(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
El Departamento de Justicia de los Estados Unidos retira los cargos de narcotráfico y lavado de dinero contra el General Cienfuegos, y será repatriado a México, presuntamente para ser juzgado en este país, pero no por los delitos que se le imputan allá, sino por otros que está documentando la Fiscalía General de la República acá.
La noticia de esta maniobra cayó como balde de agua hirviendo al gobierno entrante del demócrata Joe Biden, quien toma posesión el 20 de enero próximo. Esto nos revela que “en todos lados se cuecen habas”, y que Trump está haciendo maniobras de último momento, pero aún no sabemos para dónde jala realmente, porque éste es un caso inédito. Jamás México había logrado semejante cosa, tan sólo con una intervención diplomática, con la ayuda del embajador Landau, y del jefe del Departamento de Justicia en el país vecino, William Barr.
Se entiende que con esta burda maniobra de la justicia estadounidense, y queda severamente exhibida la DEA (Drug Enforcement Administration por sus siglas en inglés), la dependencia que por años le siguió la pista al General, logrando su detención en Los Ángeles, California, el 15 de octubre pasado, bajo los cargos de narcotráfico y lavado de dinero, asunto que tuvieron que documentar por años, desde por lo menos 2009, durante el gobierno de Felipe Calderón, pues se dice que sus primeros contactos con el Cartel de los Beltrán Leyva se dieron por esa época, cuando Cienfuegos se desempeñó como comandante de la Novena Región Militar.
Una vez que llegó Enrique Peña Nieto al poder, Cienfuegos se valió de los hermanos Moreira, ex gobernadores de Coahuila, quienes lo acercaron a Peña Nieto desde la campaña, y posteriormente lo paleomeó para la Secretaría de la Defensa Nacional.
Así fue que la iglesia quedó en manos de Lutero. El Ejército en manos de un hombre ya de antemano coludido con unos de los grupos del narcotráfico que más daño le hizo a Guerrero, donde todavía se resienten los estragos de esa sucia alianza.
Volviendo al tema, hay que destacar que la decisión del fiscal Barr se anunció a dos semanas de que Marcelo Ebrard interviniera para que la justicia estadounidense desistiera de su juicio contra Cienfuegos, algo insólito, porque eso implica también que la jueza que lleva el caso lo cierre sin siquiera iniciarlo.
Ebrad se reunió con Barr el 6 de noviembre, según el comunicado; esto es, un día después de que el General secretario de la Defensa Nacional con Enrique Peña Nieto, se declaró no culpable de los cargos en su contra a través de su abogado Ed Siapone, tras una audiencia virtual en la Corte de Brooklyn, en Nueva York.
Cienfuegos no viene en calidad de extraditado, sino solamente repatriado. ¿Por qué? Porque al retirar los cargos la justicia estadounidense, automáticamente queda libre de ellos, y volverá a este país como si nunca hubiera pasado lo del 15 de octubre, cuando el General fue detenido en el aeropuerto internacional de Los Ángeles, en presencia de su familia.
Y a partir de ahí todo puede suceder. La promesa es que Estados Unidos aportará las pruebas que tiene del General, pero ya solamente como coadyuvante en el proceso, y sin reclamar nada.
¿Qué sucedió? ¿Qué motivó al gobierno de Estados Unidos a hacer semejante cosa? Nunca jamás se hubiera pensado en que dejarían ir a un pez tan gordo, que involucra a los gobiernos de Peña y Calderón.
¡Ah!, pero claro que también puede involucrar a más miembros del Ejército, tal vez gente cercana al presidente AMLO. O a miembros de tan alto rango en las Fuerzas Armadas, que no quedará mono con cabeza, con el consiguiente debilitamiento de la fuerza militar en el país.
No veo otra razón para que se retiraran los cargos contra Cienfuegos, siendo que eran asuntos graves, sobre todo porque era un jefe militar que debía estar combatiendo a los cárteles, no participando en el negocio.
Veremos con qué artes sale la Fiscalía General de la República, y hasta qué punto el fiscal Alejandro Gerz Manero, logra hacer su control de daños.