SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Por órdenes del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, la Secretaría de Gobernación, a cargo de Olga Sánchez Cordero, investigará qué medios divulgaron las fotografías descarnadas del feminicidio de Ingrid Escamilla. Obviamente, estos medios tendrán que decir de donde tomaron la información, porque se observa que fue la policía capitalina la que produjo ese material y lo lanzó tal cual a las redes, de donde lo tomaron no solamente los medios de comunicación de todo el país, sino también ciudadanos comunes.

No sólo se investigará a los medios de comunicación formales, sino también a los medios digitales o páginas de Facebook que operan como medios, que son los que comenzaron a subir el material que les llegó de fuentes policiales, casi en tiempo real.

Incluso miembros comunes de redes sociales divulgaron la escena dantesca en donde se observa el cuerpo mutilado de Ingrid Escamilla, sin filtrar las fotografías, como dictan las normas periodísticas, pues se trata de material sensible que no sólo revictimiza a la mujer y sus familiares, sino que ofende al lector mismo, considerando además que en las redes navega todo tipo de personas, incluso niños, quienes son los primeros que se enteran de lo que está fluyendo en estos medios, porque los usas profusamente.

De verdad que vale la pena que se dicten reglas claras en el manejo de este tipo de información, pues resulta que a los medios formales nos censuran por todo; incluso Facebook amenaza recurrentemente con cerrar las páginas por divulgar material que se considera viola las reglas de la comunidad, pero en cambio otros sitios que no sabemos si son medios de comunicación reales, o son sólo una pantalla, les permiten todo.

Basta ver cómo en Guerrero hay páginas que se dedican casi en exclusiva a la nota roja, tienen cientos de miles de seguidores, y lo único que hacen es alimentar la red con fotografías morbosas, a las que únicamente les ponen marca de agua del medio en cuestión, pero nada más.

Y uno se pregunta por qué este tipo de noticias y fotografías no las censura Facebook, y por qué esos sitios nunca son cerrados ni castigados, como sí sucede con los medios que aún imprimimos y estamos en la calle, y que sólo usamos las redes para competir en esa plataforma, pues de pronto se pusieron de moda, e incluso la clase política hace uso profusamente de ellas.

En cuanto a la obtención de la información, los medios formales cada vez batallamos más para que se nos proporcionen datos y fotografías de los hechos sangrientos, y si se nos proporcionan o se nos permite tomarlas, tenemos que cumplir una serie de requisitos, para evitar que se nos censure por parte de la Fiscalía.

En cambio, los medios digitales suben todo y de manera muy cruda, sin cubrir los ojos a los detenidos, lo cual ya es un requisito del nuevo sistema de justicia penal, y sin censurar las fotos de muertos.

¿Qué está pasando? ¿Por qué a los medios formales se nos limita tanto, y a estos sitios que generalmente son dirigidos por una sola persona, se les facilita todo? Estamos enterados que forma de trabajar de esos sitios es que están incrustados en todos los grupos de Watsapp policiales, con el visto bueno de los jefes policiacos, y que de manera automática se enteran de todo.

Serían los mismos policías los que toman fotos en el lugar de los hechos, y ellos mismos las fletan en los grupos de Watsapp, con lo que en automático los sitios digitales las suben a sus plataformas “en caliente”, pues lo que buscan son el mayor número likes y temas que se conviertan en trending topic, para que sus páginas crezcan en seguidores y likes o “me gusta”.

Luego entonces, quizás la investigación de la Segob conduzca de una vez por todas a la institución de criterios de divulgación de noticias en redes sociales, y se regulen las páginas que se abrieron aprovechando la gratuidad de las redes, pero que no viven de ventas ni de publicidad, sino que se trata de falsos medios de comunicación, en donde un solo individuo se dedica a publicar todo tipo de nota roja, como en el pasado los medios amarillistas tipo Alarma.

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