(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
¡¿Sismo y Covid?! Una devastación natural y una pandemia mundial (¿provocada?), juntos en este México desolado, que todavía no sale de la cuarentena de 3 meses, habría sido un escenario inimaginable.
Afortunadamente para todos, el terremoto de magnitud 7.5 grados que azotó ayer las costas de Oaxaca, causó daños materiales leves, aunque se lamenta la muerte de 4 personas.
Se tuvo, además, una alerta de tsunami que no se concretó, y sólo tuvimos una moderada elevación del oleaje en nuestras costas, pero por poco tiempo.
Finalmente, hacia las 6 de la tarde, las playas de Guerrero, aparte de estar cerradas todavía para el turismo local, nacional e internacional, lucían apacibles.
¿Cómo no agradecer esto, amable lector? Apenas hace 3 años, en 2017, nuestra entidad sufrió las secuelas de dos potentes sismos. El del 7 de septiembre, de magnitud 8.1 con epicentro en Chiapas. Y el del 19 de septiembre, de magnitud 7.5, con epicentro en la frontera entre Puebla y Morelos.
El primero remeció toda la infraestructura de las entidades cercanas, incluido Guerrero y la Ciudad de México. Pero el segundo, ocurrido 12 días después, justo cuando el país hacía simulacros para conmemorar el 32 aniversario del gran sismo de 1985 (magnitud 8.2), fue devastador.
Como siempre ocurre, la Ciudad de México se llevó la peor parte, pero también en Guerrero hubo cuantiosos daños en la infraestructura física educativa, de agua potable y alcantarillado, de salud, en viviendas y calles. La zona Norte y la Zona Centro, fueron las más dañadas, en el segundo sismo, pero las costas lo fueron en el primero.
Estas heridas aún no se restañan del todo. Hay gente lidiando con el Covid-19, pero viviendo en casas de plástico, en espera de que les haga justicia la revolución, porque sencillamente el gobierno de Enrique Peña Nieto se inventó una red de “tandas”, para que los propietarios reconstruyeran sus propias casas, que se diluyeron en los largos dedos de la corrupción.
De verdad, muy agradecidos con papá Dios por esta misericordia que nos mostró a los mexicanos, y sobre todo a los que vivimos en zonas sísmicas, como los guerrerenses, donde estamos en el grueso de la pandemia por Covid-19.
Ayer, el país registró su máximo de contagios, con 6 mil positivos. Las muertes han ido disminuyendo (casi 800 ayer), y también las hospitalizaciones, pero el virus acecha por todos lados, y dependerá de cada uno de nosotros que la curva se aplane.
Ayer, se informó de 134 contagios en Guerrero, registrados de lunes a martes, y se sumó el municipio de Mochitlán al listado de contagios, con lo que ya se tiene 74 de 81 municipios con Covid, sólo 7 en azul, ninguno en verde.
En tratando de contener la pandemia, el gobierno del estado lanzó una nueva estrategia de sanitización en los municipios más afectados, estrategia en la que deberá involucrarse también la sociedad civil, pues el personal del gobierno, sea de los municipios, del estado y los propios soldados y marinos, ya están agotados y enfrascados en actividades como la seguridad, los comedores comunitarios, y hasta vemos a elementos de la Guardia Nacional custodiando los tráilers de fertilizante, para evitar robos y saqueos como los que se registraron el año pasado.
Insisto, el presidente AMLO debe estar muy agradecido por lo inocuo del sismo de Oaxaca. Pero no debemos cantar victoria, ya que es sabido que un sismo puede provocar otro en línea recta, como sucedió en 2017, con el de Chiapas. Sucedió en las costas de aquella entidad, y 12 días después, siguiendo una línea recta hacia Puebla, estaba tronando en la placa continental.
La obligación de todos los que vivimos en zonas sísmicas, es mantenernos en alerta ante cualquier movimiento telúrico.
Además, recuerden que el lunes comenzó formalmente el verano, con el cambio de la luna de cáncer, y ahora tenemos otra preocupación más, pues se han pronosticado por lo menos una docena de huracanes.
En los fenómenos naturales, nadie puede intervenir, sólo el Eterno. Pedimos, pues, que su misericordia se extienda, y nos libre del Covid, de secuelas de sismos, y también de huracanes. México entero pide un respiro.