(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
El presidente Andrés Manuel López Obrador no se reunió con ninguno de los aspirantes al gobierno de Guerrero por Morena. Ni con el precandidato, Félix Salgado Macedonio, ni con los que aspiran a ocupar ese puesto y están todavía en campaña.
Eso generó una especie de trending topic en redes sociales ayer, con la noticia de que AMLO despreció a Félix Salgado, y tampoco se pronunció a su favor, lo cual implica -dicen- que no es su favorito.
Uno ve esas notas y se pregunta cuál es la fuente, porque las presentan como noticia, y uno espera que, en efecto, haya sucedido algún momento durante la gira del presidente algo que nos indicara que estaba interesado en mostrar apoyo o desprecio por algún candidateable.
Al contrario, AMLO siempre lo ha dicho que no es igual que sus antecesores. Si así fuera, el proceso interno habría sido distinto. De hecho, todos apostaban a que el delegado de programas sociales era su favorito, y ya lo daban como seguro candidato.
La voltereta en Morena sorprendió a los propios aludidos, que no consideraron que el presidente sacaría las manos del proceso electoral de veras, no de palabra, y que inclinaría la balanza por alguno.
Claro, ni siquiera podemos decir que apoya a Félix. Y más bien está dejando que el partido resuelva el problemón en el que está metido el candidato, porque sólo él sabe cómo resolverá las demandas que tiene en sus manos la Fiscalía -léase el gobierno del estado- y que puede usar como instrumento político-electoral en cualquier rato.
De hecho, ya lo están haciendo, pues mientras la alianza PRI-PRD avanza en su proceso de unidad, proceso muy aceitadito desde Casa Guerrero, al grado de que hasta el senador Manuel Añorve Baños tuvo que bajarle dos rayitas a su muina, Morena se despedaza.
Lo que no aceptan los que argumentan que el presidente ni caso le hizo a Félix Salgado, es que no peló a nadie. El señor vino a lo que vino y aunque todos le hicieron guiños, ni se inmutó.
Félix se fue a la Quebrada a escuchar el estruendo del mar rompiendo en las rocas, y por la tarde se fue a cortar el pelo con su estilista favorita.
Pero Walton hizo un evento masivo, lo mismo que Pablo Amílcar, enviando señales de humo que, sin embargo, no les fueron tomadas en cuenta.
Así se quedaron esperando el espaldarazo presidencial tanto Amílcar Sandoval Ballesteros como “el amigo del presidente”, Luis Walton Aburto, quien hizo campaña con esa bandera, diciendo incluso que AMLO lo había mandado a competir, a medirse, para en caso de que fuese aceptado en Morena, pudiera obtener la candidatura.
¿Quién mintió? Todos. Ahora sabemos que tomarse fotos con el presidente o decir que son amigos, no es garantía de nada, sino todo lo contrario: suele ser un truco engaña-bobos, porque definitivamente estamos en otros tiempos, muy distintos a cuando el tapado de cada entidad la determinaba el inquilino de Los Pinoles. E, incluso, el mismo AMLO dice que el jefe del PRI se daba el lujo de poner candidatos incluso de otros partidos, con la complacencia de los líderes de estos institutos políticos.
Y claro que sucedía. El sistema PRIANISTA (al que ahora también pertenece el PRD), iba moviendo las piezas del ajedrez como le iba conviniendo, y el que se movía, no salía en la foto.
Todavía en la elección pasada, Guerrero fue “entregado”por el PRD a cambio de Michoacán, según declaraciones de Beatriz Mojica Morga. Y así fue, porque nadie del partido la acompañó en su campaña, señal inequívoca de que la dejaron a su suerte.
En resumen, ninguno de los morenistas pudo presumir de la unción presidencial, el espaldarazo de AMLO o algo por el estilo, lo cual es harto saludable.
Nadie de los aspirantes, tanto los que ya están en la ruta de la unidad, como los que siguen como chivas desbalagadas, puede decir que AMLO le llamó, lo mandó a traer o siquiera si les hizo algún guiño. Nada.
Al contrario, el presidente hizo lo suyo y estuvo acompañado por el gobernador Héctor Astudillo, con el cual se ve que se lleva de maravilla, luego de aquel bochornoso episodio en donde el otrora poderoso súperdelegado para programas sociales le arrimó gente para que lo abuchearan, y en el que AMLO tuvo que pedir disculpas.
Bien por el presidente, que sabe con qué se come eso de la investidura presidencial. Y mal por los morenistas, si es que esperaban que el mandatario actuara como sus antecesores.