esta nueva cepa está causando daños severos a los infantes, donde la falta de oxígeno se demuestra en sus uñas amoratadas. 

Desafortunadamente, esta tercera oleada se presenta cuando los que ganaron la elección aún no llegan al gobierno, y los que están por irse ya se cansaron de lidiar. Pueblos enteros están a su suerte. Los alcaldes están en sus casonas, viajando en sus camionetas de lujo, mientras la población metida en sus tradiciones religiosas, en sus actividades cotidianas, sin uso de cubrebocas, sin nada que sugiera que puede haber un mayor control de la pandemia que en sus versiones anteriores.

Desde el Congreso ya solicitaron los diputados que se tomen medidas preventivas urgentes contra el Covid-19. El arzobispo de Acapulco, Leopoldo González, pidió también que se apliquen los protocolos sanitarios, pero se lo pide al gobierno, no a sus feligreses, que esta vez ya no quisieron suspender sus fiestas, y además de rezos y misas están realizando cabalgatas, comilonas y bailes. ¿Qué tal?

Como autoridad religiosa, el arzobispo debe llamar la atención de los sacerdotes a cargo de parroquias e iglesias, para que se cancele todo lo relacionado con la tradición de los festejos, dejando quizás la parte eclesiástica, que es la misa y san se acabó.

Por el otro lado está el turismo, que está siendo bastante difícil de controlar.

Y no es por meterles miedo, amable lector, lectora, pero cuente 2 semanas a partir de hoy, ya en la primera semana de agosto escucharemos la lloradera de enfermos graves.

Lamentablemente, como les decía, la gente ya se resignó a que si alguien se muere, “ya le tocaba”. El muerto al pozo, y el vivo al gozo.

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