(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Evodio Velázquez Aguirre arrancó ayer su precampaña con un acto oficial al que se dieron cita perredistas de todo el estado, y que encabezó el dirigente nacional del PRD, Jesús Zambrano Grijalva.
En las fotografías, sin embargo, no se aprecia la presencia del ex gobernador Ángel Aguirre Rivero, pese a que él fue quien impulsó la alianza PRI-PRD en el estado.
Claro, Aguirre y Los Chuchos salieron mal desde que lo sacrificaron tras los lamentables hechos de Iguala, que tuvo un funesto saldo de 43 estudiantes desaparecidos. Y aunque ahora el destino los vuelve a juntar, ellos en la dirigencia nacional del partido, y el ex mandatario que vuelve a las lides políticas -pues ha dicho que un político no se muere hasta que se muere- desaprovecharon la oportunidad de la reconciliación, lo cual habría marcado un hito y habría lanzado un mensaje de unidad y de fortaleza.
Pero hay cosas imperdonables, y una de ellas es la traición. Pero si algo ha demostrado el mundo de la política, es que todos son desechables, hasta que demuestren lo contrario.
Ya habrá momentos para que Evodio y Aguirre coincidan, sobre todo en Acapulco, donde el ex mandatario estaría compitiendo por la alcaldía. Al menos eso es lo que ha trascendido en las últimas semanas, aprovechando la alianza PRI-PRD.
Para Aguirre no será difícil darle batalla a Morena porque aún tiene injerencia en ambos partido. Hay que reconocer que el ex gobernador nunca dejó de tener contacto con sus ex correligionarios, y la mejor prueba es que el senador Sofío Ramírez Hernández es el líder del PRI en Acapulco, siendo uno de los principales colaboradores del clan aguirrista.
Entre los candidatos priístas, además, lleva las de ganar. Manuel Añorve Baños es su primo, y uno de sus más cercanos colaboradores en sus tiempos de priísta, mientras que Mario Moreno Arcos también es su amigo; tan es así, que en la elección interna del candidato a gobernador del PRI en 2015, los grupos políticos que lanzaron a Héctor Astudillo por segunda ocasión, rechazaron a Moreno Arcos, vinculándolo con Aguirre.
Por lo tanto, parece que el ex mandatario va en caballo de hacienda por la alcaldía de Acapulco, mientras Morena se debate en conflictos internos, golpes bajos y cachetadas guajoloteras.
Si eso sigue así en el equipo lópezobradorista, no quedará mono con cabeza, ni mona.
Sin embargo, insistimos, Aguirre faltó en el inicio de la precampaña de Evodio Velázquez Aguirre, quien hasta el 8 de enero estará realizado actos proselitistas, para pelear la candidatura al precandidato del tricolor.
El PRI, por su parte, ha dicho que su candidato lo definirá el 1 de diciembre, para posteriormente dar lugar a la revisión en la mesa de la alianza. Después del 8 de enero, fecha en que concluye este periodo de precampaña, los partidos aliados tendrán que sentarse a negociar, y definir quién encabeza la candidatura de la coalición.
Lo que sí, es que Zambrano vino a Guerrero con la espada desenvainada. Dijo que la alianza PRI-PRD es para ganarle a Morena el estado de Guerrero, y prácticamente todo su discurso lo usó para despotricar contra el presidente de la República, criticando el gobierno de la 4 Transformación.
Bueno, Zambrano puede venir a Guerrero a destilar veneno sobre el que fue dos veces candidato presidencial del PRD, y que le dejó el partido vacío cuando creó el partido de Morena. Pero vaya una recomendación para Evodio Velázquez Aguirre: Que si quiere atraer a los morenistas a su causa, no siga el ejemplo del dirigente del partido, porque en Guerrero la gente podrá repudiar a muchos de los aspirantes que se están moviendo, pero aún confían en que el mandatario federal está haciendo las cosas bien.
Sobre todo los ancianos y los jóvenes, que eran usados por los partidos políticos como carne de cañón, pero sin beneficio alguno, y que hoy están recibiendo importantes apoyos sociales, no recibirán el mensaje anti-obradorista.
En la base social, la gente no entiende de política exterior ni de geopolítica. Sólo sabemos que hay hambre, inseguridad, crisis económica, y queremos oír que alguien se ocupe de ayudar aunque sea un poco.
Decir, finalmente, que no será fácil para el próximo gobernador -sea del partido que sea- enfrentar la etapa post-Covid, y tendrá que demostrar que se puede sacar al estado adelante con menos recursos.