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SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

La presión tuvo que venir de fuera para que el líder sempiterno del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, renunciara a su cargo como dirigente.

Ésta es quizás una de las renuncias más esperadas de todos los mexicanos, pero sobre todo de los empleados de Pemex que han sufrido marginación y abusos de parte de sus líderes y de parte de los directivos, que ahora juntos están inmiscuidos en un gran escándalo por corrupción tipo el de la compañía brasileña Odebretch, y que involucra no sólo al ex director de la petrolera, Emilio Lozoya, sino a prácticamente toda la estructura administrativa de la empresa paraestatatal, ya que todos ahí dentro pedían su moche a cambio de contratos y otros favores.

Desde ahora, Romero Deschamps está solo. En cuanto presentó su renuncia, legisladores de Morena comenzaron a pedir se investigue su fortuna, aunque coincido en lo personal con Fernández Noroña, quien dijo que todo lo que pudiera tener el líder petrolero, es una bicoca con lo que robaron los administradores, en el sexenio peñanietista.

Además sus amigos del PRI se lavaron las manos y dijeron que, de una vez por todas, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, deje de espantar con el petate del muerto y actúe.

Mario Zamora, un senador priísta, recalcó cuando se le preguntó si defenderían al ex líder petrolero: “No vamos a defender lo que sea indefendible. ¿Qué es lo que queremos? Que se acaben los dimes y diretes, una acción de justicia transparente, justa y clara, que no haya persecución y que se castigue a quien se tenga que castigar. Decía mi abuelita, toma chocolate, paga lo que debes… adelante”.

¡Wow! Más claro ni el agua Bonafont.

Lo grave es que el de Pemex ya no es un asunto doméstico. Se ha tornado en un problema internacional. Aunque el presidente dijo que las acusaciones que se están vertiendo en una corte de Estados Unidos en contra de la petrolera, por la empresa Oro Negro, uno de cuyos asesores, por cierto, es hijo del ex secretario de Hacienda, Francisco Gil.

Estos están alegando que se fueron a la quiebra precisamente por los sobornos que le tuvieron que pagar a los directivos de Pemex.

Hasta aquí, pudiera parecer un caso de chisme local. Pero no lo es. Una vez que se abrió el esquema de inversión en Pemex, los pleitos entre la petrolera y los contratistas se ventilan en cortes internacionales, y de ahí derivará una investigación de largo alcance en contra de la petrolera mexicana, que podría derivar en multas y devolución de dinero, dinero que no tiene en este momento Petróleos Mexicanos.

El presidente no puede decir, por lo tanto, que se trata de un asunto del pasado. Sí lo es, pero le atañe resolverlo. Tendrá que contratar abogados especialistas en litigios internacionales, para defender a Pemex, pues de otro modo podrían caer en el embargo muchos de los activos de esta empresa, que apenas están tratando de levantarla.

Para colmo, los adversarios de Romero Deschamps se quejan de que durante todo este tiempo la justicia mexicana lo estuvo protegiendo pese a las denuncias de corrupción en su contra y, por lo cual, al renunciar, huirá del país para refugiarse en algún lugar donde no se tengan tratados de extradición con México.

En este tema, amable lector, correrá mucha tinta. Saldrá mucha correa de este cuero y si la presidencia no actúa de inmediato, se verá hasta cómplice de la corrupción que todavía destila en la Petrolera.

Este es un caso para el avispón verde de la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda, Santiago Nieto Castillo. Vale más que le siga la ruta al dinero de los ex directivos de Pemex y sus compadres que se encargaban de los sobornos a contratistas (dicen que Lozoya cobraba de 50 mil a 100 mil dólares sólo por una cita con algún empresario), y los entregue al cadalso.

Es la única manera de contener lo que se prevé será un juicio no sólo contra Pemex, sino contra México.

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