SOS COSTA GRANDE

(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

La pandemia se extiende hasta octubre, ratificó ayer López Gatell. Esto es algo que ya había dicho, por cierto, pero no sabemos leer los temas epidemiológicos. Y si a esto le agregamos que los gobiernos locales tampoco supieron informar en sus respectivas jurisdicciones acerca del comportamiento de la pandemia, entonces se entiende que los mexicanos estemos confundidos, desalentados e incrédulos.

Por ejemplo, Gatell siempre dijo que no había una sola pandemia, sino que son varias, tantas como pueblos haya en este país. Y para nuestro conocimiento, en México existen casi 2,500 municipios, algunos de los cuales en realidad son mega-urbes.

Por lo tanto, cuando el gobierno federal estuvo informando de la pandemia, desde que comenzó a finales de febrero, siempre partió de la realidad de la Ciudad de México y su zona conurbada, así como otras urbes del Valle de México.

Pero, en realidad, conforme el Covid-19 fue dispersándose por estados y municipios, entonces cada núcleo poblacional comenzó a vivir su propia pandemia.

En Acapulco, por ejemplo, se está a punto de alcanzar el máximo de contagios, y de ahí comenzará a bajar la curva. Pero epidemiológicamente hablando, el descenso de la curva tomará el mismo tiempo que el ascenso. Es decir, otros tres meses, lo que se cumple en septiembre.

La realidad en los municipios también es distinta, pues aunque Acapulco alcance su punto máximo, eso no significa que el resto de los municipios el comportamiento de la pandemia será igual. Cada núcleo poblacional, decíamos, tiene su propia lógica, dependiendo del número de habitantes, de sus actividades y de cómo la gente se comporte.

Una cosa es segura; la pandemia no se detiene. El confinamiento no es para detenerla, es para regular los contagios, a fin de que el sistema de salud esté en condiciones de atender a los enfermos.

Pero, la buena noticia es que también es seguro que la pandemia alcance un punto máximo de contagios, y comience su descenso, para quedar finalmente en modo de prevalencia, hasta que se halle una vacuna o una cura para la neumonía atípica que provoca el Covid-19.

Algunos expertos señalan que eso podría tomar 2 años. Otros, que puede ser hasta 3 años, de modo que hay que prepararnos mental y anímicamente para entender que tendremos que aprender a convivir con ese agente infeccioso.

Para ello, el gobierno está comenzando a capacitar a los prestadores de servicios turísticos, porque para reabrir el sector, se tendrán que adoptar nuevas medidas de protección para clientes y empleados, tanto en restaurantes como en hoteles.

Revisando las nuevas disposiciones, pues son extremas y lamentablemente no todos los establecimientos podrán cumplirlas, pues van desde el lavado mecánico de la loza (lavado en máquina), a temperaturas mayores a los 60 grados centígrados. Además, una vez lavados, los cubiertos se tendrán que embolsar individualmente, y entregarlos sellados a los clientes. Las mesas tendrán que sanitizarse cada que haya un servicio, y tendrán que estar separadas a metro y medio de distancia, o bien divididas con mamparas acrílicas, para que no haya contacto entre comensales.

Los empleados tendrán que portar cubrebocas, careta y googles, y cambiarlos cada 4 horas. Y los clientes tendrán que dejarse tomar la temperatura, entre otras medidas, como uso de gel, limpieza de calzado, etcétera.

Aparentemente, esto será fácil de cumplir, pero no es así. Primero, se necesitará de una disciplina estricta de parte del personal. Segundo, eso implicará un mayor costo en el servicio, y eso se reflejará en el precio de los alimentos y bebidas que se consuman en algún establecimiento público.

Todos los negocios que vendan comida o den hospedaje, tendrán que obtener su certificado “Punto limpio”, y eso implica la supervisión estricta de autoridades de salud, de reglamentos y de la propia Sectur.

Lo más grave es que salvo Acapulco y Zihuatanejo, el resto de los municipios con vocación turística en Guerrero carecen de las condiciones necesarias para cumplir todas las medidas de protección. ¿Cómo harán los enramaderos para cumplir con todas las disposiciones?

Además, se tendrá que usar plástico al por mayor, y eso echa por tierra la ley que prohíbe el uso de plásticos de un solo uso. Quizás la solución sea que cada quien lleve sus cubiertos al restaurante. O, como dicen los costeños: ¿Cómo más?

De verdad que no será fácil adaptarnos a la nueva normalidad. Ni siquiera tenemos idea de cómo volverán nuestros hijos a la escuela. Tal vez muchos ya no vuelvan, por miedo de sus padres a que se enfermen, o a que lleven los contagios a casa.

Y las autoridades, por su parte, tendrán que diseñar un estricto modelo de detección y control de casos. De lo contrario, volveremos a vivir la pandemia cada vez que nos descuidemos.

About Author

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil