(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
El manejo de la pandemia por Covid-19 es un caos en todos los municipios de Guerrero. La gente no está dispuesta a cuarentenarse ni un día más. Y aunque tienen miedo de los contagios, también es cierto que ya llegaron a su límite y tocaron piso en cuanto a recursos.
En un escenario como éste, no hay dinero que alcance, ni en el sector público, mucho menos en el sector privado, para sostener la economía estatal, regional y local, y lo que se nos viene es algo que nunca hemos visto. Ninguna desgracia de las que ha sufrido la región de la Costa Grande, el estado o el país, nos ha colocado ante la imposibilidad de continuar.
Pero es eso, o morir en el intento, porque la pandemia no respeta a nadie: ni al rico, ni al pobre, ni al prieto, ni al güero. Se trata de un virus para el que no hay inmunidad en el mundo, ni cura, ni vacuna.
Se nos critica porque sólo hablamos de los enfermos y de los muertos. Y sí tienen razón, también debemos hablar de los que han sanado, que son los más. A nivel nacional suman 135 mil 279 recuperados, contra 21 mil 825 defunciones.
Visto así, parece que la noticia debieran ser no los muertos, sino los recuperados. Pero la gente debe entender que el librar un contagio por Covid-19 no es algo que todos logren. Tampoco es una sentencia de muerte, claro, porque hay casos en donde hasta viejitos han salido del contagio, pero desafortunadamente otros muchos han muerto. Entonces, no debemos olvidar esa parte.
El gobierno, y la sociedad en su conjunto, están ante la disyuntiva de si abrir aún teniendo el semáforo en rojo y con bandera a la alza, o esperamos a que pase al color naranja, algo que se antoja imposible en el corto plazo, si tomamos como referencia el incremento de contagios y de casos sospechosos, de los cuales saldrán los nuevos positivos.
Guerrero tenía anoche 4,288 casos confirmados, de los cuales únicamente 470 están activos. 733 personas ya han muerto. Afortunadamente hay 3 mil 119 sobrevivientes del Covid-19.
Pero lo más grave es que los contagios siguen, y eso se refleja en los 1,359 casos sospechosos, que son de los que saldrán los nuevos positivos, una vez que las muestras se procesen.
La Costa Grande, por ejemplo, suma 89 casos sospechosos: 61 de ellos en Zihuatanejo, y 28 en el resto de los municipios, a saber: Petatlán 5; Tepan 3; Atoyac 15, Coyuca de Benítez 5 y San Jerónimo 3.
Además, La Unión registra 5 casos sospechosos; y sólo Coahuayutla está con cero casos bajo sospecha. Entonces, éste es el único municipio que puede aspirar a que la pandemia se contenga.
En Zihuatanejo nos urge la apertura, sí. Pero al ser el municipio con el mayor número de habitantes, y la ciudad más importante de la zona, el sólo movimiento comercial esencial nos coloca en alto riesgo de que la pandemia crezca. Los bancos, los mercados y el transporte público, sigue siendo nuestro flanco débil.
Ahora entendemos que es un privilegio ser la principal ciudad de la región, en cuanto al nivel de servicios que tenemos, pero también es un riesgo, porque eso implica que Zihuatanejo recibe mucha población flotante, que viene de otras ciudades cercanas a surtirse de mercancías, a los bancos y a consultar a médicos.
Y eso que las playas están cerradas, que aún no se permite recibir visitantes; de lo contrario, estaríamos contando historias de terror.
No podemos ser irresponsables. Veamos el ejemplo de entidades que ya se creían en semáforo naranja, como la Ciudad de México, pero donde la jefa de gobierno, Claudia Sheimbaum, determinó prolongar una semana más el cierre de negocios no esenciales, en tanto que prepara una serie de programas de control de la pandemia, lo cual incluye la aplicación de pruebas rápidas a domicilio, con lo cual pretenden ganarle a la pandemia, cuyo pico en la megalópolis sigue, a más de un mes después que se dijo que comenzaría a bajar la curva.
La apertura urge, hemos dicho. Pero no a cualquier precio. Esperemos al menos al cambio del semáforo a naranja.