(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
El debate político le abona a la formación de los individuos. Pero el agandalle y el tragar ansias, lo único que provoca es desencanto y desesperanza.
Así estamos en Guerrero, con una oposición muy disminuida, pero que está tejiendo fino -y al último aunque tejan burdo, pero tejen-, mientras que Morena, el partido mejor posicionado en Guerrero, se resquebraja, desarticulando lo que se construyó desde la base social, desde 2013 y 2014, cuando los militantes originales se sumaron a un trabajo de plataforma social, para darle vida a Morena.
¿Alguien recuerda los comités del cambio verdadero? Estos se crearon cuando no había partido, sobre la base de lo que fue el Movimiento de Reconstrucción Nacional (Morena), que finalmente pudo conseguir su registro como partido, en lo que fue la escisión política más importante de la izquierda, comparable sólo con la que protagonizó en 1988 Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, y de la cual surgió el PRD, que desafortunadamente bien pronto comenzó a alinearse con el poder en turno.
Llegado el momento, al PRD la historia lo alcanzó también; y hace 6 años comenzó a perder importantes cuadros, comenzando por el mismo Andrés Manuel López Obrador, quien se cansó de la corrupción partidista, que engordaba y crecía a costa de sus campañas presidenciales, pues por el efecto Peje llegaron a ser la primera fuerza en varios estados del país, pero sin llegar a Los Pinos, claro, a fuerza de traiciones de sus líderes a nivel nacional, conocidos como Los Chuchos.
A diferencia de lo que sucedió en el PRI, que fue un proceso repentino, derivado de la candidatura de Carlos Salinas de Gortari -lo que implicaba una voltereta política nacional-, el PRD se fue desangrando poco a poco. Fueron tiempos de sumar y sumar y sumar. Cualquiera que quisiera trabajar, era bienvenido. Se hizo un gran trabajo a ras de suelo, que muchos de los que luego se hicieron de candidaturas y lograron cargos de elección popular, ni siquiera conocen ni entienden la magnitud. En su mayoría, estaban en la comodidad de sus negocios, de sus cargos públicos y privados.
Otros, los que se conciben como la facción mayoritaria del partido en Guerrero, ni siquiera estaban aquí. No se desgastaron y no sufrieron las inclemencias del tiempo, el desgaste de predicar una nueva forma de hacer política y de convencer no sólo a los temerosos, sino también de revitalizar a los que ya estaban cansados de trabajar, habiendo sido tantas veces traicionados.
Estos son los que vinieron a apoderarse del partido, los que vinieron a poner trabas, los que impidieron que ingresaran a Morena tanta y tanta gente que votó por AMLO en 2018 y que lo sigue apoyando, pues en las elecciones internas del año pasado -que afortunadamente se abortaron-, maniobraron para que solamente participara la gente que estaba en el padrón en 2015, desdeñando a todos los que hicieron posible sus triunfos.
Y es que entre menos burros, más olotes. Entre menos gente, mayor control.
Una impugnación de la facción monrealista impidió este atraco, que hubiese sido un mal precedente para Morena, algo simplemente antidemocrático, y es fecha de que el partido no renueva sus dirigencias.
Desafortunadamente, hoy son tiempos de restar, y restar y restar. Hoy se habla de no dar paso a los advenedizos. Hoy son tiempos de patear el pesebre.
Ayer leíamos la reflexión de un columnista estatal: “¿Quién abonará a la unidad de Morena?”
Lamentablemente, entre los morenistas nada más las patadas se oyen. Por eso Luis Walton Aburto está tan seguro de que será el candidato. ¿Acaso será el tercero en discordia? Veremos. Lo que sí es cierto, es que mientras los de dentro no se pongan de acuerdo, los de fuera serán los ganones.