(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Hay una grave omisión en el caso de la creación de la
Guardia Nacional. Bueno, son dos lagunas que no sabemos cómo van a resolverlas
y, además, que amenazan con boicotear el proyecto de pacificación en el país
mediante la creación de ese nuevo cuerpo de seguridad pública.
La primera parte, es que la Guardia Nacional no involucra a las policías
estatales ni municipales. Esto significa que estos cuerpos de seguridad no
sufrirán cambios, aunque se antojan indispensables, sobre todo ahora que el
diputado local priísta, Heriberto Huicochea Vázquez, aceptó que hay 24
municipios en los que sus policías han sido desarmadas.
Si bien se les estaría obligando a certificarse, este proceso sólo garantiza que sepan portar un rifle y accionarlo, y que tengan cierta actitud de servicio, pero no puede prevenirse que los oficiales de seguridad se inmiscuyan en delitos.
Para colmo, se les deja a los estados y municipios el uso de sus presupuestos a sus anchas, con la única promesa de que “ahora sí” será vigilado el uso de estos recursos, que por años ha sido la caja chica de los gobiernos locales.
La segunda omisión en el proyecto de la Guardia Nacional son las policías comunitarias y ciudadanas, que han permeado en todo el país, siguiendo el modelo de justicia comunitaria, pero que distan mucho de parecerse siquiera a aquel intento original de la CRAC-PC de Guerrero, de organizar a los pueblos para prodigarse seguridad mediante los usos y costumbres indígenas.
Nada que ver. En Guerrero, por ejemplo, hay unos 23 grupos armados de diversa índole, pero sólo una policía comunitaria formal, la de la CRAC-PC, que está amparada en la Ley 701 de derechos y cultura indígena.
Estos grupos estarían albergando a unos 20 mil hombres armados, en diversos territorios de la entidad guerrerense, los cuales están fuera de toda regulación, más los que se vayan sumando, porque esto parece no tener fin.
Aunque se diga, en el caso de la UPOEG que dirige Bruno Plácido Valerio, que los mandan las asambleas de los pueblos, eso es mentira. En realidad, se mandan solos y el asambleísmo sólo les sirve de parapeto, pues si alguien desde dentro del sistema quiere cuestionarlos, lo atacan.
Esto es sumamente grave decíamos, a raíz de la noticia que a finales de febrero surgió en Puebla, donde un grupo de supuestos policías comunitarios tomó el control de la seguridad de un amplio territorio, prohibiendo la entrada de cualquier otra corporación, tal cual acaba de pronunciarse al CRAC-PC en su asamblea del domingo pasado, en donde sus consejeros dijeron NO a la Guardia Nacional en su territorio, como si fuera exclusivo, o como si ellos no estuvieran también supeditados a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Los comunitarios de Puebla, que a todas luces están vinculados a los huachicoleros, prácticamente están declarándole la guerra al gobierno federal, ante la inminente entrada de la Guardia Nacional. Lo que viene, entonces, es algo peor de lo que nadie se imagina, y de ahí que el presidente Andrés Manuel López Obrador quería una corporación militarizada, pues no se estaría enfrentando a delincuentes comunes.
En el caso del gobierno estatal vemos muy poco interés por regular a estos grupos, pese a que se tiene la vertiente de las policías rurales, en las cuales puedan encajar. Al contrario, se les ha dejado ser y actuar a sus anchas, como sucede en Filo de Caballos, por ejemplo, donde en noviembre pasado ingresó a un grupo armado autodenominándose como policías comunitarios, los cuales desde entonces han estado provocando el desplazamiento de familias a otros lugares. Y da el caso de que estos mantienen un plantón frente al Palacio Nacional, en espera de una audiencia con el presidente de la República, pues exigen que se haga algo por su territorio, para que las familias desplazadas retornen. Ese grupo amenaza con tomar los municipios de Leonardo Bravo, Chichihualco y Chilpancingo y hasta le dieron un ultimátum al gobernador la semana pasada.
Falta conocer cómo la Guardia Nacional trabajará con estos grupos armados, que pululan no sólo en Guerrero sino en diversos estados del país, sobre todo Michoacán.