SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

De acuerdo con cálculos someros, las víctimas en Culiacán habrían sumado entre 500 y mil muertos, incluidos unos 200 civiles. Los más, habrían sido sicarios del Cartel de Sinaloa, soldados y policías. Una verdadera carnicería.

El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón, explicó esto durante una entrevista el pasado sábado, y eso nos hace redimensionar la decisión que tomó el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, para ordenar la liberación de Ovidio Guzmán López, alias El Ratón e hijo de Joaquín El Chapo Guzmán.

AMLO no quería una victoria “pírrica”, dicho así en memoria de Pirro, aquel general que logró una victoria contra el Ejército de Roma, pero a cambio de perder a casi todos sus hombres.

No a la detención de un delincuente por órdenes de Estados Unidos, a costa de más vidas de mexicanos. No a la obediencia ciega al gobierno del Norte, acostumbrado a imponer sus políticas públicas en México, como lo hizo con Felipe Calderón, quien a cambio de respaldo para su gobierno espurio, acordó con George Bush Jr y luego con Barak Obama, combatir desde territorio nacional a los cárteles del narcotráfico, para que México pusiera los muertos, mientras ellos hacían negocio con la legalización de la marihuana, para crear un mercado potencial de billones de dólares, aprovechando su calma chicha allende sus muros.

Basta ver los videos de la gente sitiada en tiendas, tirada sobre el pavimento, parapetados en sus vehículos, ancianos al borde del infarto, para entender lo que vivieron los “culichis” (mote de los vecinos de Culiacán), y para respaldar con todo la determinación del presidente.

AMLO nos dio una lección a los mexicanos, pero sobre todo a sus detractores, los panuchos, gente que come santos y defeca diablos, quienes desde la máxima tribuna de la representación social del país le gritaron cobarde y le pidieron su dimisión inmediata.

¿Cobarde un hombre que ponderó salvaguardar la vida de inocentes más allá de su ego personal?  Creo que los panistas olvidan que fue su partido, desde la época de Vicente Fox, el que metió a México en esta guerra fraticida, por cobardes. Pues cobarde es el que entrega a su patria a cambio de intereses extranjeros. ¿O qué no dice el Himno Nacional: “Más si osare un extraño enemigo, profanar con su planta tu suelo; piensa oh patria querida que el cielo, un soldado en cada hijo te dio?”

Sí, la patria está llena de alimañas, pero son las que ellos alimentaron, a cambio de dinero con la Iniciativa Mérida, y a costa de una terrible traición, como la de “Rápido y Furioso”, porque mientras Calderón mandaba a los soldados a combatir a los narcos, Estados Unidos les vendía a éstos las armas.

Sin embargo, no reaccionó. Bush y Obama lo traicionaron con el contrabando de armas y eso habría sido suficiente para echar abajo sus compromisos con ellos. Pero, cobarde como es, le faltaron aguacates para oponérseles y terminó de cuclillas ante el inquilino de la Casa Blanca.

Olvidan también los panistas que a Fox se le escapó el Chapo Guzmán metido en un carrito de lavandería del penal de Puente Grande, Jalisco, y que El Chapo (y obviamente sus Chapitos) fue el narco preferido de la docena trágica del panismo. Hay análisis que revelan que incluso su mujer y sus hijastros, los hijos de Martita Sahagún, le entraron en eso de la protección de ciertos capos.

¿Así o más cobarde el de las botas grandes y la lengua larga?

Fue el gobierno de Peña Nieto el que reaprehendió al Chapo, pero se les escapó por un túnel del penal de alta seguridad de Almoloya, siendo el senador Miguel Osorio Chong secretario de Gobernación.

Y aunque lo volvieron a agarrar, fue para enviarlo casi de inmediato a los Estados Unidos, donde luego de un corto proceso al que llamaron “el juicio del siglo”, condenaron al capo sinaloense a pasar el resto de sus días en la Súper Max de Colorado, pero sin dejarlo explicar cómo fue que su imperio creció al grado de hacerse mundial, pues la DEA sabe que el Cartel de Sinaloa (que tiene por lo menos 3 falanges), opera en 70 por ciento del planeta.

Recordemos que en cuanto el abogado del Chapo ventiló que éste dio dinero a Calderón y a Peña Nieto para sus campañas, el juez de inmediato acalló esas filtraciones, y centró el juicio en el tráfico de drogas y muertes.

Aquello, en realidad, fue un juicio injusto, porque no vemos en la Súper Max a los ex presidentes, ni a los ex senadores, ex diputados; tampoco a los soldados que se corrompieron, ni a los jefes policiacos, ni a los alcaldes, ni a los empresarios “lavanderos”…y a todos aquellos que eran parte y siguen siendo del Cartel de Sinaloa, o de cualquier otro, de una o de otra forma.

El presidente olió la celada de la DEA. Hay informes periodísticos de que hace dos semanas el director de la agencia antidrogas de Estados Unidos estuvo con el gobernador Quirino Ordaz. Ahora dicen que el operativo para detener a Ovidio fue improvisado. Pero a ojos vistas fue una provocación. La intención era meter al gobierno de AMLO a la boca del lobo, con sólo 70 soldados, para provocar al cartel. ¿No era eso el inicio de una guerra civil?

Pero el presidente reculó y se quedaron con las ganas. Eso no es ser cobarde. Eso es ser un hombre de mente, corazón y tanates. Y, dicho y hecho, Trump le llamó ayer sábado, y acordaron combatir el tráfico de armas. Sí, algo que Calderón, ni Fox, ni mucho menos Peña Nieto, exigieron en su tiempo.

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