SOS COSTA GRANDE

(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

La elección de 2021, querámoslo o no, tendrá condiciones muy pero muy distintas a las que han distinguido otros procesos políticos. El Covid-19, como la pandemia más agresiva que hemos vivido desde la peste bubónica, incluso peor que la tuberculosis, a la que se le denominó “la peste blanca”, vino a trastocarlo todo, y la política no podía ser la excepción.

Expertos en política señalan incluso que el Covid 19 todavía no muestra todos sus efectos, y hasta pronostican el desmantelamiento de viejas estructuras políticas, así como personajes que tendrán que hacerse a un lado, porque simplemente no están a la altura de los retos de estos nuevos tiempos.

Ya no es suficiente tener un buen discurso, ni tampoco una buena presencia. No es suficiente tener un padrino político, ni la bendición del jefe máximo. Los maximatos y su multiplicación en distritos, estados y municipios, serán puestos hoy más que nunca a prueba.

También los acuerdos entre grupos, el clásico “sigues tú” y “yo pa’lotra”, están condenados al fracaso, porque no se trata de poner al que sigue en la cola de las tortillas, sino al más capacitado, al más sensible, al más creativo, porque si antes teníamos problemas, en el futuro tendremos más y mayores.

Si no nos hemos dado cuenta, esto apenas comienza. Los horrores de la pandemia los viviremos en carne propia cuando haya pasadso la primera ola. Porque, ojo, los expertos dicen que viene una segunda y hasta una tercera. La segunda ya viene por Europa, que más que rebrotes del Covid, son los inicios de una nueva ronda por el mundo. Y la tercera está comenzando en China. Luego entonces, serán 3 barridos que la pandemia hará, y al que se quede con calzones en esta, para la otra quedará desnudo.

No sería extraño que eso sucediera. Es el comportamiento natural de las pandemias. Por ejemplo, el cólera ha dado ya 7 rondas por el mundo, desde que comenzó hace unos 200 años. La última fue a inicios de la década de los 90, tiempos en que nuestro país también vio muchos muertos y obligó al gobierno y a la gente a cambiar muchas políticas sanitarias y de producción y manejo de alimentos.

Si al Covid-19 le agregamos que las leyes cambiaron y hoy son estrictas en el sentido de que ya se considera un delito electoral -del fuero federal-, la compra de votos por cualquier modalidad, la retención de credenciales y tantas y tantas argucias que se inventan los que aspiran al poder (suelen decir que en la guerra y en el amor todo se vale), entonces podemos deducir que el proceso electoral de 2021 para nada será algo sencillo.

La política sigue. No puede parar. Finalmente, todo es política. Cada decisión que los individuos tomen y que se relacione con su interacción con los demás, es un asunto de política. Lo aclaro porque no sólo existe la política partidista, que se diseñó para acceder al poder y perpetuarse en él, sino porque el hombre por naturaleza es un animal político y está tomando decisiones todo el tiempo.

Volviendo al tema, en lo sucesivo se necesitarán políticos que no le tengan miedo a la historia. Que sepan que lo que no hagan en este momento, terminará hundiéndonos más.

Sé que Guerrero, por ejemplo, no debería estar en semáforo naranja. Por el aumento de casos de Covid-19, no hay condiciones. Pero el gobernador tomó ese riesgo y se le aplaude. No podemos seguir encerrados de por vida, y lo que sigue es curar a la gente.

Tenemos ejemplos de personas que han sanado, y debemos tomarlo. Tener Covid-19 no es una sentencia de muerte, no es algo invencible. Hace falta un protocolo oficial para combatirlo, así como orientar y concientizar a la gente debidamente, para que no se oculten, no se traten con tes ni hierbas, y más bien sepan qué tomar y cuándo actuar.

El secreto está en actuar a tiempo. No es entonces evitar la enfermedad manteniéndonos encerrados por meses. Sino saber qué hacer cuando la enfermedad se presente. Suena duro, y hasta temerario, pero así debemos actuar. Volver a cerrar los puertos no es la opción.

Urge también regular los precios de las medicinas. Es terrible, por ejemplo, que una medicina para desinflamar el pulmón cueste 1,500 pesos en las farmacias. O que una pastilla de Azitromicina cueste 100 pesos, ya con descuento. ¡Por dios! Espantoso que los farmacéuticos estén lucrando tanto con la gente enferma, que debido a la pobreza por el cierre de la actividad económica, se está curando con Vaporrub porque carecen de recursos.

A esto se debe tanta muerte en el país, no propiamente al Covid.

Entonces, la clase política debe quitarse miedos y remilgos, y tomar al toro por los cuernos. De esos necesita México.

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