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SOS COSTA GRANDE

(Misael Tamayo Henrnández, in memóriam)

Con resultados tangibles en todas las áreas, el gobernador Héctor Astudillo Flores rindió ayer su sexto y último informe de gobierno, acompañado de su esposa, la presidenta del DIF, Mercedes Calvo de Astudillo, y del titular de la SADER, Víctor Villalobos Arámbula, como representante del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien por cierto estará desde hoy y hasta el lunes en Guerrero.

Los que vivimos el caótico gobierno interino de Rogelio Ortega Meza, con lo que se cerraron los 10 años de gobiernos perredistas en la entidad, podemos dar fe de que el sexenio 2015-2021 ha sido un periodo de reconstrucción en todos los órdenes de la vida pública.

Primeramente, se recuperó la gobernabilidad en la entidad, y se lograron abatir los índices de inseguridad tan altos que Guerrero registraba.

El gobernador presumió ayer precisamente este apartado de seguridad, puesto que hoy por hoy Guerrero ya no ocupa el deshonroso primer lugar en homicidios dolosos, luego de que por muchos años Acapulco fue la ciudad más violenta del mundo, junto con San Pedro Sula, en Honduras.

Increíble pero así fue, hasta que la llegada al poder del presidente López Obrador permitió un cambio de estrategia integral y global, a la que el gobernador Héctor Astudillo se sumó sin tapujos ni remilgos, contrario a lo que sucedió con otros gobernadores.

Con eso, Astudillo demostró mucha inteligencia y sabiduría, pero sobre todo amor por su pueblo, al actuar por encima de intereses e ideologías partidistas.

Han sido 3 años de intenso trabajo coordinado, y aunque podemos reclamar que faltó mayor inversión para Guerrero de parte del presidente AMLO, del otro lado tenemos que agradecerle que retomó el programa de fertilizante, que el gobernador había prometido que daría de manera gratuita a todos los productores de la entidad. La sensibilidad del presidente y la constante gestión del gobernador, quien además se comportó con mucho decoro y ecuanimidad, sin cajas destempladas ni pataleos innecesarios, permitió que ese programa tan importante para la producción de granos que surgió en la entidad, se rescatara y se llevara a otros estados.

Seguro estoy de que el presidente está consciente de que en Astudillo tuvo un aliado con su gobierno; a un hombre maduro políticamente y  sin dobleces, y que no tuvo que lidiar con un corrupto politiquillo, como sucedió, por ejemplo, en Tamaulipas o en Michoacán, cuyos gobernadores jugaron al tú por tú, en lugar de ponerse a trabajar en coordinación con el nuevo gobierno federal.

Por otro lado, durante este sexenio que está por concluir se impulsaron las inversiones en sectores clave para el desarrollo (Zihuatanejo es ejemplo de ello), y también se consolidaron las obras de combate a la pobreza, como salud, educación, agua potable y alcantarillado, básicamente.

No podemos obviar que a Astudillo le tocó un periodo de grandes retos: La crisis política inicial; el gasolinazo de 2017 luego, que redujo la posibilidad de maniobrar económicamente. Luego la pandemia que estalló en 2020 y que puso literalmente al estado de rodillas, con su sector turístico (el sector económico más importante del estado) cerrado.

Por un lado los enfermos y muertos cayendo, y por otro lado los negocios cerrando y los empleados siendo expulsados a la calle. No podemos imaginar los retos que el mandatario debió enfrentar para mantener a la entidad en cierta paz. La presión de los empresarios fue extrema, pues sus pérdidas eran mayúsculas. Y no sólo del sector turístico, sino también del ámbito minero, comercial y de servicios.

De verdad que el liderazgo de Astudillo fue probado. La última prueba fue el proceso electora que culminó con la elección del 6 de junio. Se le agradece su no injerencia y el respeto a la voluntad popular.

Restan 4 meses más de gobierno, en los que el mandatario tendrá que ocuparse de su proceso de entrega recepción. A mediados de octubre, lo veremos transfiriendo el mando a la primera mujer gobernadora.

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