SOS COSTA GRANDE

(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Tras la estrepitosa derrota de Morena y de la Cuarta Transformación en la Ciudad de México, donde se perdió la mitad de las delegaciones, la Secretaría de Hacienda está tratando de dar opciones al presidente, a fin de que se reconcilie con la llamada “clase media”, que fue la que presumiblemente fue la que dio un voto de castigo en las demarcaciones donde vive en su mayoría la clase media de la megápolis, y donde los candidatos de la alianza PRI-PRD-PAN, ganaron copiosamente.

Por algún lado tendría que meterse la erosión a la Cuarta Transformación. En estas últimas dos semanas, AMLO ha estado hablando de esa clase media manipulable, que a lo largo de la historia ha apoyado los peores proyectos de gobierno, como el fascismo, el nazismo y en América Latina todos los golpes de Estado.

Él pugna, dijo, por una clase media que no tenga aspiraciones de crecimiento “a costa de lo que sea”.

¿De qué exactamente se trata todo este enredo? Pues como lo dijimos harto en este espacio, la pandemia no golpeó a los pobres de entre los pobres -porque a este punto todos los somos. Para ellos hubo becas, adelanto de becas, atenciones de todo tipo, tandas y más.

Para la clase media no hubo nada. Estamos hablando de cientos, miles de ellos despedidos de negocios que cerraron por ley u obligados por la caída de las actividades económicas, sobre todo en las ciudades, donde prácticamente toda la burocracia se fue a casa.

Decenas, cientos, miles de dueños de negocios propios. Gente que estudió y que se manejaba como dueño de micro o pequeñas empresas, que no tuvieron ningún tipo de respaldo, ni en la banca privada, ni de parte del gobierno.

Se les dijo que atendieran a este sector, pues tasaron a todos con el mismo rasero. Metieron a mega ricos, dueños de transnacionales y los que ocupan los primeros lugares en las listas de los más ricos, con los Mipymes, que no son otra cosa que los cientos y miles de empresitas que de región en región van sosteniendo los empleos.

Dijeron que por nada del mundo pedirían préstamos en el extranjero para apoyar a la micro y pequeña empresa, para que pudieran reabrir sus negocios y que no hubiera despido de personas.

No les importó. Quisieron solucionar todo con las becas del Bienestar, mientras que la Ciudad de México sufría por más de un año de un cierre económico prolongado.

Trasciende que el presidente AMLO está preocupado, sobre todo porque el año próximo viene la consulta para revocación de mandato. Jamás imaginó que la cuña de su proyecto se metería por la clase media, que en 2018 y años atrás venía apostándole a un cambio de gobierno, porque para nada se les puede catalogar de “fifís”. Son gente que surgió de la cultura del esfuerzo y que de la noche a la mañana se vieron sin nada en las manos, algunos ya viejos, con sus hijos a medio formar.

Claro que esto tendría algún tipo de efecto, y no es porque la clase media sea inmoral o manipulable, es sólo porque ha sido la más golpeada. Si nos fijamos, los ricos no perdieron gran cosa, ellos siguen siendo ricos, porque además el sistema económico está diseñado para garantizarles grandes ganancias. Podemos hablar de empresarios a los que la pandemia catapultó, en lugar de empobrecer.

A los pobres de entre los pobres, los acurrucó el propio gobierno federal, porque en estados y municipios no hubo nada.

¿Y para los profesionistas, dueños de negocios, restaurantes, estéticas, fabricantes de muy diversos productos, qué hubo? Habladas. Señalamientos de que son corruptos, de que quieren dinero del pueblo para robárselo, acostumbrados por el antiguo régimen, etcétera, etcétera.

Las urnas fueron la voz de esa clase media envilecida por el discurso oficial y partidista. Ahora han de entender que la mayoría de los empleos de este país los sostienen las Mipymes, y que al caerse este sector, muchas familias están todavía sufriendo y sin esperanza, porque se quedaron sin empleos.

¿Cuál es la solución? Que se cambie el rol. Que pague más el que más gane, y que dejen de estar sangrando a lo que se llama “contribuyentes cautivos”, gente que paga “sí o sí” sus impuestos, sea porque son empleados, sea porque son empresas pequeñas que carecen de opciones para evadir impuestos.

Aunque se diga que ya traen cortos a los grandes empresarios con el pago de impuestos, no es así, falta en este sector una reforma fiscal de gran calado, algo con lo que el presidente no se quiere meter por ahora.

Pero la titular de Hacienda dice que urge, que sólo eso conciliaría a AMLO con la clase media, de cuyo lomo salen los dineros para sus programas sociales.

La clase media es la que más sufre en todos los países. En estados Unidos, por ejemplo, más vale ser muy pobre para que te den ayudas y te regresen impuestos, o ser muy rico para que ni te molesten, a ser clasemediero: profesionista, dueño de algún negocito, porque allá también estos son los que más pagan impuestos.

¿Y si AMLO lo sabe, por qué no actúa? Que conste que ya lo dijo Raquel Buenrostro, o modificamos el esquema impositivo para rescatar a la clase media, o veremos caer a la Cuarta Transformación de la misma manera que se alzó. Parece que este sector ya no está dispuesto a que se le siga sangrando y sin esperanza. Como alguien ya escribió por ahí, la clase media no tiene presidente.

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