(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Ya hay fecha para que el 27 de junio se reactiven los vuelos internacionales en Acapulco, con lo que podemos determinar que para esa fecha las playas estarán ya abiertas. Y aunque no lo estuvieran, sí se permitirá el hospedaje y la apertura de algunos giros para tomar alimentos y diversión, siguiendo siempre las medidas de protección de la “nueva normalidad”.
En este momento, 2 de junio, se ve realmente difícil que logremos esta meta. Ayer, por ejemplo, las cifras de muertos y contagios por Covid-19 demostraron que estamos con la pandemia en todo su apogeo, con casi 500 decesos en un solo día, para sumar 10 mil 637.
De ellos, 271 decesos pertenecen a personal médico, lamentablemente, con lo cual se demuestra que son los empleados del sector salud los más expuestos a los contagios y a la muerte por Covid-19.
Es tremendo lo que está sucediendo. Parece que los esfuerzos de los epidemiólogos no han servido de mucho, si acaso para alargar el tiempo del paso de la pandemia. Esa es una noticia buena y mala. Buena, porque se nos dice que sin la sana distancia y el quédate en casa, estaríamos con más contagios y muertos. Mala, porque eso implica que aunque la curva de contagios no ha resultado inmanejable, sí se prolonga.
Para México, siendo un país de los llamados emergentes, no es bueno que los sectores económicos sigan cerrados, porque los que no mueran por Covid-19, morirán por hambre, y por enfermedades relacionadas con la ansiedad, la mala alimentación, la preocupación, etcétera. Y nadie puede negar que así están millones de mexicanos, pues superficialmente se habla de 1 millón de empleos perdidos.
Quizás para los que tienen de qué vivir, para los que no han tenido necesidad de parar actividades, para los que fueron previsores y ahorraron, esto no signifique mucho. Pero es algo duro para la gente que vive al día, que no tiene ahorros, que tampoco tiene acceso a créditos, o que depende de un empleo que ya perdió.
Toda esta gente está pugnando porque se reabran las actividades económicas, y que de una vez por todas entremos a la “nueva normalidad”, porque al fin y al cabo algún día tendremos que hacerlo. Y, además, que tendremos que volver con todos los cambios que implica esa “nueva normalidad”, porque ya nada será igual, hasta que se encuentre una cura para el contagio por Covid-19, o bien una vacuna, lo cual podría tardar de 2 a 4 años, tiempo suficiente para que las estructuras económicas y de poder político colapsen o cambien.
Entonces, si de todos modos tendremos que volver con todos los cuidados, ¿por qué no volver ahora?
Ya lo dijo el gobernador en su conferencia de ayer: que si bien es urgente abrir ya las actividades económicas, es más importante cuidar la vida de los guerrerenses. No es lo mismo abrir ahorita, cuando la pandemia está en su máximo pico no sólo en Guerrero, si no a nivel nacional, que dos o tres semanas más adelante, cuando ya ese pico haya pasado.
No es lo mismo volver al trabajo cuando ya el nivel de contagios haya bajado, que ahora.
Con todo, no podemos fijarnos solamente en lo malo si queremos sobrevivir. Está demostrado que los sobrevivientes de todas las crisis, son los que logran mantenerse optimistas. ¿Y quiénes son estos? Los que logran desapegarse. La resiliencia social implica una alta capacidad de adaptación. Saber que, si algo se acaba hoy, habrá algo nuevo mañana.
Mi padre decía que mientras hay vida, hay esperanza. Entonces, lo más importante es cuidar la vida, es el máximo derecho humano, nada puede pagar una vida. Mejor dicho, una vida no puede pagarse con ningún tesoro del mundo, simplemente porque ante la muerte no hay nada que hacer, no hay nada que pueda resarcir el daño.
Ánimo. Sigamos el ejemplo del presidente de la República, del gobernador, que aunque los tiempos son malos y desafiantes para ellos, no paran, no se detienen, siguen contra viento y marea. Mañana nos acordaremos de todo esto, y será como un sueño. Ánimo.