(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Ya comenzaron a repartirse los alimentos a los más afectados por la pandemia de Covid-19, en el estado de Guerrero. Estos comedores comunitarios, uno de los cuales se instaló en Zihuatanejo, estarán siendo operados por personal de la Secretaría de la Defensa Nacional y de la Marina.
En total, hasta ayer funcionaban 7 comedores, en puntos estratégicos de la entidad, donde se ha detectado mayor cantidad de personas vulnerables, a saber: 2 en Zihuatanejo, 2 en Acapulco, 2 en Chilpancingo y uno en Tlapa de Comonfort.
Claro que no son los únicos sitios donde se necesita un comedor comunitario, pero sí los que tienen mayor densidad de población, y que por la pandemia de Covid están desempleados y no tienen ingresos.
Para mitigar esta necesidad, se diseñaron los comedores comunitarios, a los que el gobierno de la entidad estará dotando de víveres e insumos, y el personal militar los estará operando, como parte del plan de apoyo a la sociedad civil que tanto la Sedena como la Semar mantienen para épocas de crisis.
El trabajo de los soldados y marinos será decisivo para Guerrero en esta época, en que lo que se necesitan son manos para ayudar, pero también recursos.
Lamentablemente, nos llegó el pico de la pandemia en momentos en que la mayoría de la gente está tocando piso, ya no tiene para dar, ya los que daban, ahora también necesitan.
Recordemos que, al inicio de la pandemia, cuando se cerraron las playas, lo cual sucedió el 1 de abril (ya más de 60 días), hubo muchos intentos de apoyo de parte de los que tenían para dar.
Algunos lo hicieron por su cuenta, otros se coordinaron con los gobiernos municipales, aunque hay que decir que no en todos se diseñaron políticas de asistencia social, para cubrir las necesidades alimentarias de la población.
La clase política sacó sus dineritos y comenzó también a ayudar, pero les llovieron críticas, los acusaron de ayudar por interés. Y al margen de que así sea, hay un refrán que reza que a caballo dado no se le ve colmillo.
Por lo tanto, todo esfuerzo debió ser aceptado y hasta apoyado, independientemente de sus orígenes y finalidades, porque finalmente nadie da paso sin huarache en esta vida.
Hubo gente de Morena, incluso, que amenazó con denunciar a quienes estuvieran distribuyendo alimentos, y que a la vez aspiraran a algún cargo de representación social, en un acto demasiado mezquino de su parte. En cambio, estos acusadores han sido incapaces de dar la cara a las multitudes hambrientas, a las que representan tanto a nivel local como nacional, y a las que el Covid-19 las encontró de por sí pobres, dependientes de empleos mal pagados, o como vendedores ambulantes, o con negocios propios que son tan débiles que no soportan ni una semana cerrados, mucho menos 65 días.
Se cumple el adagio que reza: no comes ni dejas comer. O el que no ayuda, estorba. Pero como ellos gozan de cabal salud, viviendo de megasueldos -que aunque sean menores a los que percibe el presidente de la República, siguen siendo tan altos como inalcanzables para cualquier pobre de este país-, entonces lo que les ocupa es cuidar rancho, no ayudar a los necesitados.
De verdad que hicieron falta iniciativas para ayudar a la gente. No pidiéndole al gobierno, sino para hacer un trabajo de autogestión, de auto-organización para al menos orientar los esfuerzos individuales, para hacerlos más efectivos, porque veíamos gente yendo a las mismas colonias, mientras que otras estaban abandonadas. Si se hubieran conjuntado esfuerzos, en lugar de actuar de manera celosa, todo esto se habría encauzado mejor.
A estas alturas, sin embargo, ya todos estamos en el piso. Los que tenemos un negocio, a duras penas mantenemos los sueldos. Y es que dicen que el dinero no vale nada; ahora nos damos cuenta de que estamos en una sociedad monetizada, y que sin dinero nada se mueve. Con dinero baila el perro y sin dinero bailamos como perro, dijo alguien por ahí.
Bien por la iniciativa de los comedores comunitarios, que sirvan para dar de comer al hambriento. Sin embargo, como dijo el gobernador, el Covid-19 es una responsabilidad de todos. Que cada quien haga su parte.